Ampollas

¿Qué es una ampolla y por qué puede aparecer?

Todos hemos sufrido alguna vez las dolorosas ampollas, que son pequeñas burbujas de líquido seroso que se forman en la capa externa de la piel debido a múltiples causas, entre ellas, la más habitual es la fricción (roce o presión sobre el área afectada). Las ampollas pequeñas son conocidas también como vesículas y las grandes, como bullas.

Aunque pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo, estas lesiones del tejido cutáneo son más frecuentes en manos y pies. Por ejemplo, pueden formarse cuando un calzado no se ajusta perfectamente a nuestro pie y nos roza la piel o cuando sostenemos el mango de una raqueta durante un partido de pádel o tenis. Este tipo de ampollas es más fácil que salgan si hace calor y si la piel está húmeda. Suelen curarse por sí solas y no dejar cicatrices.

El líquido que rellena la ampolla no es sino una reacción del cuerpo para proteger el tejido -la piel que ha sido dañada- frente a una lesión. A veces, ese líquido que rellena la ampolla es sanguinolento, lo que sucede cuando pellizcamos la piel con fuerza, pudiendo llegar a romper pequeños vasos sanguíneos.


¿Qué otros mecanismos pueden provocar una ampolla?

Además de por fricción, las ampollas también pueden estar provocadas por quemaduras, que pueden haber sido causadas tanto por el sol como por el contacto con el fuego, superficies calientes o sustancias químicas. Las lesiones pueden deberse también a la exposición al frío o a temperaturas congelantes (contacto con hielo, metales congelados o líquidos muy fríos).

Otras causas que encontramos con cierta frecuencia en el origen de las ampollas son afecciones de tipo alérgico como algunos tipos de dermatitis de contacto, infecciones producidas por hongos, por bacterias (como por ejemplo, el impétigo) o por virus, como el herpes labial y genital, la varicela o  la culebrilla (herpes zóster) . Estas últimas, al contrario que las provocadas por roce, comienzan en capas de la piel más profundas, por lo que sí pueden dejar cicatrices.

Otras causas menos comunes son trastornos autoinmunes como el pénfigo en sus diferentes variedades o trastornos hereditarios como  la porfiria. Otras causas de lesiones ampollosas pueden ser la picadura de algunos insectos (alguna arañas, chinches…) o la reacción al uso de algunos medicamentos.


¿Qué hacer cuando aparece una ampolla?

Por lo general, como decíamos al inicio, las ampollas se curan por sí solas. Por tanto, si no nos duele demasiado o no es muy grande, es mejor no romperla ni pincharla para extraer el líquido de su interior, ya que esto aumentaría el riesgo de infección.

Hay que mantener la piel que cubre la ampolla lo más intacta posible.

De hecho, mantener la piel que la cubre lo más intacta posible es crucial, ya que constituye una barrera natural que mantiene lejos las bacterias y el riesgo de infecciones.

conviene lavar cuidadosamente la zona con agua y jabón y luego cubrirla con una venda adhesiva, una gasa estéril o un apósito. Mantendrá el área limpia y, al mismo tiempo, impedirá que continúe el roce que la ha provocado.


¿En qué situaciones hay que seguir un tratamiento especial con las ampollas?

En el caso de que la ampolla sea muy grande, duela o se encuentre en un área en la que es fácil que se rasgue o rompa, sí conviene drenarla, pero sin tocar la piel que la recubre.

Para ello, podemos acudir a nuestro médico o si decidimos hacerlo por nuestra cuenta, al menos, hay que seguir las siguientes pautas: en primer lugar, hemos de lavarnos las manos y la ampolla con jabón y agua tibia. Después, se ha de limpiar la lesión con yodo, esterilizar una aguja limpia con alcohol y punzar la ampolla en varios puntos del borde. Es mejor dejar que el líquido salga por sí solo e intentar no tocar con los dedos la zona que la rodea.

Posteriormente, podemos aplicar una pomada antibiótica y colocar una gasa esterilizada antiadherente. Durante los días siguientes, se debe controlar la zona para detectar posibles infecciones. Cuando la ampolla se haya secado, puede cortarse la piel seca con tijeras esterilizadas, aunque a veces, se desprende sola.

Es absolutamente  necesario acudir al médico si la ampolla excreta pus o el área que la rodea está roja, inflamada o muy dolorosa. También se ha de buscar ayuda de un profesional sanitario, en caso de fiebre, de que la ampolla tenga más de dos centímetros, se halle en zonas críticas como el rostro o las ingles, o las ampollas sean de causa desconocida o se sufran problemas de circulación o diabetes. Si han sido provocadas por quemaduras, es necesario también buscar asistencia médica, ya que este tipo de ampollas requieren un tratamiento determinado; si se dan en el contexto de una enfermedad específica, el médico decidirá el abordaje que requieren las lesiones y el tratamiento más indicado.


Consejos para prevenir las ampollas por fricción:

Seguir las siguientes recomendaciones puede ayudar a prevenir la aparición de las molestas ampollas en nuestro día a día:

  • 1. Elige zapatos o zapatillas que se ajusten bien a tus pies.
    Evita los que son demasiado estrechos y asegúrate de que, entre el dedo más largo y la punta del zapato, queda al menos el espacio de un dedo pulgar. También si te quedan demasiado anchos o sueltos, pueden formarse ampollas en las puntas de los dedos.
  • 2. Usa calzado específico para tu actividad física.
    Si practicas algún deporte, usa el calzado apropiado para esa disciplina (fútbol, baloncesto, running…). Incluso si la actividad es tan sencilla como ir a pasear, el tipo de zapatilla ha de ser el adecuado. Cuando te pruebes el calzado deportivo en la tienda, lleva puesto el tipo de calcetín y/o plantillas que usarás durante la práctica del deporte.
  • Intenta comprarte el calzado por la tarde.
    O en la franja horaria más cercana a la noche, ya que los pies tienden a hincharse a lo largo del día. Para estar seguro de que se ajustan a tu pie, camina un poco por la tienda cuando te los pruebes. Luego, llévalos una o dos horas en casa para confirmar que caminas cómodamente con ellos.
  • Deja que el calzado se acomode a tus pies poco a poco.
    Empieza llevándolo una o dos horas al día y luego aumenta este tiempo gradualmente. También la piel se irá habituando progresivamente y disminuirá el riesgo de ampollas. Varía el calzado que utilizas, así los puntos de roce no serán siempre los mismos.
  • Usa calcetines para reducir el roce entre tu zapato y la piel.
    Preferiblemente, que sean transpirables y de materiales sintéticos como el acrílico o el polipropileno, ya que mantendrán tus pies más frescos y secos que los de algodón o lana. Si vas a hacer deporte, quizás necesites llevar un par extra de repuesto.
  • Utiliza plantillas y/o apósitos.
    Las plantillas acojinadas o los apósitos pueden reducir la fricción en un área específica, al igual que aplicar una fina capa de vaselina. Otra opción es introducir polvos de talco dentro del calcetín, ya que reducen la humedad de la piel.
  • Protege tus manos con guantes.
    Las ampollas también pueden salir en las manos, así que cuando realices tareas manuales en la que tus manos rozan con otros objetos, protégelas con guantes. Por ejemplo, cuando montes en bicicleta o practiques aficiones que requieran sostener herramientas como la jardinería o el bricolaje.

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¿Cómo se debe curar una ampolla por roce?

Las ampollas son pequeñas burbujas llenas de líquido que se forman en la capa externa de la piel debido, sobre todo, a la fricción (roce o presión) sobre el área afectada. Por eso, son más frecuentes en las manos y en los pies. También es más fácil que aparezcan si hace calor y/o la piel está húmeda. Por ejemplo, es habitual que se formen cuando estrenamos un nuevo calzado en verano o al sostener el mango de la raqueta durante un partido de pádel o tenis.Las ampollas suelen curarse por sí solas sin dejar cicatrices. Por este motivo y porque el líquido que rellena la ampolla es una reacción del organismo para proteger la piel que ha sido dañada, es mejor no romperla ni pincharla, ya que esto aumentaría el riesgo de infección.En su lugar, hay que mantener la piel que cubre la ampolla lo más intacta posible, ya que constituye una barrera natural que mantiene lejos las bacterias. Con el mismo fin, se debe lavar cuidadosamente la zona con agua y jabón y luego cubrirla con una venda adhesiva, una gasa estéril o un apósito. Esta venda mantendrá el área limpia y, al mismo tiempo, impedirá que continúe el roce que la ha provocado.En el caso de que la ampolla sea muy grande, duela o se encuentre en un área en la que es fácil que se rasgue o rompa, sí conviene drenarla, pero sin tocar la piel que la recubre.Para ello, debemos acudir a nuestro centro de salud, pero, si decidimos hacerlo por nuestra cuenta, al menos, debemos seguir las siguientes pautas: en primer lugar, lavarnos las manos y la ampolla con jabón y agua tibia durante al menos un minuto. Después, se debe limpiar la lesión con povidona yodada o clorhexidina, esterilizar una aguja limpia con alcohol y punzar la ampolla en varios puntos del borde. Es mejor dejar que el líquido salga por sí solo e intentar no tocar con los dedos la zona que la rodea. Posteriormente, se puede aplicar una pomada antiséptica y colocar una gasa esterilizada antiadherente. La cura con lavado y antiséptico y sustitución de la gasa debería hacerse diariamente.Durante los días siguientes, se debe controlar la zona para detectar posibles infecciones. Cuando la ampolla se haya secado, puede cortarse la piel seca con tijeras siempre que estén esterilizadas, aunque a veces, se desprende sola.Sin embargo, es absolutamente necesario acudir al médico si la ampolla excreta pus o el área que la rodea está roja, inflamada o muy dolorosa. También se ha de buscar ayuda de un profesional sanitario, en caso de fiebre, de que la ampolla tenga más de dos centímetros, se halle en zonas críticas como el rostro o las ingles, no se conozca su causa o se sufran problemas de circulación o diabetes.

Fuentes

*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.