Aneurisma cerebral

¿Qué es un aneurisma?

Las paredes de las arterias del cerebro pueden debilitarse, lo que conlleva el riesgo de que se forme un aneurisma cerebral. También conocido como aneurisma intracraneal, se trata de un ensanchamiento o dilatación anormal en la pared de la arteria que hace que pueda llegar incluso a formarse un globo y llenarse de sangre.  

A menudo, el aneurisma no se manifiesta con ningún síntoma. Sin embargo, con el paso del tiempo, el aneurisma puede llegar a romperse; de alguna manera es como si ese globo que se ha formado, explotara.En este caso, se produce una hemorragia cerebral -es decir, un accidente cerebrovascular vascular hemorrágico-, que puede derivar en complicaciones neurológicas graves o, en los peores casos, la muerte.

También puede ocurrir que la protuberancia que se forma en la arteria antes de la rotura presione un nervio o el tejido del cerebro que lo rodea. Si esto sucede, puede deteriorarse alguna de las funciones cerebrales.


¿Qué tipos de aneurisma hay?

Si atendemos a la forma que presentan, podemos clasificarlos en aneurisma sacular (con forma de globo o como si fuera una cereza colgando de una enredadera y son los más frecuentes), lateral (como si fuera un abombamiento en un lado de la pared de una arteria) o fusiforme (en forma de huso, el abombamiento afecta a toda la circunferencia de la pared la arteria).

Si nos fijamos en el tamaño, podremos clasificarlos en aneurismas pequeños (menores de 11milímetros), grandes (entre 11 y 25 milímetros) y gigantes (más de 25 milímetros).


¿Quién puede verse afectado por un aneurisma?

Se estima que aproximadamente un 2% de la población general desarrollará un aneurisma cerebral durante su vida, según el Grupo Español de Neurorradiología Intervencionista (GeNI). Este problema es más frecuente en las mujeres que en los hombres y, en uno de cada cinco casos, se forma más de un aneurisma. Pueden aparecer en cualquier parte del cerebro, pero la ubicación más frecuente es en las arterias que discurren entre su parte inferior y la base del cráneo, y más aún, en la  porción anterior (delantera) de dicha circulación cerebral.

Cualquier persona a cualquier edad puede sufrir un aneurisma cerebral, aunque son más comunes en la franja que oscila entre los 30 y los 70 años, así como en personas que han heredado determinados trastornos.


¿Cuáles son sus causas?

Los aneurismas se desarrollan a lo largo de la vida, aunque también  es un trastorno que puede estar presente ya desde el momento del nacimiento.

La causa exacta del aneurisma no se conoce, pero el aneurisma suele estar asociado a otras enfermedades, ya sean congénitas o no. Por ejemplo, algunos factores de riesgo presentes desde el nacimiento  son: la enfermedad del riñón poliquístico, tener la aorta anormalmente estrecha o malformaciones en las arterias y venas del cerebro. Por otro lado, las probabilidades de sufrirlo son mayores si más de un familiar en primer grado -padres o hermanos- lo ha tenido antes.

Un aneurisma roto puede detectarse en una resonancia magnética.

Entre los factores de riesgo que pueden inducir la aparición o la rotura de un aneurisma a lo largo del tiempo podemos mencionar, entre otros, los traumatismos o lesiones en el cráneo, algunas infecciones y tumores, la hipertensión, la aterosclerosis -acumulación de grasa en las paredes arteriales-, el tabaquismo y el abuso del alcohol o de algunas drogas como la cocaína


¿Qué síntomas presenta un aneurisma cerebral?

La mayor parte de los aneurismas cerebrales, sobre todo si son pequeños, no presentan síntomas. Cuando crecen, como se ha comentado al inicio, pueden presionar nervios circundantes. En este caso, puede aparecer visión borrosa o doble, dolor sobre el ojo o detrás de este, una pupila dilatada, párpado caído, problemas con el movimiento de los ojos, entumecimiento en un lado de la cara o dificultad para hablar. Los aneurismas también pueden producir dolor de cabeza crónico.

En los casos en que el aneurisma se acaba rompiendo -un 0,2-3% anual, según el Grupo español de Neurorradiología Intervencionista (GeNI)-, se produce una hemorragia y la sangre fluye, por lo general, hacia el espacio que rodea el cerebro y lo separa de la caja que contiene el cráneo -llamado espacio subaracnoideo-. Este sangrado puede dañar las células del cerebro y/o aumentar la presión sobre este y provocar que sus vasos sanguíneos se estrechen (un vasoespasmo). Esto, a su vez, puede reducir el flujo sanguíneo a las células cerebrales y aumentar los daños.

El aneurisma roto es una emergencia médica y suele manifestarse con un dolor de cabeza muy intenso que comienza de manera repentina y que muchas personas describen como el peor que han sufrido nunca. Otros síntomas son náuseas y vómitos, rigidez súbita  en el cuello y espalda, debilidad, visión borrosa o doble, puntos ciegos o pérdida de visión súbita en un ojo, sensibilidad a la luz, convulsiones, confusión, mareos, dolores musculares especialmente en cuello y hombro y, a veces, la pérdida de consciencia.

En caso de sospecha de rotura del aneurisma, se debe proceder inmediatamente a la inmovilización y relajación de la persona y solicitar asistencia médica de inmediato; de lo contrario, el riesgo de fallecimiento es alto. En cambio, si es tratado con celeridad, un porcentaje importante de pacientes podrá recuperar totalmente su calidad de vida.


¿Cómo se trata?

En algunas ocasiones y cada vez con más frecuencia, se descubren más aneurismas antes de que se rompan, debido a los estudios y pruebas disponibles en la actualidad y que pueden haber sido indicados en la búsqueda de otra afección.

Si el aneurisma no ha estallado, es necesario monitorizar a la persona que lo sufre, con el fin de controlar su evolución o el inicio de síntomas que puedan preceder a una rotura. Por lo demás, el tratamiento concreto dependerá de factores como su tamaño, ubicación, el riesgo de rotura, la edad del paciente, sus antecedentes familiares, su estado de salud y los riesgos que implique el tratamiento.

Existen dos opciones para tratar un aneurisma en el cerebro. El primero es el clipado microvascular, un procedimiento muy eficaz que consiste en cortar el flujo sanguíneo al aneurisma mediante la colocación de un pequeño clip metálico permanente. Si el aneurisma ha dañado la arteria, puede realizarse una oclusión completa de la arteria que conduce al aneurisma. En ocasiones, esta intervención se realiza junto a un by-pass, que permite recanalizar el flujo sanguíneo fuera de la sección de la arteria dañada.

Una alternativa a la cirugía con muy buenos resultados es la embolización endovascular. Mediante esta técnica, se alcanza con un microcatéter la arteria cerebral en la que se encuentra el aneurisma. Posteriormente, se introducen espirales de alambre de platino o pequeños balones de látex hasta llenar lo máximo posible el aneurisma, de manera que no entre más sangre en él, lo cual hace que la sangre en su interior se coagule, destruyendo eficazmente el aneurisma, lo que  elimina el riesgo de que se rompa. Se está investigando de forma constante  la aplicación de nuevas técnicas.

El objetivo una vez salvada la crisis aguda desencadenada por la ruptura del aneurisma y sus complicaciones,  es evitar que este vuelva a sangrar en el futuro y que, por consiguiente, ponga de nuevo en riesgo la vida de la persona.

Por último, también puede ser necesario tratar los síntomas que produce el aneurisma con, por ejemplo, anticonvulsivos para evitar las convulsiones o analgésicos para los dolores de cabeza, fármacos para tratar algunas complicaciones, como el espasmo vascular cerebral cuando este aparece o intervenciones para controlar la  presión en el cerebro provocada por exceso de líquido cefalorraquídeo (hidrocefalia).

Quienes han llegado a sufrir una hemorragia subaracnoidea pueden necesitar posteriormente terapia de rehabilitación, del lenguaje y ocupacional para recuperar las funciones cerebrales que puedan estar afectadas. En algunos casos, la persona deberá aprender a vivir con una incapacidad permanente.