Cáncer de hígado

¿Cómo es el hígado y cuáles son sus funciones?

El hígado es el órgano interno más grande del cuerpo. Tiene el tamaño aproximado de un balón de fútbol, aunque de forma triangular y pesa alrededor de 1,5 kilogramos. Se encuentra debajo de las costillas del lado derecho, justo bajo el pulmón, y tiene dos lóbulos o secciones principales.

Está compuesto principalmente por un tipo de células llamadas hepatocitos que suponen el 80% de su peso. Estas células se encargan principalmente de metabolizar sustancias (de esta forma eliminamos muchas de las sustancias tóxicas que llegan a nuestro organismo), fabricar proteínas, almacenar energía en forma de glucógeno y grasas. El resto de células son macrófagos (células de nuestro sistema inmune) que retiran partículas, bacterias y virus, y células de soporte y de almacenamiento.

Entre las funciones principales del hígado se encuentran la eliminación de bacterias y virus; la descomposición y depuración de sustancias tóxicas que circulan por nuestra sangre como el alcohol; la fabricación de proteínas y el procesamiento de nutrientes y hormonas, entre otras. El hígado también fabrica la bilis, que se almacena en la vesícula biliar y que tiene un papel indispensable en la digestión.

El hígado es un órgano único (a diferencia, por ejemplo, de pulmones o riñones de los que tenemos 2 de cada) y su ausencia o la falta de funcionamiento de éste es incompatible con la vida.


¿Qué es el cáncer de hígado?

El cáncer de hígado se origina cuando las células que lo componen comienzan a dividirse de una manera anormal e incontrolada y proliferan sin control. En este caso, llegan a formar uno o varias masas -tumores- y pueden invadir tejidos sanos alrededor del hígado o, incluso, crecer y producir metástasis en otros órganos.

El cáncer de hígado puede ser primario -originado en el propio órgano- o secundario -procede de tumores ubicados en otras partes del cuerpo-. De hecho, la mayor parte de los cánceres de hígado son metástasis provenientes de otros órganos. El hígado y el pulmón son los órganos más frecuentemente afectados por metástasis provenientes de tumores originados en otras localizaciones. Existen varios tipos de cáncer de hígado, siendo el más frecuente el hepatocarcinoma


¿A cuánta gente afecta el cáncer de hígado?

Se trata de uno de los cánceres más comunes, aunque su frecuencia varía en función del sexo, la etnia y el área geográfica. Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), la incidencia es alta en el sudeste asiático y el África subsahariana; mediana, en los países mediterráneos y en el norte de Brasil, y baja en América, Australia y norte de Europa.

La incidencia aumenta con la edad y es más alta en los hombres -3 varones por cada mujer en áreas de bajo riesgo y 7 varones por cada mujer en zonas de alto riesgo-. En España, la incidencia oscila en torno a 12 casos cada 100.000 hombres y 3,5 cada 100.000 mujeres, cifras similares a la de Francia y que solo superan Italia y Grecia.

El informe “Las cifras del cáncer en España 2019,” publicado por la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), advierte que la incidencia estimada de cáncer de hígado en España ese año fue de 6.499 casos (4.869 varones y 1.630 mujeres), lo que supuso el 2,3 % de todos los cánceres. Es el séptimo tipo de tumor con mayor incidencia en varones y el decimoquinto en mujeres.


¿Qué tipos de cáncer de hígado hay?

El cáncer de hígado puede ser primario o secundario, en función de si ha originado en el propio órgano o en otra parte del cuerpo. Dentro de los primarios existen los siguientes tipos:

  • Carcinoma hepatocelular. Es el más frecuente en adultos, ya que supone el 75% de los casos de cáncer primario de hígado en la población de esta edad, según la American Society of Clinical Oncology (ASCO). Por este motivo, cuando no se especifica el tipo de cáncer de hígado, el término está designando este tipo de tumor. El patrón de crecimiento del carcinoma hepatocelular varía. En ocasiones, comienza como un tumor único que va creciendo y, en otras, se disemina en forma de tentáculos por el hígado o comienza como múltiples y pequeños nódulos que se localizan por todo el órgano.
  • Cáncer de conductos biliares o colangiocarcinoma intrahepático. Se origina en las células de los conductos biliares que hay en el interior del hígado, un tubo delgado que se extiende hasta el intestino delgado, y cuya función es la de transportar la bilis hasta la vesícula biliar. Entre el 10% y el 20% de los casos de cáncer primario de hígado en adultos son colangiocarcinomas.
  • Sarcomas hepáticos (angiosarcoma y hemangiosarcoma). Muy poco frecuentes. Constituyen el 1% de los casos de cáncer primario de hígado en adultos, según la American Society of Clinical Oncology (ASCO). Se desarrollan a partir de las células que revisten los vasos sanguíneos del hígado y crecen con gran rapidez.
  • Hepatoblastoma. Este tipo de cáncer de hígado, poco común, se desarrolla en la población infantil, generalmente, en menores de 4 años.

En adultos europeos y estadounidenses, es más frecuente el cáncer de hígado secundario o metastásico. Este tumor, se ha propagado desde otra parte u órgano del cuerpo como el seno, el páncreas, el colon o el pulmón por vía sanguínea. Igualmente, existen tumores en el hígado benignos como los hemangiomas -el más común-, los adenomas hepáticos o la hiperplasia nodular focal, el hamartoma, el teratoma y el fibroma. Es frecuente que se detecten como hallazgo casual durante una exploración y en general sólo requieren seguimiento.


¿Cuáles son sus causas y factores de riesgo?

Las causas más importantes del carcinoma hepatocelular son:

  • La cirrosis hepática. Es una degeneración del hígado en el que el tejido sano acaba siendo sustituido por cicatrices y heridas. Las causas más frecuentes son el consumo de alcohol, hepatitis que evolucionan, autoinmunes o por obstrucción de vías biliares. El hígado pierde poco a poco su funcionalidad. Además es una situación que puede derivar en cáncer. De hecho, es la principal causa de carcinoma hepatocelular, por lo que las personas que padecen esta enfermedad tienen más probabilidades de desarrollarlo.
  • Las infecciones crónicas por el virus de la hepatitis B y de la hepatitis C y D. Es la causa más frecuente en los países asiáticos y el África subsahariana, donde el factor de riesgo predominante es la infección por el virus de la hepatitis B.
  • El abuso de alcohol. El consumo excesivo de alcohol de manera continuada puede llevar a una cirrosis hepática y aumentar el riesgo de cáncer de hígado. De hecho, se trata de la causa de origen no vírico más importante de esta enfermedad y, en Europa y América, la más frecuente.
  • El hígado graso no alcohólico. El aumento de la prevalencia de la obesidad y la diabetes ha aumentado la incidencia de esta enfermedad, que lleva a una acumulación de grasa en el hígado, así como de la esteatohepatitis no alcohólica, que puede producir fibrosis, cirrosis y, finalmente, hepatocarcinoma.
  • Exposición a aflatoxinas. Se trata de un tipo de toxinas producidas por ciertos hongos en cultivos incorrectamente almacenados. Pueden contaminar alimentos como los granos, cacahuetes y las nueces. En nuestro medio, con los exhaustivos controles alimentarios y sanitarios de los que disponemos, es extremadamente raro.

Otras causas menos frecuentes son la hepatitis autoinmune o enfermedades hepáticas hereditarias como la enfermedad de Wilson o la acumulación excesiva de hierro en el hígado -hemocromatosis-, la desnutrición y el polvo de cloruro de vinilo (que suele ser causa de angiosarcoma).


¿Qué síntomas tiene el cáncer de hígado?

Con frecuencia, los signos y síntomas del cáncer de hígado solo aparecen cuando la enfermedad ha avanzado. Padecer alguno de estos síntomas no indica con seguridad la existencia de un cáncer, ya que muchos de ellos se pueden deber a otras patologías. Incluso la mayoría son síntomas de esas enfermedades que pueden predisponer a un cáncer hepático. Por ello, si se presentan, es un buen momento para visitar al médico y descartarlo o detectarlo en un estadio temprano, con mejores probabilidades de supervivencia.

La sensación de saciedad es uno de los síntomas del cáncer de hígado.

Algunos de los más comunes son:

  • Cansancio mantenido.
  • Pérdida de peso de origen desconocido.
  • Pérdida del apetito de forma mantenida.
  • Sensación de saciedad tras comer poco.
  • Náuseas o vómitos que no ceden con el tiempo.
  • Agrandamiento del hígado (en situación normal el hígado no se debe palpar por debajo de las costillas. Cuando se agranda -hepatomegalia- aparece una zona o barra sólida bajo de las costillas del lado derecho).
  • Agrandamiento del bazo -esplenomegalia-: se palpa bajo las costillas del lado izquierdo.
  • Dolor en el abdomen o cerca del omóplato derecho.
  • Hinchazón o acumulación de líquido en el abdomen.
  • Picor en la piel, sobre todo en las plantas de las manos y de los pies sin causa conocida.
  • Coloración amarillenta de la piel y los ojos (ictericia).
  • Heces blancas o blanquecinas.
  • Orina con color parecido al coñac.
  • Aparición de hematomas sin causa aparente y de forma repetida

Las personas con hepatitis crónica o cirrosis pueden sentirse peor de lo habitual o puede suceder que únicamente varíen los resultados de los análisis de laboratorio.

Algunos tumores del hígado pueden secretar hormonas que actúan en otros órganos y causan también distintos síntomas. Por ejemplo:

  • Altos niveles de calcio en la sangre (hipercalcemia). Se manifiesta con síntomas como nauseas, confusión, estreñimiento, debilidad o problemas musculares.
  • Bajos niveles de azúcar en la sangre (hipoglucemia). Provoca cansancio o debilidad.
  • Aumento del tamaño de los senos y/o reducción del tamaño de los testículos en los hombres.
  • Altos niveles de glóbulos rojos (eritrocitosis), lo que puede provocar enrojecimiento y sensación de rubor.
  • Altos niveles de colesterol.

¿Cómo se diagnostica el cáncer de hígado?

Para diagnosticar el cáncer de hígado, se realiza un examen físico y un análisis de sangre que detectará la posible presencia de determinadas sustancias, así como de los virus de la hepatitis B o C u otras hepatitis virales. En función de los resultados, pueden llevarse a cabo las siguientes pruebas:

  • Pruebas de diagnóstico por imagen. Entre ellas, se encuentra la ecografía (la prueba de imagen más empleada en el diagnóstico inicial), la exploración por tomografía computarizada (TAC o scanner), la resonancia magnética y el angiograma.
  • Biopsia. En casos de sospecha tras los anteriores exámenes, se puede tomar una biospia. Bajo anestesia se obtiene una cantidad pequeña de tejido, que luego se analiza en el laboratorio.

Si se confirma un cáncer pueden ser necesarias pruebas adicionales para conocer su estadio, extensión, tamaño, ubicación y si se ha propagado. Para ello, se llevan a cabo pruebas de imagen como tomografías computarizadas, resonancias magnéticas y gammagrafías óseas.


¿Cómo se trata y qué pronóstico tiene este tipo de cáncer?

Según la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD), el diagnóstico del cáncer de hígado en las etapas iniciales permite una supervivencia a cinco años del 70%.

El tratamiento adecuado dependerá de en qué grado haya avanzado la enfermedad en el momento de la detección, así como de la edad y el estado general de salud del paciente. Algunos de los tratamientos pueden combinarse o aplicarse en secuencia en función de la evolución. Puede ser frecuente emplear quimio o radioterapia para reducir el volumen del tumor antes de la cirugía, por ejemplo. Entre los tratamientos del cáncer de hígado se encuentran:

  • Cirugía. Con el objetivo de extraer el tumor. En algunos casos la resección puede ser tan amplia que requiera de un trasplante de hígado.
  • Tratamientos localizados. Entre estos, se encuentra el tratamiento por radiofrecuencia (utiliza corriente eléctrica para calentar y destruir las células cancerígenas), la crioablación (destruye las células por congelación), la inyección de alcohol en el tumor, la administración directa de quimioterapia o de radiación en el hígado mediante esferas diminutas.
  • Radioterapia. Destruye las células cancerígenas con energía de gran potencia procedente de fuentes como rayos X, electrones o protones. Terapia dirigida. Se administran fármacos que se enfocan en el tratamiento de anomalías específicas del tumor. Inmunoterapia. Este tratamiento suele emplearse en fases avanzadas de la enfermedad. Se basa en utilizar el propio sistema inmunitario del paciente para combatir el cáncer.
  • Quimioterapia. Son medicamentos que destruyen las células de rápido crecimiento, entre las que se encuentran las cancerosas.
  • Cuidados paliativos. Ofrecen alivio del dolor y otros síntomas en estadios avanzados de la enfermedad. Pueden complementarse con otros tratamientos como la cirugía, la quimioterapia o la radioterapia.

¿Se puede prevenir?

La mejor prevención del cáncer de hígado es evitar las situaciones que con mayor frecuencia pueden derivar en esta enfermedad. Evitar el alcohol o disminuir su consumo evita la cirrosis y por tanto la probabilidad de cáncer de hígado. Vacunarse contra la hepatitis B y, si se sospecha, detectar la posible infección por otros virus que causan hepatitis. Evitar la obesidad. De esta forma podemos reducir sustancialmente el riesgo.

Cómo prevenir el cáncer de hígado

Para prevenir el cáncer de hígado, es importante evitar o reducir los factores de riesgo asociados

  • 1. Elimina o reduce tu consumo de alcohol.
    Es la mejor manera de prevenir la cirrosis hepática, uno de los principales factores de riesgo en los países europeos. En caso de padecerla, cuídate siguiendo los siguientes consejos.
  • 2. Vacúnate de la hepatitis B.
    Puedes consultar otras maneras de prevenir esta infección en este enlace.
  • 3. Protégete de la hepatitis C y D.
    Su transmisión en similar a la del VIH por lo que la prevención es parecida. Por ejemplo, mantén relaciones sexuales con preservativo o, si te haces un piercing o un tatuaje, asegúrate de que eliges un establecimiento que garantice la seguridad e higiene. En caso de usar jeringas, confirma que estén esterilizadas.
  • 4. Lleva un estilo de vida saludable.
    Hábitos como una alimentación equilibrada y la práctica regular del ejercicio te ayudarán a mantener un peso saludable ya prevenir enfermedades como la diabetes y el hígado graso. También puedes poner en práctica estas pautas.

Fuentes

*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.