Cáncer de vejiga
De la mano de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) explicamos qué es el cáncer de vejiga, que ocupa el noveno lugar en cuanto al número de diagnósticos de cáncer a nivel mundial.
¿Qué es la vejiga?
La vejiga se encuentra situada en la parte inferior del abdomen en una zona denominada pelvis. En el caso de la mujer se localiza justo por delante de la vagina y en íntimo contacto con ella; y en el caso del hombre guarda una estrecha relación con la glándula prostática, la cual abraza el segmento más inicial de la uretra.
La pared de la vejiga está dividida en distintas capas. La más interna, en contacto con la orina, es la mucosa revestida del epitelio urotelial o de transición. A continuación se encuentra el músculo detrusor de la vejiga, cuya contracción exprime toda la orina hacia el exterior durante la micción. La última capa y más superficial es la serosa, por donde llegan los vasos sanguíneos y nervios hacia la vejiga.
¿Cuál es la incidencia del cáncer de vejiga?
El cáncer de vejiga es un tumor mucho más frecuente de lo que parece. En concreto, ocupa el noveno lugar en cuanto al número de diagnósticos de cáncer a nivel mundial. En España ocupa el quinto lugar en incidencia en ambos sexos con una estimación de 22.097 casos nuevos en 2024.
La media de edad al diagnóstico se encuentra en torno a los 70 años. Curiosamente existen diferencias geográficas marcadas, siendo los tumores de la vía urinaria mucho más frecuentes en el oeste europeo (incluida España) y América del Norte, que en otros lugares como Asia o Europa del este.
La mayoría de estos tumores se diagnostican en fases precoces de desarrollo y se pueden curar con cirugías más o menos extensas. Sin embargo, cuando el tumor está más avanzado, la curación puede ser difícil y los objetivos del tratamiento cambian hacia prolongar la supervivencia y mejorar la calidad de vida del enfermo.
¿Cuáles son los factores de riesgo del cáncer de vejiga?
Entre los factores de riesgo vinculados al cáncer de vejiga se encuentran el tabaco o enfermedades como el Virus del Papiloma Humano (VPH). También existe un componente hereditario en algunos casos.
La principal causa conocida del cáncer de vejiga es el tabaco, al que se atribuyen en torno al 40% de todos los casos diagnosticados. El tabaco no sólo afecta a las vías respiratorias a través del humo sino que existen múltiples productos carcinógenos contenidos en los cigarrillos que son absorbidos y eliminados por la orina afectando en gran medida a las células de la pared de la vía urinaria.
Algunos estudios defienden la relación entre la infección por HPV (virus del papiloma humano) y el cáncer de vejiga. Se estima que hasta un 17% de estos tumores podrían deberse en parte al hecho de ser portador de serotipos del HPV de alto riesgo.
También existen factores de riesgo más minoritarios o con menor incidencia en nuestro país. Entre ellos, se encuentran:
- La exposición a algunas sustancias químicas de uso industrial (ciertos metales, tintes y gomas)
- La exposición a fármacos como la ciclofosfamida, o la esquistosomiasis, una infección producida por un parásito que suele encontrarse en África y ciertas regiones de América Latina.
No se ha demostrado de forma clara que la presencia de antecedentes familiares de cáncer de vejiga aumente el riesgo de desarrollar la enfermedad en otros miembros de la misma familia, aunque el diagnóstico en pacientes menores de 60 años debería considerar con especial atención.
¿Puede prevenirse el cáncer de vejiga?
La mejor manera de prevenir el cáncer de vejiga es evitar el consumo de tabaco, dado que como hemos comentado es el factor de riesgo más importante para desarrollar la enfermedad.
¿Cuáles son sus principales síntomas?
El síntoma principal para sospechar un cáncer de vejiga es la aparición de sangre en la orina (hematuria) sin dolor asociado durante la micción. La aparición de sangre en la orina puede detectarse a simple vista (hematuria macroscópica) o en un análisis de orina (microscópica). Aunque existen varios procesos no tumorales por los que puede aparecer sangre en la orina, incluyendo los cálculos en la vía urinaria y las infecciones de orina, la hematuria es un síntoma importante por el que siempre se debe consultar con un médico.
Los tumores de vejiga también pueden dar como síntomas molestias urinarias, incluyendo necesidad de orinar con más frecuencia y en poca cantidad, dolor o escozor al orinar, o ganas de orinar justo después de acabar de hacerlo; y todo ello sin necesidad de provocar hematuria asociada.
Cuando existen metástasis en otros órganos éstas pueden producir síntomas muy variados, dependiendo de su localización. Los sitios más frecuentes en los que aparecen metástasis del cáncer de vejiga son los huesos y el pulmón, aunque también pueden aparecer en el hígado, cerebro y casi cualquier órgano.
¿Cómo puede detectarse?
Cuando se sospecha un cáncer de vejiga, además de preguntar por los síntomas y explorar al paciente, deben realizarse ciertas pruebas complementarias para confirmarlo y para determinar el subtipo tumoral y el estadio de la enfermedad:
- Analítica general de sangre: es especialmente importante controlar la función del riñón, porque en los pacientes con cáncer de vejiga con frecuencia está alterada. La función del riñón se determina con una prueba analítica llamada creatinina. Además, la hematuria puede generar anemia u otras alteraciones que también serán visibles en este examen.
- Analítica de orina: la presencia de células uroteliales malignas en la orina detectadas mediante un estudio citológico confirma el diagnóstico. Sin embargo, la citología de orina no es muy sensible, y suele haber enfermos con cáncer de vejiga sin alteraciones destacables en su analítica de orina.
- Ecografía abdominal y de la vía urinaria: permite observar con detalle los riñones, uréteres y la vejiga siempre que se encuentren llenos de orina. Es una prueba no invasiva e inocua para el paciente que en muchos casos es capaz de detectar los tumores vesicales, y evaluar su alcance sobre la vía urinaria o el resto de órganos abdominales.
- Cistoscopia: la cistoscopia es el método “gold estándar” para el diagnóstico y estadificación local del cáncer de vejiga. Consiste en introducir en la vejiga a través de la uretra un tubo flexible equipado con una pequeña cámara de vídeo. Esto nos permite observar el interior de la vejiga, e incluso se pueden realizar algunas intervenciones, como quitar pólipos, tomar biopsias, etc. Se puede realizar en la consulta, sin necesidad de anestesia general aunque si se prevé una manipulación importante de la vejiga suele hacerse en quirófano.
- Tomografía axial computarizada (TAC) del tórax y/o resonancia nuclear magnética (RNM) del abdomen y de la pelvis: suele realizarse especialmente si existe sospecha de que el tumor haya avanzado hasta capas más profundas de la vejiga. Estos estudios permiten determinar el estadio tumoral.
Además pueden realizarse en algunos casos:
- TAC o RNM cerebral: si se sospecha la existencia de metástasis cerebrales.
- Gammagrafía ósea: si pueden existir metástasis óseas.
- Resección transuretral (RTU): consiste en una operación para poder observar el interior de la vejiga y realizar resecciones con más profundidad que la cistoscopia. Es una intervención que requiere anestesia pero también se lleva a cabo a través de la uretra y supone una mínima agresión para el paciente.
¿Qué tratamientos existen?
El tratamiento de los tumores de vejiga se realiza en función del estadio que presentan.
– Estadios 0 y I:
Los pacientes con tumores de vejiga en estadios 0 y I se curan con el tratamiento adecuado en la mayoría de los casos, aunque tienen un riesgo alto de volver a reaparecer. El tratamiento y el seguimiento de estos tumores lo realizan habitualmente los médicos especialistas en Urología. Según el Estadio (0 ó 1), el grado del tumor y la presencia de otros factores, el tratamiento puede consistir únicamente en extirpar el tumor mediante cistoscopia y resección transuretral o; en otros casos, puede ser necesario administrar un tratamiento complementario con inmunoterapia o quimioterapia directamente dentro de la vejiga, a través de una sonda vesical, mediante una o diversas instilaciones periódicas.
Para aquellos pacientes con enfermedad precoz refractaria a terapia estándar intravesical la cistectomía continúa siendo una opción a discutir. No obstante, nuevas alternativas terapéuticas se encuentran en estudio en pro de evitar la resección de la vejiga a estos pacientes. Algunas de las más desarrolladas clínicamente a día de hoy son la inmunoterapia sistémica con inhibidores de puntos de control del sistema inmune, o incluso dispositivos intravesicales con quimioterapia hipertérmica.
– Estadios II y III y IV (sin metástasis a distancia):
En el carcinoma urotelial músculo-invasivo el tratamiento de elección es la cistectomía radical con linfadenectomía. Se recomienda el tratamiento neoadyuvante con quimioterapia basada en cisplatino para pacientes con tumores cT2/4N0M0, o como tratamiento adyuvante en pacientes con factores de alto riesgo (pT3/4 y/o afectación ganglionar) después de la cistectomía radical.
Además, se puede valorar la preservación de la vejiga empleando lo que se conoce como tratamiento trimodal, que incluye resección transuretral máxima y posterior tratamiento concomitante con quimioterapia y radioterapia, para pacientes seleccionados que deseen evitar o no puedan tolerar la cirugía.
Recientemente, por primera vez, la inmunoterapia ha demostrado su eficacia en el contexto adyuvante. Nivolumab, un anti-PD-1, ha demostrado un impacto positivo en la supervivencia libre de progresión en pacientes con factores de alto riesgo después de la cistectomía radical (pT3/4 y/o afectación ganglionar), que no han recibido tratamiento neoadyuvante, y no son candidatos (o rechazan) el tratamiento con cisplatino. Asimismo, ha demostrado su eficacia en pacientes que tras un tratamiento neoadyuvante presentan factores de alto riesgo (ypT2/4 y/o afectación ganglionar).
– Estadio IV con metástasis a distancia:
El objetivo del tratamiento es controlar o retrasar la aparición de los síntomas y aumentar la supervivencia de los pacientes.
. El tratamiento con cirugía, además de ser más complicado, no consigue la curación de la enfermedad, por lo que no suele realizarse salvo con una intención paliativa muy ocasionalmente. Las opciones de tratamiento incluyen quimioterapia, inmunoterapia, anticuerpos conjugados o terapia dirigida.
Durante los últimos 40 años, el tratamiento de elección para la enfermedad metastásica ha sido la quimioterapia basada en platinos. Sin embargo, en el último año, la inmunoterapia y los anticuerpos conjugados han marcado un hito en el manejo del carcinoma urotelial metastásico.
En las segundas y sucesivas líneas de tratamiento, en los últimos años, el abanico de opciones también se ha ampliado notablemente, desde la inmunoterapia, pasando por anticuerpos conjugados o terapias dirigidas frente al factor de crecimiento de fibroblastos (FGFR)
Fuentes
- Artículo elaborado por SEOM.
*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.