Deterioro cognitivo leve

¿Qué es el deterioro cognitivo leve?

El deterioro cognitivo leve es una afección que hace que la persona que lo sufre tenga más problemas de memoria o alteraciones en el pensamiento que lo normal para alguien de su edad. Es decir, se trata de un déficit cognitivo superior al que cabría esperar para la edad y nivel cultural de una persona. Los síntomas no son tan graves como lo de la enfermedad de Alzheimer u otras demencias. Por lo general las personas con esta afección pueden cuidar de sí mismas y realizar las tareas cotidianas habituales.

No obstante, las personas que lo presentan tienen un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer u otra demencia relacionada. Según la Alzheimer’s Association, del 10% al 15% de las personas con este problema desarrollarán demencia, pero el resto no lo hará. Es posible, incluso, que experimenten mejoras con el paso del tiempo.

El deterioro cognitivo leve se caracteriza por la disminución a una edad temprana de capacidades cognitivas como la memoria, el pensamiento, la atención, el lenguaje, las funciones ejecutivas y cualquier otra. Tanto la persona afectada como sus allegados pueden percibir estos cambios, que, sin embargo, no llegan a interferir en su vida cotidiana. Por tanto, la persona sigue siendo autónoma e independiente en su día a día, al contrario de lo que puede llegar a ocurrir con la demencia.


¿Afecta a muchas personas?

Según la edición de 2022 de Datos y cifras sobre la enfermedad de Alzheimer de la Alzheimer’s Association, entre el 12% y el 18% de personas de la edad de 60 años o mayores están viviendo con daño cognitivo leve.

Por su parte, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología sitúa en su publicación Revista Española de Geriatría y Gerontología la prevalencia de esta enfermedad entre el 3% y el 53%, con tendencia a que se produzca un aumento progresivo a partir de los 65 años y un estancamiento a partir de los 85 años.


¿Cuáles son las causas y factores de riesgo del deterioro cognitivo leve?

No se conoce la causa exacta. En algunos casos, podrían influir los cambios cerebrales que tienen lugar en las primeras etapas de la enfermedad de Alzheimer u otras enfermedades neurodegenerativas. En otros no hay una demencia o Alzheimer subyacente y la causa es desconocida y probablemente multifactorial.

Existen múltiples factores que podrían influir en la aparición de este problema de salud. Entre ellos, destacan los siguientes:

  • Edad avanzada. Como se comentaba anteriormente, el riesgo de padecer esta condición aumenta al envejecer.
  • Genética. Tener antecedentes familiares de alzhéimer u otras demencias o poseer un tipo de gen denominado APOE e4 aumenta el riesgo. No obstante, poseer este gen no significa que la persona desarrollará deterioro cognitivo.
  • Sufrir enfermedades cardiovasculares.
  • Padecer otros problemas de salud como diabetes, hipertensión, hipercolesterolemia, obesidad, apnea obstructiva del sueño o un tumor.
  • Sufrir estrés, depresión o pensamientos negativos.
  • Hábitos tóxicos o poco saludables como fumar, beber alcohol en exceso o llevar un estilo de vida sedentario.
  • El consumo de determinados medicamentos.
  • La falta de actividad mental y/o social estimulante.
  • Tener un nivel educativo bajo.

¿Cómo se manifiesta?

Los síntomas de esta afección se sitúan entre los que se consideran cambios normales debido a la edad y los que se presentan en etapas tempranas de una demencia. En función de las habilidades de pensamiento afectadas, existen dos tipos principales de deterioro cognitivo leve:

  • Amnésico. Afecta a la memoria, sobre todo a la episódica —capacidad para aprender y retener información nueva—. La persona puede comenzar a olvidar de manera recurrente información importante que antes recordaba sin problemas. Por ejemplo, puede perder cosas a menudo u olvidar citas médicas, eventos sociales o familiares, conversaciones o hechos recientes. Es el tipo más frecuente y el que más a menudo indica una evolución a enfermedad de Alzheimer.
  • No amnésico. Conserva la memoria, pero afecta a otras habilidades cognitivas distintas, como la atención, la percepción visual y/o espacial, la capacidad de tomar decisiones o el lenguaje. Por ejemplo, la persona puede sufrir dificultad para encontrar las palabras adecuadas al hablar o para seguir conversaciones o instrucciones complejas, así como sufrir cambios de humor, depresión ansiedad, agresividad, irritabilidad o apatía. Si evoluciona, suele a hacerlo a otras formas de demencia como la frontotemporal, la afasia progresiva primaria o la demencia por cuerpos de Lewy.
  • Amnésico multidominio. Además de a la memoria, afecta a otros dominios o áreas cognitivas.
  • No amnésico multidominio. Altera dos o más dominios diferentes, pero conserva la memoria.

Como se comentaba al inicio, estos cambios son suficientemente importantes como para ser notados por la propia persona afectada y por sus familiares y otras personas de su entorno, aunque no afectan a su capacidad para desenvolverse en la vida diaria. Es importante que si se detectan estos cambios se anime a la persona afectada a acudir al médico.

Por otro lado, los anteriores síntomas pueden mantenerse estables durante años, mejorar o, en algunos casos avanzar hacia demencia.


¿Cómo se trata?

Aunque en la actualidad se sigue investigando un tratamiento específico para el deterioro cognitivo leve, los síntomas suelen tratarse con medicamentos como los inhibidores de la enzima acetilcolinesterasa (IACE) y antagonistas de la NMDA. Ambos son capaces de mejorar la memoria y la función cognitiva, retrasar el deterioro cerebral y la posible aparición de demencia y, en consecuencia, mejorar la calidad de vida y contribuir a que la persona afectada siga manteniendo su independencia durante sus actividades cotidianas.

También pueden ser beneficioso el consumo de ácidos grasos omega 3, vitamina E, vitamina B12 y ácido fólico y probióticos.

Es importante que la toma de medicamentos esté siempre controlada por un médico. Existen fármacos para determinadas alteraciones cuyos efectos secundarios pueden estar afectando a las funciones cognitivas. En estos casos el profesional sanitario valorará la necesidad de interrumpir su uso.

Igualmente, puede ser necesario tratar la posible causa subyacente como, por ejemplo, la diabetes, la depresión o la apnea del sueño o controlar y tratar los factores de riesgo cardiovascular como el consumo de tabaco o el control de la hipertensión arterial.

Por último, pueden llevarse a cabo intervenciones no farmacológicas con el fin de mejorar la calidad de vida de la persona afectada como la estimulación cognitiva, el entrenamiento cognitivo, la musicoterapia, la rehabilitación cognitiva, intervenciones sensoriales y la estimulación a través del uso de nuevas tecnologías, entre otras.

10 consejos para mantener tus rodillas sanas

Las lesiones y problemas de la rodilla pueden prevenirse o aliviarse, si se tienen en cuenta una serie de sencillas recomendaciones:

  • 1. Mantén tu mente activa.
    La estimulación del cerebro contribuye a prevenir o retrasar el deterioro cognitivo. Por ello, realiza ejercicios sencillos de memoria como recordar la lista de la compra y lleva a cabo regularmente actividades que estimulen tu cerebro como leer, escribir o hacer pasatiempos. Amplía tus conocimientos sobre materias que te interesen o aprende nuevas aficiones.
  • 2. Conéctate con tu entorno.
    Procura interesarte en tu entorno e involucrarte en el día a día de las personas que te rodean. Mantén y refuerza las relaciones sociales, incluso haz nuevas. El contacto con otras personas es un buen ejercicio intelectual, emocional y social.
  • 3. Aliméntate de manera saludable.
    Sigue una dieta abundante en fruta, verdura y fibra, y baja en grasas saturadas y azúcares refinados. Toma también con regularidad proteínas de calidad como legumbres y alimentos ricos en omega-3 como el pescado azul y los frutos secos.
  • 4. Practica ejercicio de manera regular.
    Además de mejorar tu condición cardiovascular y tu estado general de salud, la actividad física mejora la circulación sanguínea y, por tanto, el flujo de oxígeno al cerebro. También está demostrado que el ejercicio físico practicado regularmente constituye un factor de protección de la atrofia cerebral. Consulta a tu médico qué actividad es la más adecuada para ti o sigue las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Adapta el ejercicio a tus condiciones físicas y date tiempo: empezar poco a poco te permitirá ir incrementando la intensidad sin caer en lesiones.
  • 5. Evita los hábitos tóxicos o poco saludables.
    La alimentación equilibrada y el deporte deben acompañarse de otros hábitos como eliminar el consumo de tabaco y reducir o eliminar el alcohol, ya que aumentan el riesgo de sufrir deterioro cognitivo leve.
  • 6. Mantén una rutina del sueño adecuada.
    El descanso reparador es fundamental para un correcto funcionamiento cognitivo. Por tanto, trata de dormir ocho horas al día y siguiendo siempre unos horarios regulares. Evita las siestas largas durante el día -no más de media hora- y, por la noche, cena de manera ligera y no bebas demasiados líquidos antes de ir a la cama para evitar que las ganas de ir al baño te despierten.
  • 7. Toma medidas para prevenir las caídas y lesiones en la cabeza.
    En caso de que tengas limitaciones de movilidad, usa bastón o andador al caminar si te hace sentir más seguro. Trata de que tu casa esté adecuadamente iluminada y evita las alfombras y objetos en el suelo, si pueden incrementar el riesgo de que tropieces.
  • 8. Aprende a controlar el estrés.
    Practicar de manera regular actividades como relajación, meditación, mindfulness o yoga te ayudará a neutralizar la activación fisiológica del organismo que produce el estrés y te proporcionará un mayor control de las emociones.

Fuentes

*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.