Disfagia
¿Qué es la deglución?
La deglución es un proceso muy complejo, en el que el alimento que ingerimos se desplaza desde la boca hasta el estómago. En él, se sincronizan distintas estructuras musculares con la participación del sistema nervioso.
Se divide en tres fases:
- Oral o bucal: una fase voluntaria que comienza con la masticación del alimento que, mezclado con la saliva, forma el bolo alimenticio. Después, este es impulsado por la lengua al interior de la faringe.
- Faríngea: es una fase involuntaria que va activando el bolo a su paso. Se compone de mecanismos muy complejos y coordinados que impulsan el alimento a lo largo de la faringe hacia el esófago, al tiempo que evitan que el bolo entre en las vías respiratorias a través de la laringe.
- Esofágica: se trata también de una fase involuntaria, que se inicia cuando el bolo alimenticio llega al esófago. Mediante un mecanismo de contracción rítmico y automático (llamado contracción peristáltica) del músculo esofágico y la relajación de forma coordinada del esfínter que separa el esófago del estómago, el bolo pasa a este último, donde termina el proceso.
¿Qué es la disfagia?
La disfagia es la dificultad para deglutir los alimentos –en general, tanto sólidos como líquidos, de manera que se produce una alteración en el desplazamiento del bolo alimenticio desde la boca al estómago, en cualquiera de las fases anteriormente explicadas. Esta alteración puede ser debida a una causa tanto orgánica como funcional.
Las personas que la padecen suelen describir la sensación de que la comida no desciende bien o de que se queda pegada o atascada.
Aunque bastante desconocida y, en muchos casos, no diagnosticada, es importante detectar la disfagia en los estadios iniciales porque, de lo contrario, puede deteriorarse mucho la calidad de vida y llegar a ser mortal. Por fortuna, tiene tratamiento y, en algunos casos, puede llegar incluso a curarse.
¿A quién afecta?
En general, la incidencia de esta enfermedad es mayor a medida que avanza la edad de las personas. No obstante, y si bien la edad conlleva alteraciones en la deglución, estas por sí solas no tienen por qué producir disfagia. Siempre que aparezca disfagia, aunque sea en personas de edad avanzada, hay que descartar enfermedades subyacentes, como por ejemplo las neurológicas o neurodegenerativas, otorrinolaringológicas, esofágicas u otras que veremos más adelante.
La Organización Mundial de Gastroenterología habla de una tasa de prevalencia de esta enfermedad de un 11% en la población general.
Según la Fundación de Recerca en Gastroenterologia (Furega), la incidencia de este trastorno está creciendo y afecta al 25% de la población mayor de 70 años y a entre 30 y 40 millones de europeos.
¿Qué tipos de disfagia hay?
En función de la fase de la deglución que se vea afectada, existen dos posibles tipos de disfagia:
- Orofaringea: la deglución sufre alteraciones en la fase oral y/o en la faríngea. Esta es la que predomina en la población anciana, asociada a trastornos neurológicos, como por ejemplo: ictus, enfermedad de Parkinson y Alzheimer, entre otros.
- Esofágica: la fase afectada es la esofágica. Las enfermedades que la provocan pueden originar afectación de la movilidad del esófago o ser causantes de alguna obstrucción que impida o dificulte el paso del bolo alimenticio del esófago al estómago. Las enfermedades que la causan son más variadas y es posible que tengan un tratamiento más específico.
¿Cuáles son las causas de la disfagia?
La Fundación Española de Aparato Digestivo (FEAD) las divide, de forma general, en:
- Enfermedades que afectan a la mucosa: lo que disminuye el espacio de paso del bolo alimenticio. Por ejemplo, los tumores intraesofágicos o infecciones como la candidiasis esofágica.
- Enfermedades que afectan al músculo implicado en cada fase: por ejemplo, el esfínter esofágico superior o la musculatura esofágica.
- Enfermedades del sistema nervioso central o periférico: que impiden que se genere el estímulo nervioso adecuado o lo hacen de forma descoordinada. En consecuencia, la musculatura de las distintas áreas no se contrae adecuadamente.
- Enfermedades que afectan a estructuras adyacentes al sistema de deglución: como la laringe o la tiroides, que llegan a comprimirlo o invadirlo.
Además, en función de los tipos de disfagia que hemos explicado antes, podemos detallar, en líneas generales, las siguientes causas:
Causas de la disfagia orofaríngea:
- Causas neuromusculares: Accidente Cerebrovascular, Enfermedad de Parkinson, Miastenia Gravis, demencias, Esclerosis Múltiple, Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), enfermedades de los nervios periféricos (neuropatías periféricas) o enfermedades de los músculos (miopatías).
- Lesiones que causan obstrucción: bocio, divertículo faringoesofágico, tumores malignos en esa zona, masas en el mediastino anterior (un espacio situado en el centro del tórax, por detrás del esternón).
Causas de disfagia esofágica:
- Neuromusculares: acalasia (un trastorno del esófago), Espasmo Esofágico Difuso, hipertensión del esfínter esofágico inferior, enfermedades del tejido conectivo (Esclerodermia, Lupus, Artritis Reumatoide),..
- Lesiones que causan obstrucción: bien de forma intrínseca (por ejemplo tumores, membranas o anillos esofágicos, cuerpos extraños en el esófago, estrechamiento esofágico por químicos, radioterapia, infecciones…) o de forma extrínseca (masas mediastínicas, alteraciones vasculares, que comprimen la estructura esofágica).
¿Cuáles son sus primeros síntomas?
La disfagia pude variar de leve a severa. En cualquier caso, es un síntoma grave, que requiere valoración inmediata. Con frecuencia, las personas que la padecen no son conscientes de sus síntomas, que pueden ser:
- Dificultad para iniciar la deglución o necesidad de tragar varias veces.
- Sensación de parada u obstrucción del alimento en cualquier tramo desde la garganta hasta la entrada del estómago.
- Tos al ingerir sólidos o líquidos.
- Caída de los alimentos de la boca o babeo al comer.
- Sensación de residuo en la boca o faringe y tener que tragar varias veces.
- Dolor.
- Náuseas, vómito o regurgitación (la vuelta del alimento a la boca).
- Alteraciones de la voz: voz nasal.
¿Qué otras consecuencias y complicaciones puede provocar la disfagia?
La dificultad para deglutir puede llegar a provocar las siguientes complicaciones:
- Desnutrición, malnutrición o pérdida de peso sin causa aparente, que pueden llegar a ser el único síntoma visible.
- Deshidratación.
- Infecciones de las vías respiratorias: como la neumonía aguda recurrente o enfermedades pulmonares crónicas. Son resultado de que la persona afectada aspire secreciones o parte del alimento que come o bebe. Pueden ser muy graves, incluso mortales.
- Si el alimento pasa a las vías respiratorias, pueden sufrirse también ahogos.
- En general, se puede producir un deterioro de la calidad de vida, ya que muchos enfermos no pueden alimentarse con normalidad y cambian sus hábitos dietéticos. Pueden ser necesarios ingresos hospitalarios, se origina mayor dependencia, aislamiento social, mayor carga de cuidados e institucionalización de estas personas.
- En ocasiones, la disfagia puede producir afagia, que es la incapacidad total para deglutir. En este caso, se ha de recurrir a la alimentación asistida a través de sondas.
¿Cómo se trata la disfagia?
Como hemos comentado, es crucial realizar un diagnóstico precoz de la enfermedad, cuyo tratamiento puede mejorar mucho la calidad de vida del paciente. El tratamiento específico depende del grado de gravedad y la causa de esta enfermedad.
En algunos casos, la disfagia se puede curar de manera total o parcial sin tener que recurrir a métodos invasivos. En otros, se puede plantear, si es posible, un tratamiento específico en función de la causa. Es importante, en todos los casos, mantener la vía oral de alimentación durante el mayor tiempo que sea factible.
En términos generales, pueden seguirse las siguientes líneas para garantizar la eficacia (que permite una nutrición e hidratación adecuadas) y la seguridad (que el alimento no se “cuele” por la vía respiratoria) de la deglución:
- Cambios en la dieta y/o en la manera de alimentarse: su objetivo es reducir el riesgo de aspiración. Puede consistir tanto en triturar los alimentos o añadirles espesantes para modificar su consistencia, como en aprender nuevas formas de comer y masticar (consisten en el aprendizaje de algunas técnicas posturales y maniobras compensatorias).
- Rehabilitación de la deglución: ya que ha demostrado que disminuye la malnutrición y la incidencia de neumonías por aspiración. Se basa en fortalecer la musculatura que interviene en la espiración y en la deglución.
- Otros tratamientos más específicos que dependerán de la causa que provoque la disfagia: dilataciones del esófago, fármacos o diversos tipos de cirugía.
- La inserción de sondas de alimentación: pueden ser necesarias cuando las medidas anteriores no consiguen garantizar la eficacia y la seguridad de la deglución.
10 Consejos para facilitar la deglución en la disfagia
Seguir las siguientes pautas a la hora de preparar y consumir los alimentos puede facilitar en gran medida el proceso de deglución a quienes padecen esta enfermedad. Sin embargo, en cualquier caso, deberás seguir siempre las recomendaciones de tu médico y equipo de rehabilitación según tu caso concreto:
- 1.Tritura los alimentos sólidos antes de tomarlos.
Pásalos por el pasapurés hasta obtener una textura homogénea y sin grumos, espinas o filamentos. Es mejor no añadir más líquido del necesario, para que el alimento no pierda nutrientes. Sí pueden añadirse leche o salsas para que la textura sea más suave. - 2.Prepara los platos de forma apetitosa.
De esta manera, tendrás más ganas de comer.
Asegúrate también de que los sirves a la temperatura adecuada. Otra clave para estimular el apetito es variar los alimentos y evitar la monotonía. - 3.Evita platos que mezclen diferentes consistencias y texturas.
Sobre todo, sólidos y líquidos. Por ejemplo, la sopa de fideos, la leche con cereales o los yogures con trozos, que pueden dispersarse dentro de la boca y provocar un atragantamiento. Tampoco convienen los alimentos que desprenden agua al morderse, como la sandía o la naranja, o los que pueden pasar de sólido a líquido en la boca, como el helado. - 4.Huye de frutas y verduras con pepitas o piel.
Por ejemplo, uvas, guisantes, mandarinas, kiwis o fresas tienen pepitas o piel que no pueden separarse. Tampoco son convenientes los alimentos que se desmenuzan en la boca, como los bizcochos o magdalenas, los resbaladizos que se dispersan (arroz, pasta, legumbres enteras…) o los crujientes y secos como las galletas y las patatas de bolsa. De igual manera, descarta los alimentos fibrosos (piña, espárragos) y los que puedan contener huesecitos, tendones o espinas. - 5.Sustituye el agua por bebidas espesadas o gelatinas.
Para ello, puedes utilizar los espesantes que venden en las farmacias o gelatinas en tiendas de alimentación. Sigue las instrucciones del envase para obtener una masa suave y uniforme, de textura única y sin grumos. Evita también los líquidos con pulpa como los zumos de naranja sin colar. - 6.Toma los alimentos en pequeñas cantidades.
Para lograrlo, es recomendable que uses cucharitas de postre para comer y beber, y que tomes de una vez solo lo que cabe en cada cucharada. Mejor que no uses pajitas o jeringas de alimentación. - 7.Come despacio y evita hablar mientras lo estás haciendo.
Asegúrate también de dejar suficiente tiempo entre una cucharada y otra, asegurándote de que en la boca ya no hay comida antes de la siguiente cucharada. - 8.Sé precavido con los caramelos, pastillas y chicles.
Estimulan la producción de saliva, que puede acabar pasando a las vías respiratorias. - 9.Cuida tu postura durante y después de las comidas.
Bien sentado o incorporado sobre la cama, trata de estar cómodo. Por ejemplo, elige una silla en la que puedas apoyar los brazos, hazte con un reposapiés o usa una almohada para mantenerte en posición adecuada. - 10.No te acuestes justo después de comer.
En general, evita las comidas media hora antes de irte a dormir y, cuando lo hagas, eleva la cabecera de la cama.
Fuentes
- Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. “Tratado de geriatría para residentes. Situaciones clínicas más relevantes. Capítulo 53. Disfagia”. Concepción Jiménez Rojas. Ana Isabel Corregidor Sánchez. Carmen Gutiérrez Bezón. Pp 545-553.
- Asociación Española de Gastrología. “Disfagia y odinofagia”. Marta Ponce, Julio Ponce*. Servicio de Medicina Digestiva. Hospital Universitari La Fe. Valencia. *Unidad de Patología Digestiva. Hospital Quirón. Valencia.
- European Society for Swallowing Disorders (ESSD).
- Fundación Española de Aparato Digestivo (FEAD). “Concepto y causas de la disfagia”. “Síntomas la disfagia”. “Tratamiento la disfagia”.
- Fundació de Recerca en Gastroenterologia (Furega). Proyecto Disfagia. “¿Qué es la disfagia?”.
- Organización Mundial de Gastroenterología. “Disfagia. Guías y cascadas mundiales”. Actualizado en setiembre de 2014.
- Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Imserso. “Guía de nutrición para personas con disfagia”. Carlos González Alted, María del Pilar Casado Romo, Antonio Gómez Blanco, Susana Pajares García, Rosa María Dávila Acedo, Laura Barroso Pérez, Elena Panizo Velasco.
- Hospital Universitario Virgen de la Victoria de Málaga. Servicio de Aparato Digestivo. “Disfagia”. Luis A. Vázquez Pedreño, Juan M. Ruiz Ruiz, Elena García Ruiz.
- Clínica Mayo. “Enfermedades y condiciones de salud. Disfagia”.
- National Institute of Neurological Disorders and Stroke. “Trastornos de la deglución. Disfagia”. Revisado 21 de diciembre de 2016.
- Medline Plus Enciclopedia Médica. Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos (NIH). “Problemas para tragar”.
- Manual Merck. “Trastornos gastrointestinales/Síntomas de los trastornos digestivos. Dificultad para tragar (Disfagia)”. Por Norton J. Greenberger, MD, Harvard Medical School; Brigham and Women’s Hospital.
- Nestlé Health Science. “Disfagia. Riesgo nutricional en pacientes con disfagia orofaringea”.
- La Vanguardia. “La disfagia, una enfermedad poco conocida y en ascenso”. Gisela Pérez. 06/06/2017.
- “Disfagia” A propósito de un caso. Revista AMF 2015; 11(8): 456-463.
Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.