Embolia pulmonar

¿Qué es una embolia pulmonar?

La embolia pulmonar, también denominada tromboembolismo pulmonar, es el bloqueo súbito de una o varias de las arterias pulmonares —los vasos sanguíneos que transportan desde el corazón hasta los pulmones sangre pobre en oxígeno para oxigenarla—. Está causada por trombos (coágulos dentro de vasos sanguíneos) que se originan en otra parte. Un fragmento o la totalidad del trombo puede liberarse y recorrer el torrente sanguíneo hasta llegar a una arteria pulmonar donde, por la disminución de diámetro se enclava, obstruyendo el flujo de sangre. Es frecuente que estos trombos se formen en una vena profunda de las piernas —lo que se denomina trombosis venosa profunda— o, raramente, en otras partes del cuerpo.

Los síntomas más frecuentes son falta de aire o disnea, dolor en el tórax y mareo y/o desmayo. En algunos casos, por la magnitud de la afección, puede causar paro cardiorrespiratorio. Se trata de una afección muy grave que puede llegar a provocar daño permanente en el pulmón afectado, bajos niveles de oxígeno en la sangre e, incluso, lesiones en otros órganos del cuerpo en caso de que no les llegue el suficiente aporte de oxígeno. En el peor caso, puede causar el fallecimiento de la persona, por lo que el diagnóstico precoz y el tratamiento con anticoagulantes de forma inmediata son esenciales.


¿A cuántas personas afecta?

Las investigaciones estiman que la incidencia anual de embolia pulmonar en todo el mundo es de aproximadamente de 1 cada 1.000 personas. Hasta el 20% de las personas con diagnóstico de embolia pulmonar aguda muere en los noventa días posteriores al episodio. No obstante, la causa de la muerte no suele ser la embolia pulmonar en sí misma, sino la enfermedad subyacente que aumenta el riesgo de padecerla


¿Cuáles son las causas de un tromboembolismo pulmonar?

En circunstancias normales, las arterias pulmonares transportan la sangre pobre en oxígeno desde el ventrículo derecho del corazón hasta los pulmones, donde se oxigena. Posteriormente, regresa a la aurícula izquierda, de ahí al ventrículo izquierdo, desde donde es bombeada al resto del organismo para suministrar oxígeno a los órganos y tejidos.

Como se explicaba al inicio, el tromboembolismo pulmonar se produce, en la mayoría de los casos, debido a un trombo o coágulo que se forma en las venas profundas de las piernas y luego migra a través de la vena cava inferior hasta el ventrículo derecho del corazón. El aumento del calibre de las venas desde las piernas hasta la vena cava favorece este tránsito. Mientras, desde el ventrículo derecho hacia los pulmones el diámetro de las arterias se va reduciendo, lo que hace que finalmente ese émbolo (fragmento de un trombo que viaja por el sistema circulatorio) se enclave obstruyendo el flujo sanguíneo.

Cuando esto ocurre, se interrumpe el flujo de sangre hasta el pulmón, que no podrá oxigenarla. En consecuencia, no llegará una cantidad suficiente de oxígeno a través de la sangre al resto del cuerpo. A menudo, los coágulos involucrados en una embolia pulmonar son varios.

Por otra parte, el corazón continuará bombeando sangre hacia los pulmones, pero a consecuencia de obstrucción, esta se encontrará con un obstáculo, por lo que aumentará la presión dentro de la arteria pulmonar. Ello debilitará el ventrículo derecho del corazón y dificultará también que los pulmones proporcionen oxígeno suficiente al resto del cuerpo.

Raramente, pueden bloquear los vasos sanguíneos pulmonares otras sustancias como grasa procedente de la médula de un hueso largo que se ha fracturado (embolia grasa), burbujas de aire (embolia gaseosa, típica de una descompresión acelerada en buzos), líquido amniótico o un fragmento de un tumor.


¿Qué factores de riesgo existen?

Aunque cualquier persona puede tener coágulos de sangre, existen ciertos factores que pueden incrementar el riesgo de sufrir una embolia pulmonar:

  • Antecedentes personales o familiares. El haber padecido con anterioridad una embolia pulmonar o el que lo haya hecho un familiar próximo aumenta la probabilidad de sufrirla.
  • Enfermedades cardíacas y de los vasos sanguíneos. En concreto, la insuficiencia cardíaca aumenta el riesgo de formación de coágulos.
  • Cáncer. Los tumores en el cerebro, el ovario, el páncreas, el colon, el estómago, el pulmón y el riñón, así como aquellos que se han diseminado, incrementan también el riesgo de coágulos sanguíneos. Este aumenta, asimismo, con la quimioterapia, así como si existen antecedentes personales de cáncer de mamá y se toma medicación como el tamoxifeno o el raloxifeno.
  • Trastornos de la coagulación. Algunas enfermedades hereditarias afectan a la coagulación de la sangre y la vuelven más propensa a coagularse.
  • Enfermedad renal. Este trastorno también puede aumentar el riesgo de formación de coágulos.
  • Infección por coronavirus 2019 (COVID-19). Las personas con síntomas graves de COVID-19 presentan un mayor riesgo de embolia pulmonar.
  • Sufrir una intervención quirúrgica. Se trata de una de las principales causas de que se formen coágulos sanguíneos, por lo que es necesario administrar medicamentos anticoagulantes antes y después de una cirugía mayor como las de reemplazo de las articulaciones.
  • Fracturas de las extremidades inferiores. La inmovilización de los miembros aumenta la probabilidad de que se formen coágulos en las venas de las piernas. La fractura de huesos largos (fémur, tibia…) aumenta el riesgo de embolia grasa.
  • Largos periodos de inactividad. Las personas que tienen que realizar reposo en cama o permanecer inmovilizadas durante periodos prolongados, debido generalmente a motivos de salud, corren mayor riesgo de sufrir una embolia pulmonar, ya que el flujo de sangre de los vasos sanguíneos se ralentiza. También aumenta el riesgo de formación de coágulos permanecer sentado durante un tiempo prolongado en la una misma posición con poco espacio, como puede ocurrir en los viajes de más de ocho horas tanto en avión como en otros medios de transporte por tierra (trombosis del viajero).
  • La edad avanzada. El envejecimiento incrementa la probabilidad de padecer un tromboembolismo pulmonar, especialmente a partir de los sesenta años.
  • Tabaquismo. Aumenta el riesgo de padecer embolia pulmonar, aunque no se conocen bien las causas.
  • Sobrepeso y obesidad. El exceso de peso incrementa la probabilidad de formación de coágulos sanguíneos, especialmente en personas con otros factores de riesgo.
  • Uso de medicamentos hormonales. El estrógeno presente en medicamentos anticonceptivos y de terapia de reemplazo hormonal puede aumentar ligeramente  el riesgo de tromboembolismo venoso. No obstante, si coexisten factores de riesgo como obesidad, tabaquismo o alteraciones de la coagulación, este riesgo puede incrementarse sustancialmente.
  • El embarazo y el parto. Ambos incrementan también el riesgo de formación de coágulos sanguíneos; en el caso del parto, especialmente si ha sido por cesárea.

¿Cuáles son los síntomas de la embolia pulmonar?

Los síntomas, de comienzo súbito, pueden ser muy variables en función de la porción de pulmón involucrada, del tamaño del coágulo y de si existe enfermedad pulmonar o cardíaca previa.

En el caso de que los trombos sean pequeños y localizados, puede suceder que no se produzcan síntomas o que estos sean muy leves. En cambio, si el émbolo es grande y obstruye la arteria pulmonar principal, puede incluso llegar a producirse el fallecimiento de la persona.

Los síntomas más comunes pueden abarcar:

  • Dificultad para respirar o sensación de falta de aire (disnea). Aparece de forma repentina. En personas con enfermedades cardíacas o pulmonares previas, se puede manifestar como un incremento de la fatiga habitual.
  • Dolor en el tórax por afectación de la pleura. Es brusco, intenso, agudo, opresivo y punzante. Suele localizarse en la cara anterior del pecho, detrás del esternón. De hecho, puede parecer que se está sufriendo un infarto cardiaco. El dolor se incrementa al inspirar profundamente, toser, agacharse o inclinarse. No mejora con el reposo.
  • Mareo y/o desvanecimiento. La frecuencia cardíaca y la presión arterial pueden disminuir de repente y producir un desmayo o síncope.

Otros posibles síntomas son:

  • Tos, que puede estar acompañada de expectoración.
  • Aumento de la frecuencia respiratoria (taquipnea) y de la frecuencia cardíaca (taquicardia).
  • Sudoración excesiva (hiperhidrosis).
  • Dolor en las piernas, generalmente en la pantorrilla, causado por una trombosis venosa profunda.
  • Piel fría, pálida o de coloración azulada (cianosis).
  • Si se produce infarto pulmonar —una zona de pulmón se necrosa (muere) debido a la falta de riego sanguíneo—, puede haber fiebre y tos con sangre (hemoptisis).

¿Qué complicaciones puede tener?

La embolia pulmonar puede producir las siguientes complicaciones:

  • Infarto pulmonar. Como se ha explicado anteriormente, si algún área del pulmón no recibe suficiente flujo sanguíneo y oxígeno a causa de la obstrucción originada por el émbolo, el tejido de esta zona puede morir (necrosis, que por su origen de bajo aporte sanguíneo se denomina infarto).
  • Hipertensión pulmonar. La obstrucción en la arteria causada por el coágulo puede incrementar la presión arterial en los pulmones y en el lado derecho del corazón, ya que este tiene que trabajar más para bombear la sangre a través de esos vasos. Ello puede acabar debilitando el corazón y produciendo insuficiencia cardiaca. Además, en raras ocasiones, en los pulmones pueden permanecer pequeños coágulos y, con el tiempo, se forman cicatrices en las arterias pulmonares. Esto restringe el flujo de sangre y puede hacer que la presión arterial aumente de manera repetida y se dé hipertensión pulmonar crónica.

¿Cómo se trata la embolia pulmonar?

En su fase aguda, el tratamiento del tromboembolismo pulmonar busca estabilizar al paciente, aliviar sus síntomas, disolver el coágulo o evitar que aumente de tamaño y prevenir que se formen nuevos trombos.

En la mayoría de los casos, los anteriores objetivos se consiguen con el uso de medicamentos anticoagulantes. En muchos casos se deberá mantener un tratamiento anticoagulante durante un tiempo más o menos prolongado en función de la causa del trombo.

En el caso de personas con mayor riesgo de sufrir un nuevo episodio o con antecedentes, este periodo puede ser mayor o durar de por vida con el fin de prevenir la formación de nuevos coágulos.

En situaciones de gravedad extrema, puede recurrirse a fármacos trombolíticos, capaces de disolver coágulos rápidamente, pero que pueden causar hemorragias graves y repentinas, por lo que solo se usan si existe riesgo vital.

En algunas ocasiones, puede ser necesario extraer los coágulos mediante cirugía. Asimismo, en el caso de que la persona no pueda recibir anticoagulantes, es posible recurrir a la fibrinólisis —un procedimiento que permite disolver el trombo mediante la administración por vía intravenosa de un medicamento— o a la colocación de un filtro en la vena cava inferior —la vena principal del cuerpo— para evitar que los coágulos se desplacen hasta el pulmón.

Cómo prevenir la embolia pulmonar

Es posible reducir el riesgo de sufrir una embolia pulmonar tomando diversas medidas que ayuden a prevenir la formación de coágulos de sangre en las piernas. Estas recomendaciones pueden consultarse en este enlace.