Fimosis

La fimosis es una situación normal en un niño recién nacido.

¿Qué es?

¿Qué es la fimosis?

El extremo del pene está formado por una cabeza cónica, llamada glande, y la piel que la recubre y protege, que denominamos prepucio. Generalmente, este puede retraerse hasta dejar el glande al descubierto por completo, pero no siempre es posible: en ocasiones, la abertura del prepucio es tan estrecha que impide esta retracción. En este caso, estaríamos hablando de un diagnóstico de fimosis.

Al nacer, el glande y el prepucio suelen estar unidos por un fino tejido fibroso -conocido como adherencias balanoprepuciales-, que también impide la retracción, y muchos recién nacidos presentan además una fimosis fisiológica. Pero ello no debe constituir un motivo de alarma entre los padres, pues se trata de una condición habitual en ellos.

Con el paso del tiempo, tanto las adherencias como la fimosis se resuelven de manera espontánea en la mayoría de los casos: según la “Guía Clínica sobre Urología pediátrica” de la Asociación Europea de Urología, el 50% de los niños no pueden retraer el prepucio al nacer, pero este porcentaje desciende al 11% a los 3 años, al 8% a los 6-7 años y a solo el 1% entre los 16 y 18 años. Si no desaparece con la edad, provoca al niño molestias serias o se producen complicaciones, sí será preciso tratarla.

La fimosis puede ser fisiológica -de origen natural y, por tanto, primaria- u originarse debido a una cicatrización(secundaria o patológica). Por ejemplo, ya en la edad adulta, la fimosis puede ser consecuencia de inflamaciones sucesivas del glande y del prepucio, que pueden estar causadas por infecciones (balanitis recurrente y/o balanitis xerosa obliterante) traumatismos en el pene, una pobre higiene o el uso de jabones o geles demasiado agresivos.


¿Qué síntomas y complicaciones conlleva?

Puede considerarse que hay fimosis si, a partir de los tres años, el niño continúa sin poder bajar su prepucio por completo, lo cual, además, le puede producir un dolor de leve a intenso. Otro síntoma es que el prepucio se abulte cuando orina y, en los casos más extremos, que la micción sea difícil o imposible.

La fimosis también puede provocar dolor cuando se tienen erecciones si son niños ya más mayores o adolescentes que mantienen relaciones sexuales. En otras ocasiones, el prepucio sólo puede retraerse cuando el pene no está erecto. En pacientes predispuestos puede favorecer la aparición de infecciones de orina, o a menudo, dificultar una higiene correcta, así como, en algunas ocasiones, que se origine un cáncer de pene.

Por ello, es muy importante que quienes sufren fimosis extremen la higiene de su glande y prepucio y lo laven cada día con agua y un jabón adecuado. En caso de bebés y niños pequeños, los padres deben cambiarle, además, el pañal con frecuencia.

Otra posible complicación es la parafimosis, que se produce cuando el prepucio se encuentra retraído por detrás del glande, pero no puede volver a su posición inicial. Si esto sucede, se debe buscar de inmediato atención médica, ya que el prepucio comprime el pene e impide que circule la sangre.


¿Cómo se puede tratar?

En los bebés y niños pequeños, el prepucio no debe forzarse para bajar la piel, ya que este gesto puede causar pequeñas lesiones o cicatrices fibrosas que, en el futuro, originen una de verdad una fimosis. En su lugar, conviene recordar que el tiempo es nuestro aliado, pues, con el crecimiento y desarrollo del varón, las adherencias irán desapareciendo por sí solas, el prepucio comenzará a despegarse del glande y su abertura se irá volviendo más elástica.

¿La fimosis se puede tratar?
El tratamiento habitual para la fimosis es la aplicación de una crema de corticoides.

Si esto no ocurre por sí solo, el prepucio sigue sin bajar completamente, el niño tiene dificultad para miccionar o sufre muchas infecciones de orina, es necesario tratamiento. Normalmente, este consistirá en la aplicación en el prepucio y el glande de una crema de corticoides hasta dos veces al día durante varias semanas. Ello se acompaña de un estiramiento suave y progresivo del prepucio, que es recomendable que realice el propio niño, ya que ellos mismos son capaces de controlar no hacerse daño al hacerlo. No obstante, como padres, siempre se debe vigilar que al finalizar los estiramientos, el niño deje al prepucio en situación de no retracción (cubriendo el glande) para evitar una parafimosis.

Este tratamiento suele ser eficaz, pero, si el prepucio continúa sin dilatarse, la forma de fimosis es muy severa o existen complicaciones, habrá de recurrirse a la cirugía, habitualmente con anestesia local. Las técnicas son variadas: en función de la edad del varón y sus síntomas, se le extirpará la piel del prepucio del todo o en parte o, lo que es lo mismo, se le realizará una circuncisión. También es posible una intervención más sencilla que consiste en ensanchar o cortar el anillo estrecho que provoca la fimosis sin quitar la piel.

Fuentes

Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.