Fístula anal

¿Qué es una fístula anal?

Una fístula anal (también llamada perianal o anorrectal) es una conexión anómala, una especie de túnel estrecho, con una abertura en el canal anal y la otra, en general, en la piel que rodea el exterior del ano (zona perianal).

El origen más frecuente suele ser la infección de una de las glándulas situadas entre el ano y el recto, que, a su vez, puede provocar un absceso perianal o acumulación de material purulento. Este generalmente drena un material purulento o seroso, muchas veces acompañado de sangre. Los abscesos recurrentes son la causa más frecuente de fístula anal.

La fístula anal puede afectar a cualquier persona, aunque es más común en hombres y entre los 30 y los 50 años. También sufrir afecciones como la enfermedad de Crohn, tuberculosis, diverticulitis, cáncer o sufrir un traumatismo en esa zona aumentan el riesgo de desarrollarla.

El diagnóstico se realiza mediante examen físico y, a veces, anoscopia, sigmoidoscopia o colonoscopia. Aunque se trata de una lesión benigna, suele ser necesario recurrir a la cirugía.

Cuando alguno de ellos se daña, aparecen diferentes problemas que causan en el paciente dolor y dificultades para caminar.


¿A quién afecta?

Según el Instituto Nacional de la Diabetes y las Enfermedades Digestivas y Renales (NIDDK, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, que se basa en diversos estudios realizados en Europa, 1 o 2 de cada 10.000 personas tiene fístulas anorrectales.

De acuerdo con esta institución, se trata de un problema de salud más común en hombres que en mujeres y la edad media a la que aparece es en torno a los 40 años. Puede afectar a personas más jóvenes en caso de que padezcan enfermedad de Crohn.

Las fístulas en los lactantes suelen ser congénitas y más frecuentes en varones que en mujeres.


¿Cuáles son las causas de la fístula perianal?

A menudo no puede identificarse la causa, pero, con frecuencia, es consecuencia de repetidos episodios de absceso anal, resultado, a su vez, de la infección de una glándula del ano que se ha obstruido. De hecho, según la Asociación Americana de Cirujanos de Colon y Recto (ASCRS, por sus siglas en inglés), el 50% de las personas que sufren abscesos de forma repetida, desarrollan una fístula anal.

El absceso anal es una cavidad interna que se forma cerca del ano o el recto, donde se acumula material purulento. Esta acumulación provoca la formación de un canal entre el ano o recto y la piel que rodea el ano, donde se abre un orificio.

No obstante, cabe recordar que puede formarse una fístula anal sin que exista absceso. En lactantes, suele ser un defecto congénito y es más común en los niños que en las niñas.


¿Cuáles son sus factores de riesgo?

Cualquier persona puede desarrollar una fístula anal, pero la probabilidad aumenta si existen alguno o varios de los siguientes factores:

  • Existencia de abscesos anorrectales anteriores que hayan drenado espontáneamente.
  • Padecer la enfermedad de Crohn.
  • Sufrir diverticulitis. Es decir, la inflamación de un divertículo, una bolsa en forma de saco que se puede formar en la pared interior del tubo digestivo, principalmente del colon.
  • Padecer tuberculosis o VIH.
  • Recibir cirugía o radiación en la zona anal para el tratamiento de un cáncer
  • Sufrir algún traumatismo en el ano o el recto. Por ejemplo, una mujer puede sufrir una lesión durante el parto.

¿Qué síntomas puede provocar una fístula anorrectal?

Los síntomas más comunes son un orificio en la piel del exterior del ano, rodeado de un área dolorosa, rojiza e hinchada, que también puede provocar comezón. El dolor en el recto y el ano es más intenso al sentarse o defecar. Además, puede haber supuración de pus o sangrado leve.

Otros posibles síntomas son fiebre, malestar, cansancio y escalofríos.


¿Cómo se trata una fístula anal?

Como se comentaba al inicio, suele ser necesaria una intervención quirúrgica para tratar una fístula anal.

En el pasado la única técnica era la fistulotomía (o puesta en plano). Consiste en abrir el canal de la fístula convirtiéndolo en una “zanja” para dejar que cicatrice. Sigue siendo muy útil, especialmente si la fístula es superficial y no involucra corte de músculo. No obstante, actualmente existen otras técnicas como los colgajos de avance endorrectal o, en el caso de fístulas más profundas o complejas, la ligadura del trayecto fistuloso interesfinteriano.

También se emplean taponamientos con material biológico o instilaciones con fibrina. En algunos casos es necesaria la fístulectomía (retirada completa del trayecto de la fístula incluyendo tejidos circundantes) que se reserva para determinados tipos y localizaciones de fístulas. Si existiera un absceso, también será necesario drenarlo para tratar la infección.

En el caso de que la causa de la fístula sea la enfermedad de Crohn, el tratamiento puede ser farmacológico.

A pesar de que el tratamiento sea un éxito y la curación sea completa, la fístula anal puede aparecer de nuevo. Para prevenir su aparición, es necesario seguir pautas como las recomendadas para evitar las hemorroides.

Fuentes

*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.