Fotoenvejecimiento

¿Qué es el fotoenvejecimiento y qué lo causa?

El fotoenvejecimiento es el deterioro gradual e irreversible del colágeno, la elastina y otras fibras que dan estructura a la piel y la mantienen lisa, provocado por la edad y acelerado por las radiaciones solares. A pesar de que el sol es una fuente de energía que, entre otros beneficios, ayuda a sintetizar la vitamina D, una exposición prolongada y repetida puede causar graves daños en la piel.

Este envejecimiento de la piel puede darse de forma prematura si se produce una exposición frecuente al sol. Tiene lugar en las zonas del cuerpo más expuestas a las radiaciones solares, especialmente las ultravioleta, que adquieren un aspecto envejecido, muestran arrugas más profundas y manchas. En los casos más graves, el sol puede provocar lesiones precancerosas que aumentan el riesgo de padecer un cáncer cutáneo.

El fotoenvejecimiento es irreversible dado que es parte de nuestro envejecimiento natural, pero su aparición puede retrasarse. No podemos controlar factores genéticos o el color de la piel, pero sí podemos controlar la exposición de nuestra piel al sol.


¿Qué tipo de radiaciones solares son las responsables del fotoenvejecimiento?

El sol genera energía como resultado del proceso de fusión nuclear que se produce en su interior. Esta energía es transferida en forma de ondas electromagnéticas que se propagan en todas las direcciones, denominada radiación solar. De esa radiación, dos tercios llegan a la superficie terrestre, de los cuales, alrededor del 50% es luz visible que el ojo humano es capaz de captar.  La  mitad restante está integrada por distintos tipos de radiaciones, que llegan hasta nuestra piel y algunas penetran en ella:

  • Radiación ultravioleta (UV). Constituye solo el 7% de la radiación solar que llega hasta la superficie terrestre, pero es la principal responsable del fotoenvejecimiento. Está compuesta por tres bandas diferentes (A, B y C), pero la atmósfera filtra la mayor parte de los UVC y UVB y la totalidad de los UVC. Por tanto, la radiación UV que llega hasta nosotros se compone en su mayor parte de rayos UVA, con una pequeña parte de rayos UVB. Cuanto mayor es la altitud, con mayor energía llega la radiación UV. Los rayos UVA penetran en las capas más profundas de la piel, provocando el daño de las fibras de colágeno y elastina principalmente. También puede tener un papel en algunos tipos de cáncer de piel. En cambio, la radiación UVB tiene mayor energía pero incide en las primeras capas causando quemaduras cutáneas y son los responsables de la mayor parte de los cánceres de piel.
  • Radiación visible (VIS). Es la responsable del 40% del daño que produce el sol en la piel. Esta radiación debilita su barrera protectora, produce manchas y fotoenvejecimiento.
  • Radiación Infrarroja A (IR-A). Es un calor seco que no se siente cuando traspasa la piel, a pesar de que es la que más profundamente lo hace: penetra hasta diez milímetros y es capaz de aumentar su temperatura hasta los 42ºC. También incrementa los daños en el ADN de las células, origen de lesiones precancerosas que pueden derivar en cáncer de piel.

¿Qué factores de riesgo existen?

Existen una serie de factores de riesgo que conllevan una mayor probabilidad de sufrir las consecuencias del fotoenvejecimiento de la piel:

  • Personas con fototipos claros (I y II). La piel de estas personas produce menos melanina, que es el pigmento que da color a la piel y filtra las radiaciones solares. En estas personas la protección ante las radiaciones solares es menor.
  • Edad avanzada. El fotoenvejecimiento y las lesiones por exposición a radiación solar es acumulativa.
  • Raza. Especialmente relacionada con el fototipo.
  • Vivir en lugares donde las radiaciones solares son más elevadas. Por ejemplo, en la costa (precaución con el reflejo del agua que multiplica la exposición), lugares con cielos despejados la mayor parte del año o alta montaña.
  • Desempeñar trabajos o realizar actividades de ocio al aire libre. Especialmente la exposición en las horas centrales del día.
  • Predisposición genética. El grado de envejecimiento de la piel por la exposición al sol puede variar en función de cada persona, según la capacidad de reparación de su ADN.

¿Cuáles son los síntomas del fotoenvejecimiento?

Los principales síntomas del fotoenvejecimeinto pueden observarse con más frecuencia en las zonas del cuerpo más expuestas al sol como el rostro, cuero cabelludo (especialmente ante calvicie o color de pelo muy claro), el cuello, el escote, los antebrazos o el dorso de las manos:

  • Un tacto seco y áspero -xerosis-.
  • Laxitud y falta de elasticidad.
  • Arrugas gruesas y surcos (líneas profundas). Según la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), se estima que el 75% de las arrugas son producidas por la exposición solar.
  • Pigmentación irregular. Pueden aparecen manchas de color marrón claro de hasta 15 mm -lentigos-, pecas y lunares. Los léntigos, especialmente en personas de edad avanzada, deben vigilarse periódicamente para evitar su malignización.
  • Pequeños derrames capilares.
  • Elastosis. Surcos profundos de la piel de color amarillento, especialmente visibles en la cara y la parte posterior del cuello.
  • Queratosis actínicas. Lesión de color rojiza, blanquecina o rosada, elevada, con sequedad y a veces costras. Son un tipo de lesión precancerosa que supone un mayor riesgo de padecer tumores cutáneos.
  • Alteraciones como pápulas -pequeños bultos elevados- y pústulas -lesiones similares a las ampollas, rellenas de pus-.
  • Púrpura actínica de Bateman. Manchas de tono violáceo indoloras que aparecen ante mínimos traumatismos en la piel dañada por el sol de los antebrazos y el dorso de manos.
  • Enfermedad de Favre Raucouchot. Es más frecuente en personas fumadoras y con alta exposición al sol. Se manifiesta con comedones (puntos negros) y quistes amarillentos alrededor en la cara.
  • Cloasma o melasma: son unas manchas marrones en la cara, conocidas también como “máscara del embarazo”. En algunas personas surgen como una hiperpigmentación relacionada con embarazo o toma de ciertas hormonas. Suele desaparecer espontáneamente al terminar el embarazo o al cesar el tratamiento hormonal y es fácil de prevenir limitando la exposición al sol y empleando fotoprotectores

En el caso del envejecimiento cronológico o biológico, aquel que ocurre de manera natural con la edad y que está determinado por la genética, las características que adquiere nuestra piel son otras: piel fina, flácida, pigmentada de manera uniforme, con arrugas superficiales y lesiones benignas como pequeños puntos rojos -puntos rubí- y queratosis seborreicas -pequeñas manchas marrones redondeadas de aspecto escamoso-.


¿Cuáles son sus fases?

Según la clasificación de Glogau, el fotoenvejecimiento puede presentar cuatro grados:

  • I. Leve. Más común de los 28 a los 35 años. Este fotoenvejecimiento se caracteriza por arrugas y líneas incipientes.
  • II. Moderado. Desde los 35 a los 50 años. La piel muestra arrugas más visibles y queratosis actínicas.
  • III. Avanzado. Propio de los 50 a los 65 años. Arrugas estables y líneas que aparecen también en reposo. Hay también lesiones actínicas, queratosis y/o léntigo.
  • IV. Severo. Se da de los 60 a los 75 años. Se caracteriza por arrugas profundas y persistentes y abundantes lesiones cutáneas.

¿Cómo tratar el fotoenvejecimiento? ¿Se puede revertir?

Con el paso del tiempo, la piel no es capaz de autorreparar las lesiones que sufre a causa de las radiaciones solares, por lo que el fotoenvejecimiento llegar a ser irreversible. La mejor arma contra el fotoenvejecimiento y las posibles lesiones derivadas de él, es la prevención: evitar o reducir la exposición a las radiaciones solares y proteger correctamente nuestra piel. Teniendo en cuenta el fototipo, el índice de rayos UV del día y las circunstancias de la exposición, existen diferentes medidas de protección: reducir el tiempo que se permanece al sol, recurrir a barreras físicas como sombreros y gafas de sol o aplicar cremas fotoprotectoras. Las lesiones producidas por la radiación solar son acumulativas por lo que es importante que acostumbremos a nuestros hijos desde pequeños al empleo de estas medidas de prevención.

Las cremas fotoprotectoras ayudan a prevenir el fotoenvejecimiento.
Es importante proteger correctamente nuestra piel para evitar el fotoenvejecimiento.

Aunque el fotoenvejecimiento es irreversible, actualmente, existen algunos tratamientos dirigidos a reducir los signos de envejecimiento prematuro en nuestra piel, como el peeling químico, la dermoabrasión o el uso del láser. En algunos casos, puede recurrirse a sustancias farmacológicas siempre bajo indicación del dermatólogo. Existen también cremas despigmentantes que nuestro farmacéutico podrá aconsejar. Si el daño es severo, hay diversos tipos de tratamientos como los implantes o rellenos. Pero no olvidemos que la medida más eficaz es crear el hábito de la prevención desde pequeños.

Cuando aparezcan lesiones cutáneas, como por ejemplo léntigo, queratosis actínica u otras que pueden ser precancerosas, es importante consultar al dermatólogo para realizar un tratamiento en esa fase y evitar de forma eficiente su progresión. Es crucial no dejar pasar tiempo para poder realizar una prevención eficaz.

En los casos en los que hay historia familiar de cáncer cutáneo y especialmente en fototipos claros, es recomendable añadir como elemento de prevención una visita al año al dermatólogo para evitar y tratar lesiones que aumenten el riesgo.

Estas y otras medidas pueden consultarse con detalle en la siguiente página: https://cinfasalud.cinfa.com/p/fotoproteccion/

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Fuentes

*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.