Fractura de cadera

¿Es muy frecuente la fractura de cadera?

Se trata de un problema que atañe con frecuencia a los más mayores y, aunque se le conoce como fractura de cadera, esta lesión consiste, en realidad, en la rotura del fémur, cuyo extremo superior forma parte de la articulación de la cadera, junto al hueso de la pelvis.

Afecta más a menudo a las mujeres, que son más proclives a una de las causas más frecuentes de este tipo de fractura, la osteoporosis. Esta enfermedad es consecuencia de la pérdida de masa ósea que se produce con la edad, en la que el equilibrio entre la formación y destrucción de hueso se altera (se destruye más hueso del que se forma), sumado a otros factores de riesgo que veremos más adelante (algunos modificables y otros no modificables) vuelve los huesos más frágiles.

Por tanto, las fracturas de cadera son más habituales en el sexo femenino -con una proporción de tres mujeres por cada hombre- a partir de los 65 años, aunque la edad media en la que se producen son los 80 años (un poco menos en los hombres). En España, según datos publicados por la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) en su revista “Medicina General y de Familia”, se producen al año 33.000 fracturas de cadera en ancianos y provocan un elevado impacto sanitario, social y económico. En datos más recientes de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), la incidencia de la fractura de cadera en España se sitúa en siete casos por cada 1.000 habitantes mayores de 65 años.. 

Además, este problema deriva en una mortalidad que oscila del 20% al 30% durante el primer año, según algunos estudios, y puede volver dependiente a quien lo padece.


¿Por qué es más habitual en mujeres ancianas?

Además del género y la edad, también aumenta el riesgo de una fractura de cadera ser de raza blanca, haberse roto esta articulación antes, abusar del alcohol o la cafeína, fumar, llevar una dieta desequilibrada -sobre todo, pobre en calcio y en vitamina D-, un estilo de vida sedentario, tener problemas de visión o de equilibrio e ingerir determinados fármacos, como los que contienen cortisona, que debilitan a los huesos, o los que producen somnolencia o mareos, por aumentar el riesgo de caídas.


De igual modo, algunas enfermedades propician sufrir una fractura de estas características, como por ejemplo: el hipertiroidismo; algunos trastornos intestinales que pueden impedir o reducir la absorción de vitamina D y calcio; dolencias que afectan al sistema nervioso y al cerebro, como la demencia, el párkinson, los accidentes cerebrovasculares o la neuropatía periférica; o trastornos alimenticios como la anorexia y la bulimia.


¿Cuáles son las causas de la fractura de cadera?

Aunque un traumatismo importante -como los que suceden en algunos accidentes de tráfico- puede ocurrir en personas de cualquier edad, la fractura de cadera suele producirse cuando la persona anciana con osteoporosis se tropieza y cae. A menudo, estas caídas tienen lugar dentro de casa, cuando se realizan gestos o acciones tan habituales como girarse en la cama o levantarse de la silla, incluso, simplemente, caerse estando de pie. Determinadas lesiones o tipos de cáncer pueden provocar también una rotura de cadera.

Hay dos tipos frecuentes de fractura de cadera: normalmente, se fractura la parte estrecha del fémur, llamada cuello, que se encuentra justo debajo del extremo superior redondeado, que es la cabeza de dicho hueso. Otras veces, la fractura es en la zona justo por debajo del cuello del fémur, entre unas protuberancias óseas llamadas trocánteres. En cambio, es menos habitual- aunque también puede darse- que sucedan otras fracturas, como por ejemplo, las de la cabeza del fémur.


¿Qué síntomas tiene una fractura de cadera?

En ambos tipos de fractura de cadera, la rotura del hueso causa un fuerte dolor en la cadera y/o la ingle, además de daños en el músculo adyacente, derrames de sangre (que producen un hematoma de mayor o menor tamaño, lo que hace que el paciente se pueda sentir mareado o débil), inflamación de la zona, rigidez y entumecimiento de la pierna. A veces, el dolor puede parecer originarse en la rodilla, debido a que esta y la cadera tienen las mismas vías nerviosas.

Lógicamente, tras la fractura, la persona tendrá problemas para mover o rotar la cadera y soportar peso en ella, por lo que no podrá caminar y, a veces, tampoco estar en pie. Si la fractura se desplaza (se separan los bordes del hueso roto), una pierna puede verse más corta que la otra y/o quedar girada hacia fuera. Si los fragmentos del hueso quedan impactados y la fractura no es muy grande, la pierna puede tener un aspecto normal, el paciente presentará un dolor leve y podrá caminar.

Si la rotura se ha producido en el cuello del fémur, se puede interrumpir, además, la irrigación sanguínea hasta la cabeza del hueso, por lo que, a menudo, las dos partes no pueden volver a unirse y el tejido óseo destruye poco a poco (lo que se llama osteonecrosis). También pueden aparecer complicaciones como la falta de unión de la fractura o desarrollarse una grave artritis, muy dolorosa.

En general, los ancianos que sufren este problema ver mermada su condición física. Incapaces de caminar, muchas veces deben guardar reposo en la cama o no tienen movilidad suficiente como para realizar por sí solos sus actividades cotidianas. Ello puede dar lugar, a su vez, a complicaciones como la formación de úlceras o de coágulos de sangre que pueden provocar una embolia pulmonar, así como a infecciones de las vías urinarias, neumonía, confusión mental y pérdida de masa muscular. Estas últimas elevan el riesgo de caer y fracturarse la cadera de nuevo.

Casi la mitad de los ancianos que sufren una fractura de cadera no vuelven a ser completamente autónomos. Como decíamos al principio, ello puede llevarles a una situación de dependencia en su día o día o, en algunos casos, a tener que trasladarse a una residencia para su cuidado. Estas alteraciones en su modo de vida pueden provocarles una depresión.


¿Cuál es el tratamiento para una cadera rota?

Las fracturas de cadera exigen casi siempre un tratamiento quirúrgico, ya que este permite caminar antes y, por tanto, evitar las complicaciones derivadas del reposo en cama que hemos visto anteriormente. El procedimiento que se elija dependerá de dónde está ubicada la lesión, de su gravedad y de si ha habido o no desplazamiento de la fractura, así como de la edad y el estado de salud previo del anciano o anciana.

En algunos casos, el hueso roto puede repararse fijándolo mediante tornillos y placas metálicos (reducción abierta con fijación interna). En muchos otros, será necesario sustituirlo por una prótesis, sobre todo si se ha interrumpido el riego sanguíneo a la cabeza del fémur o si la fractura es grave. Este reemplazo puede ser total (artroplastia total de cadera) o parcial (hemiartroplastia). Aunque está demostrado que el primer procedimiento suele ser el más indicado, el segundo puede ser más adecuado para ancianos que ya sufrían antes algún daño cognitivo previo o que eran dependientes.

La rehabilitación es el segundo pilar del tratamiento: lo antes posible tras la cirugía, el paciente deberá intentar caminar con la ayuda de un andador o muletas y comenzar un plan de rehabilitación con la atención de un fisioterapeuta. Normalmente, este plan se centra inicialmente en ejercicios que ayuden a ampliar el rango de movimiento y a fortalecer los músculos y articulaciones.

Posteriormente, será necesaria también contar con la ayuda de acompañantes o familiares para apoyarse al caminar y con el fin de que la persona operada aprenda a desenvolverse de nuevo en el hogar. En ocasiones, el anciano tendrá que acostumbrarse al uso de muletas, bastón, andador o silla de ruedas. Por último, el médico puede prescribir medicamentos para la osteoporosis con el fin de prevenir futuras fracturas.

Durante la recuperación, es muy importante no perder el ánimo, ya que es un proceso lento, que no se basa en grandes avances, sino en mejoras paulatinas que irán teniendo lugar poco a poco. Proponerse e ir superando pequeños retos puede ser una manera de mantenerse motivado a lo largo de este periodo.

Durante la recuperación, es muy importante no perder el ánimo, ya que es un proceso lento, que no se basa en grandes avances, sino en mejoras paulatinas que irán teniendo lugar poco a poco. Proponerse e ir superando pequeños retos puede ser una manera de mantenerse motivado a lo largo de este periodo.

10 Consejos para prevenir las fracturas de cadera

Dado que la osteoporosis y las caídas suelen ser las responsables de las roturas de cadera, es conveniente tomar medidas que prevengan ambas causas:

  • 1. Sigue una dieta equilibrada, que te asegure el aporte de calcio y proteínas. 
    La ingesta de calcio, bien por medio del consumo de alimentos como los lácteos o de suplementos alimenticios, debe aportar entre 1.200 y 1.500 gramos al día. Una dieta que garantice el equilibrio nutricional adecuado entre los diferentes nutrientes (grasas, proteínas, e hidratos de carbono) para mantener la salud de nuestros huesos y músculos es fundamental.
  • 2. Toma el sol al menos tres veces por semana. 
    No se trata de tostarse bajo sus rayos, sino que, en principio, sería suficiente con exponer brazos, piernas y cara entre diez y veinte minutos al día para que tus necesidades de vitamina D queden cubiertas. En cualquier caso, dependerá de la época del año, del lugar de residencia, de la edad y del tipo de piel, por lo que lo adecuado sería preguntar al médico para seguir un consejo individualizado según cada caso.
  • 3. Practica ejercicio físico con regularidad y constancia. 
    La actividad deportiva, sobre todo con ejercicios de carga y para favorecer el equilibrio, reduce el riesgo de caídas hasta un 25%, según algunas fuentes y siempre que se realicen de manera constante. La actividad física ayudará a mantener fuertes tus huesos y articulaciones, así como a un mejor equilibrio y forma física en general. Caminar a ritmo rápido, andar en bicicleta, levantar pesas ligeras, hacer ejercicios con cintas o practicar yoga o tai chi son buenas opciones.
  • 4. Camina con precaución. 
    Si no te sientes seguro al caminar, usa un bastón o un andador adecuado a tu altura y circunstancias personales. Para ello, pregunta al profesional sanitario si pueden estar indicados para ti. Además, no cargues o lleves nada en las manos cuando te desplaces y, dentro de lo posible, evita los escalones.
  • 5. Siéntate e incorpórate con cuidado. 
    Levántate lentamente, tanto de la cama como de la silla, ya que hacerlo con demasiada brusquedad puede hacerte sentir mareado. Igualmente, evita las sillas y sofás demasiado bajos.
  • 6. Haz de tu hogar un lugar seguro. 
    Retira las alfombras y despeja los espacios de muebles y objetos de decoración, sobre todos los de paso, para que puedas moverte dentro de tu casa sin peligro de tropezarte y caer. Asegúrate de que las estancias cuentan con una buena iluminación y de que los cables permanecen junto a las paredes y rodapiés. También es importante colocar los objetos donde sean fáciles de alcanzar y, si tienes una mascota, ten mucho cuidado para no tropezar con ella.
  • 7. Acondiciona tu cuarto de baño. 
    Instala en la bañera o ducha un pasamos que te facilite entrar y salir y coloca una alfombrilla antideslizante en el vaso o bañera.
  • 8. Sé precavido con los efectos secundarios de los medicamentos. 
    Algunos pueden hacerte sentir débil, somnoliento o mareado, por lo que es necesario que consultes con tu médico sus posibles efectos. Si es conveniente, reducirá la dosis de los que tomas o los sustituirá por otros más adecuados para ti.
  • 9. No fumes y modera el consumo de alcohol. 
    Tanto el tabaco como el alcohol reducen la densidad de tus huesos y, por lo tanto, aumentan el riesgo de fractura debida a la osteoporosis.
  • 10. Controla tu vista. 
    Acude al oftalmólogo al menos una vez cada dos años. Si padeces diabetes o algún problema ocular o defecto de visión, revisa tus ojos con mayor regularidad incluso.

Fuentes

Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.