Gestación

¿Qué es la gestación?

La fecundación de un óvulo por parte de un espermatozoide da lugar a la formación de un embrión. También puede suceder que un mismo óvulo fecundado produzca dos embriones idénticos (gemelos monocigóticos) o que dos espermatozoides distintos fecunden dos óvulos, lo que da lugar a dos embriones diferentes (gemelos dicigóticos o mellizos).

El embrión anida en el útero de la mujer embarazada y se va desarrollando en la cavidad amniótica. Esta especie de bolsa contiene el líquido amniótico, que protege al feto de golpes y traumatismos, al tiempo que controla su temperatura, le otorga espacio y libertad de movimiento para su crecimiento.


¿Cuánto dura la gestación?

La gestación es el periodo de tiempo que va desde la concepción del embrión hasta el nacimiento del bebé. En general, la gestación o embarazo dura 280 días, o lo que es lo mismo, 40 semanas o 10 meses lunares de 28 días (9 meses más una semana de calendario). No obstante, se trata de una duración variable, ya que un embarazo normal también puede oscilar entre las 37 y las 42 semanas. En este sentido, cuando el parto se da dentro de esas semanas de gestación, se denomina parto a término; si ocurre antes de la semana 37 se llama parto pretérmino y si es después de la semana 42, parto pos término.

En cualquier caso, durante la gestación, el embrión, y luego feto, va creciendo y formándose día tras día.


¿Qué es la edad gestacional?

La edad gestacional es la denominación usada para referirse al número de semanas o duración del embarazo; es decir que se usa para saber la edad que tiene el embrión o feto. Se mide en semanas y se calcula a partir del primer día de la última menstruación. En caso de que la mujer tenga períodos irregulares, hay otros métodos para calcularla, por ejemplo, a través de  la ecografía.


¿Qué cambios se producen en el embarazo o gestación?

El bebé empieza a desarrollarse desde el momento de la fecundación. Para hacer posible ese desarrollo del bebé, el organismo femenino experimenta de manera paralela una profunda transformación física y también, en alguna medida, psicológica.

A partir de la octava semana, el embrión pasa a denominarse feto.

En cada trimestre, el feto y la madre vivirán los siguientes cambios:

PRIMER TRIMESTRE (de las 0 a las 12 semanas de embarazo):

  • Cambios en la madre. El primer signo evidente del embarazo en la madre es la ausencia de menstruación, aunque puede producirse un ligero sangrado por la implantación del embrión en las primeras semanas. También los pechos comienzan a sufrir diversas transformaciones: crecen y se vuelven más sensibles, los pezones se tornan más prominentes y las areolas se agrandan y se hacen más oscuras. Igualmente, se hinchan y se hacen visibles unas pequeñas protuberancias blanquecinas alrededor del pezón, llamadas tubérculos de Montgomery, que más adelante se encargarán de producir un líquido que ayudará a protegerlo. La secreción vaginal se vuelve más abundante y se suele formar una línea oscura que une el pubis y el ombligo. Internamente, el útero empieza a aumentar su tamaño y sus paredes se fortalecen, al tiempo que los vasos sanguíneos se dilatan y el volumen de sangre aumenta de cuatro a cinco litros, con la finalidad de nutrir adecuadamente al embrión. Dado que tiene que bombear más sangre, el ritmo cardiaco de la mujer se acelera y el corazón late más deprisa. También aumenta el ritmo respiratorio y el metabolismo se vuelve más rápido. Al mismo tiempo, aumenta el apetito y se empieza a ganar peso, pues el organismo comienza a acumular grasas, aunque también es posible que algunas madres adelgacen un poco. La cintura puede ensancharse y, a partir del segundo mes, también pueden hacerlo las caderas. Por otra parte, el sentido del olfato se agudiza y pueden producirse cambios de humor e irritabilidad, así como una mezcla de emociones como dudas, alegría y ansiedad. En algunos casos, aparecen molestias como inflamación de las encías, sensación de náusea, vómitos, malestar, cansancio, estreñimiento y la necesidad de orinar con más frecuencia o de dormir más horas, aunque la frecuencia e intensidad de estos síntomas difieren mucho de unas madres a otras. Muchos de estos cambios están producidos por el aumento de la producción de algunas hormonas necesarias para preparar el cuerpo para el embarazo o la lactancia, como los estrógenos y la progesterona y, en menor medida, la tiroxina, la oxitocina y la prolactina.
  • Desarrollo del embrión y el feto. El embrión que resulta de la fecundación del óvulo por el espermatozoide se implanta cinco o seis días después en la mucosa del útero. Entonces comienza a dividirse sucesivamente en células, hasta alcanzar un diámetro de un milímetro. A continuación, se desarrolla la futura placenta y empiezan a formarse los distintos tejidos y órganos del bebé. El corazón, en concreto, comienza a latir al vigesimotercer día desde la concepción. A la cuarta semana, el embrión alcanza ya los cinco milímetros, aunque todavía pesa menos de un gramo y se asemeja a un minúsculo renacuajo. A las ocho semanas, los ojos están desarrollados, aunque no tiene párpados, y empiezan a formarse los dedos de las manos y de los pies, al igual que las glándulas sexuales, los músculos, los nervios y la médula ósea. La cara comienza a definirse, de manera que, entre la novena y décima semana, el rostro ya es reconocible y el cuerpo comienza a enderezarse. En este momento, mide unos tres centímetros y pesa en torno a tres gramos. En este periodo, aparecen también los riñones, el feto ya es capaz de deglutir y llenar su estómago -aun cuando se nutre de la madre a través del cordón umbilical-, y el cerebro ya consta de dos lóbulos simétricos. Posteriormente, los miembros pueden empezar a moverse por separado y aparecen los genitales externos, aunque aún resultan difíciles de diferenciar. A partir de la octava semana, el embrión pasa a denominarse feto. A las once semanas, el sistema nervioso del feto genera ya dos millones de neuronas por minuto y comienza a moverse por medio de espasmos reflejos. Por último, en la décimo segunda semana, el bebé ya tiene párpados y forma claramente humana, aunque no mide más de seis centímetros y pesa alrededor de quince gramos. En esta última semana, la placenta ya ha terminado de formarse.

SEGUNDO TRIMESTRE (de las 13 a las 25 semanas de embarazo):

  • Cambios en la madre. Durante estas semanas, el mayor volumen del útero -y por tanto, del abdomen- es ya evidente y la cintura sigue ensanchándose. Los pechos continúan creciendo y su superficie muestra numerosos vasos sanguíneos. El peso de la madre sigue aumentando a un ritmo aproximado de un kilogramo al mes. El sistema inmunológico de la mujer se vuelve menos sensible para evitar cualquier rechazo inmunológico a su hijo. Los riñones y el corazón trabajan todavía con más intensidad –el volumen de sangre ha aumentado un 50%-. El ritmo intestinal se ralentiza, lo que puede producir digestiones pesadas, flatulencias y estreñimiento. Las encías también se vuelven más sensibles y pueden sangrar. Muchas de las molestias que pudieran haber aparecido durante el primer trimestre, como las náuseas o el cansancio, suelen desaparecer durante estas semanas y, de hecho, es habitual que la madre se sienta plena de energía. También disminuye la necesidad de orinar con frecuencia, aunque en algunos casos, pueden sufrirse calambres, mareos o -más raramente- desmayos, hinchazón de las extremidades inferiores y varices o hemorroides, entre otros síntomas. A partir de las 22 o 24 semanas de embarazo, o incluso antes, la madre puede sentir ya los movimientos de su hijo.
  • Desarrollo del feto. A las dieciséis semanas, los miembros, extremidades y rasgos del futuro bebé ya están bien formados. También los huesos de la cara del bebé se han desarrollado, los ojos perciben los cambios de luz, aunque estén cerrados, y sus oídos, los primeros sonidos. Además, gracias al desarrollo del sistema nervioso y de sus músculos, puede moverse y, de hecho, ser muy activo: puede chuparse el pulgar, cerrar el puño, estirar y flexionar las piernas… A las veinte semanas, el ritmo de crecimiento se ralentiza un poco para que órganos como los pulmones y el sistema inmunológico continúen madurando. Las cavidades del corazón del bebé están bien definidas y aumentan de volumen. Los ojos se abren entre la semana 22 y la 24. Para entonces, el feto ya pesará unos seiscientos gramos y medirá veintiún centímetros aproximadamente. El bebé se mueve cada vez más y más rápido (realiza de media entre veinte y sesenta movimientos cada treinta minutos), se ve más afectado por los estímulos externos y posiblemente ha desarrollado ya un ciclo de sueño y vigilia. También es capaz de deglutir y excretar líquido amniótico.

TERCER TRIMESTRE (de las 26 a las 40 semanas de embarazo).

  • Cambios en la madre. Durante estas semanas, el tamaño del útero y del abdomen de la gestante aumentan tanto que pueden llegar a interferir con su rutina diaria: actividades tan básicas como comer, dormir, caminar, respirar, inclinarse o incorporarse se vuelven más arduas de realizar, lo que a su vez dificulta descansar, bañarse, vestirse… El cansancio puede regresar de manera intermitente y, por tanto, la necesidad de dormir más. Las piernas, los tobillos y pies pueden continuar hinchados. Por otro lado, los ligamentos del cuerpo se estiran, principalmente en caderas y pelvis, para flexibilizar y preparar esas articulaciones para el momento del parto. Los pezones pueden comenzar a segregar calostro (que es un líquido amarillo claro muy rico en proteínas). Además, si la cabeza del bebé ya está encajada en la pelvis, pueden sentirse más ganas de orinar. Al mismo tiempo, aunque los cambios de humor son menores, la futura madre puede llegar a sentir gran impaciencia por conocer a su bebé e inquietud y ansiedad por la inminencia del parto y porque todo salga bien. No obstante, también vivirá momentos de relajación, felicidad y serenidad ante la llegada de su hijo o hija.
  • Desarrollo del feto. A las veintiocho semanas, los pulmones del bebé ya han desarrollado las vías respiratorias y sus movimientos respiratorios son cada vez más ordenados. También su cerebro y sistema nervioso siguen desarrollándose a buen ritmo. A las treinta y cinco semanas, mide en torno a treinta y dos centímetros y pesa dos kilos y medio, aproximadamente. Puede moverse de manera coordinada y la mayoría de sus órganos están formados. En este momento, si se produjera el parto, habría unas buenas expectativas de supervivencia. En las semanas posteriores, continúa ganando peso y talla hasta alcanzar, de media, tres kilos y alrededor de cincuenta centímetros en el momento de nacer. Durante este periodo, adopta su posición definitiva -generalmente con la cabeza hacia abajo- y se coloca en el canal del parto.

Fuentes

*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.