Glaucoma
De mano de Arnaldo Belzunce Manterola, Doctor en Medicina y Cirugía, y especialista en Oftalmología, desgrana en qué consiste el glaucoma y cómo podemos detectarlo.
¿Qué es el glaucoma?
Como se detalla en el contenido de Salud ocular, la retina está compuesta por millones de células nerviosas, llamadas conos o bastones.
La función de los conos y bastones es transformar la luz en un impulso eléctrico, que se transmite a las células ganglionares, que también se encuentran en la retina. Este es el primer paso de la vía visual. Las terminaciones de estas células nerviosas salen por el nervio óptico y transmiten el estímulo visual al cerebro.
Lo que ocurre cuando se produce un glaucoma es que estas células mueren y, de una manera crónica y progresiva, la visión periférica se va deteriorando. Así, podemos decir que el glaucoma es una enfermedad del nervio óptico caracterizada por la pérdida de células ganglionares de la retina y que conduce a una reducción concéntrica del campo visual.
¿Qué tipos de glaucoma existen y qué causas tienen?
El glaucoma tiene múltiples causas y están pueden producir un tipo de glaucoma u otro:
- En primer lugar, el glaucoma puede producirse por una resistencia a la salida del humor acuoso, que es el líquido producido en la parte anterior del ojo y que sirve para su nutrición y defensa. Esa resistencia eleva la presión intraocular (PIO) y causa la muerte de las células ganglionares de la retina. Esta circunstancia es la causa del tipo de glaucoma más frecuente, denominado glaucoma primario de ángulo abierto.
- Por otro lado, en un 16% de los pacientes, existen otros factores distintos a la PIO, como la falta de oxígeno (isquemia) del nervio óptico, que también determinan la muerte de las células ganglionares de la retina.
- En otros casos, el glaucoma se produce por un bloqueo a la salida del humor acuoso mediante adherencias del iris al lugar de salida (que se encuentra en el ángulo formado por el iris y la córnea). Ese contacto del iris con la córnea provoca en ojos más pequeños la elevación brusca, progresiva o intermitente de la presión intraocular. Todo esto origina el glaucoma primario de ángulo cerrado, y las causas de este tipo especial de glaucoma son varias: cataratas; desplazamiento hacia delante del cristalino en algunas enfermedades como el síndrome de Marfan; movimiento hacia delante de una lente intraocular; inflamación intraocular; aniridia u otras anomalías de la parte anterior del ojo; cirugía intraocular con implantes de lentes intraoculares que se han movido; traumatismos; tumores intraoculares…
¿Cuáles son sus síntomas?
El glaucoma más habitual es asintomático en las fases iniciales. A menudo, el paciente sí que refiere dificultades para leer, deslumbramiento o mala adaptación a la oscuridad.
Posteriormente, el daño en el campo visual se manifiesta como manchas borrosas en la visión (54%), puntos ciegos(16%) o dificultad para encontrar objetos o conducir.
En los casos graves, la visión central se ve afectada y el paciente pierde la capacidad de reconocer caras o detalles finos, como letras, y puede acabar en ceguera con pérdida total de la visión.
Por su parte, en el glaucoma de ángulo cerrado, las subidas de presión bruscas pueden causar ojo rojo con dolor, náuseas y vómitos, y visión borrosa en forma de niebla.
¿A quién afecta?
Se calcula que en España alrededor de un millón de personas sufren esta enfermedad, sin embargo, la mitad de ellas no saben que la padecen.
Es más frecuente en personas hipertensas oculares (que es cuando la presión intraocular es mayor de 21 mm de Hg), en miopes, en pacientes con antecedentes familiares y en personas con una córnea de grosor más fino.
El glaucoma de ángulo cerrado es más habitual en pacientes de edad avanzada con cataratas o que toman medicación de efecto anticolinérgico (benzodiacepinas para dormir o la ansiedad, anticolinérgicos para la incontinencia de orina, antidepresivos tricíclicos…).
En general, el factor de riesgo más importante de esta enfermedad es la edad avanzada.
¿Cuáles son sus complicaciones?
Según la Organización Mundial de la Salud, el glaucoma es la segunda causa de ceguera en el mundo por detrás de las cataratas.
En las personas que padecen glaucoma, el riesgo de pérdida de la función visual o ceguera unilateral es de un 50% a los 15 años si no están recibiendo tratamiento y de hasta de un 20% si se trata de ceguera bilateral.
Mientras, la catarata es más frecuente en los pacientes con glaucoma o que estén recibiendo tratamiento.
¿Cuál es su tratamiento?
El factor modificable más importante para evitar la aparición o progresión del glaucoma es disminuir la presión intraocular con fármacos, láser o cirugía. De esta forma, al bajar la PIO se reduce a la mitad el riesgo de desarrollar esta enfermedad.
Como este riesgo es bajo en las personas con hipertensión ocular, la decisión en estos casos dependerá del oftalmólogo, que deberá tener en cuenta otros factores individuales de riesgo de glaucoma, como pueden ser el grosor corneal, el aspecto del nervio óptico o el defecto del campo visual, fundamentalmente.
El efecto beneficioso de reducir la presión intraocular es eficaz incluso en pacientes con presión intraocular normal y que han desarrollado los cambios en el nervio óptico o en la función visual sugestivos de glaucoma.
Por su parte, el glaucoma primario de ángulo cerrado se trata con iridotomías láser para abrir un orificio en el iris que permita la salida directa del humor acuoso del ojo. Algunos pacientes de este tipo necesitarán cirugía de glaucoma o válvulas de drenaje si las adherencias impiden que baje la presión intraocular. El tratamiento con fármacos en estos casos ocupa un lugar secundario (previo a la cirugía o cuando está contraindicada).
En los casos en los que la presión arterial esté demasiado baja, puede ser beneficioso practicar ejercicio físico moderado y regular, así como beber la suficiente cantidad de agua o evitar los fármacos que bajen demasiado la presión. Las personas con hipertensión arterial deben evitar los fármacos vasoconstrictores y cambiar la posología si se dan bajadas de tensión nocturnas.
Como el glaucoma es una enfermedad de células nerviosas, el tratamiento antioxidante neuroprotector forma ya parte del tratamiento aunque la presión intraocular este controlada, o cuando se juntan otros factores. Son útiles los polifenoles obtenidos de los arándanos u otros frutos rojos como la vid; el gingko biloba; la citicolina, que facilita la transmisión de los impulsos nerviosos y tiene efecto antioxidante; así como el magnesio, por su efecto vasodilatador.
Consejos para prevenir un glaucoma
No todos los factores de riesgo del glaucoma son prevenibles ya que, como hemos visto, la genética ocupa un lugar importante en el desarrollo de esta enfermedad. Sin embargo, una dieta rica en antioxidantes y vitaminas y baja en grasas animales, junto a la práctica de ejercicio físico adecuado a la edad y no fumar, puede contribuir a mejorar el estado físico de la persona y a reducir el riesgo de sufrir arteriosclerosis, una patología que daña todas las arterias del cuerpo, incluyendo las del nervio óptico.
Así mismo, la revisión por parte de un especialista es una recomendación imprescindible y la medida más eficaz para detectar el glaucoma en sus fases iniciales cuando todavía no da síntomas. Así, a partir de los 40 años -o antes si hay historia familiar-, debemos acudir a un examen por parte de un oftalmólogo una vez cada 5 años. A partir de los 65 años, lo haremos una vez cada dos años.
En resumen, estas son las claves para prevenir el glaucoma:
- 1. Revisa tu vista con regularidad.
Es primordial una detección precoz de la hipertensión ocular y del glaucoma de cara a evitar o frenar la pérdida de visión. Para ello, acude regularmente a revisiones oftalmológicas; al menos una vez cada cinco años a partir de los 40 años y cada dos años, a partir de los 65. - 2. Sigue una dieta rica en antioxidantes y vitaminas.
Toma frutas y verduras diariamente y consulta con tu médico o farmacéutico la posibilidad de tomar complementos alimenticios de arándanos y/o vitaminas, minerales y antioxidantes. Si eres una persona que presenta riesgo de padecer hipertensión ocular o glaucoma, modera o elimina también el consumo de grasas animales. - 3. Bebe agua de manera abundante.
Especialmente si tienes glaucoma con presión intraocular normal. En este caso, tu médico controlará también tu presión arterial y tu función tiroidea. - 4. Practica ejercicio físico moderado y regular.
Siempre de forma acorde a tu edad y estado general de salud, realiza actividad física diariamente, para ayudarte a evitar la presión ocular alta. - 5. No fumes.
Está confirmado que el riesgo de padecer hipertensión intraocular y glaucoma aumenta en función del número de cigarrillos consumidos, por lo que es imprescindible abandonar este hábito. - 6. Controla el estrés.
El estrés puede anular o reducir el efecto de los medicamentos y llevar a un aumento de la presión intraocular. - 7. Cuida tu postura al dormir.
Si tienes hipertensión intraocular, es recomendable que eleves algunos centímetros la cabecera de la cama y que evites dormir boca abajo. - 8. Modera el consumo de café.
Si padeces alta presión ocular o glaucoma, no consumas más de tres a cuatro tazas de café al día. Es conocido su efecto de aumento de la presión intraocular. - 9. Adecua tu entorno a tus necesidades.
Si tienes glaucoma, puedes necesitar ajustar iluminación a tus necesidades visuales y utilizar contrastes de colores para ver mejor los objetos, señalizar las escaleras, etc. - 10. Sigue fielmente la medicación indicada por el especialista.
Es muy importante que cumplas el tratamiento correctamente, aunque no tengas ningún dolor, con el fin de evitar que la hipertensión ocular se mantenga, así como el riesgo de que aparezca glaucoma o siga avanzando. Además, las personas con tensión ocular alta deben evitar los corticoides –incluyendo los tópicos- y los fármacos vasoconstrictores y cambiar la posología si se dan bajadas de tensión nocturnas.
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Autor y fuentes
- Arnaldo Belzunce Manterola, Doctor en Medicina y Cirugía, y especialista en Oftalmología.
- Clínica Ocudermic Pamplona.
*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.