Hepatitis A

Hepatitis A, una enfermedad que se cura por sí sola 

Es uno de los órganos más grandes de nuestro cuerpo y también uno de los que más funciones diferentes realiza: el hígado se encarga de eliminar las sustancias tóxicas que circulan por nuestra sangre, almacenar y liberar la glucosa, procesar los nutrientes y las medicinas, luchar contra las infecciones y segregar algunas hormonas u otras sustancias fundamentales. En resumen, podemos decir que es como la fábrica de productos químicos del organismo y desempeña funciones imprescindibles para la vida.
Para que nuestro hígado pueda realizar todas estas funciones con eficiencia, es fundamental que llevemos hábitos de vida saludables que prevengan enfermedades crónicas como la cirrosis, pero también que tomemos las precauciones necesarias para mantener alejados a virus como el de la hepatitis A (VHA). Este agente infeccioso infecta las células del hígado -llamadas hepatocitos- y hace que se inflamen, y se destruyan.


¿Qué es la hepatitis A?

La hepatitis A es una infección vírica. Aunque muy contagiosa, no es tan grave como los otros tipos de hepatitis (como por ejemplo, la B o la C). Además, se presenta de forma aguda -de manera repentina y con una duración corta- y no se cronifica -no suele durar más de seis meses-. Los síntomas, por fortuna, suelen ser leves o incluso, según la edad de la persona afectada, puede no haberlos. Muy rara vez se desarrolla un cuadro de hepatitis grave, con elevada mortalidad.


¿Es una enfermedad muy común?

En los países en vías de desarrollo, sobre todo en aquellos en los que las condiciones sanitarias y los hábitos de higiene son deficientes, se trata de una enfermedad bastante frecuente, que afecta sobre todo a los niños. De hecho, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 90% de los niños han sufrido esta infección antes de los 10 años en estos países. Por ello, los adultos suelen estar inmunizados.

En cambio, en los países desarrollados, aparecen generalmente casos aislados y es una enfermedad que afecta más a adolescentes o a adultos que pertenezcan a grupos de riesgo. En estos se incluyen las personas que consumen drogas intravenosas, los hombres homosexuales y las personas que viajan a destinos donde la enfermedad está más extendida, como algunos países de Asia, Sur o Centroamérica, África y Oriente Medio. También, si se convive o se mantienen relaciones sexuales con alguien infectado, aumenta el riesgo de padecer hepatitis A.


¿Cómo se contagia la hepatitis A?

Las personas con la infección pueden transmitir el virus aproximadamente durante las dos semanas anteriores a que aparezcan los síntomas y durante los siete días posteriores. Pero, atención: también los enfermos que presentan pocos síntomas o incluso ninguno, como los lactantes y niños pequeños, pueden transmitirlo.

La forma más común de contagio en los países con condiciones sanitarias precarias es la transmisión por agua o alimentos contaminados.

Por otra parte, dado que el virus que produce la hepatitis A está presente en las heces, las condiciones higiénicas deficientes contribuyen a la contaminación fecal-oral entre personas; es decir, la que tiene lugar cuando alguien se toca la boca tras estar en contacto con las heces de una persona que padece la enfermedad o toca con la boca un objeto contaminado, como un juguete o un cubierto. Es decir, podemos contagiarnos si cambiamos los pañales de un niño con hepatitis A y luego no nos lavamos bien las manos o si quien sufre la infección no toma esta medida de higiene después de ir al baño.

Por su parte, en los países desarrollados, donde las medidas de higiene están más extendidas, la vía más habitual de contagio de la enfermedad se da en grupos de alto riesgo (como consumidores de drogas), por contacto sexual con personas infectadas o en los viajeros a zonas en las que la enfermedad es endémica.

Además, también se producen brotes ocasionales causados por ingestión de alimentos contaminados, como el consumo de marisco crudo -almejas, ostras…- que haya crecido en aguas infectadas por el virus o el contacto en grupos cerrados a partir de personas asintomáticas como son los niños menores de dos años que van a las guarderías, ya que éstos generalmente no presentan ningún síntoma y en estos casos la mayoría de los contagios ocurre en contactos estrechos y familiares.

La buena noticia es que, como esta enfermedad no se vuelve crónica -al contrario de lo que sucede con la hepatitis B y C-, no se han identificado portadores crónicos del virus. Por otra parte, la persona con hepatitis A no puede contagiar la enfermedad desde que aparece uno de sus síntomas más característicos, la ictericia (la coloración amarillenta de la piel y la parte blanca del ojo); y tampoco este virus se transmite por la lactancia materna.


¿Cuáles son los síntomas de la hepatitis A?

No siempre que hay hepatitis A aparece ictericia, pues el tipo de síntomas y su gravedad en esta enfermedad pueden ser muy diversos. De hecho, los bebés y niños pequeños -menores de 6 años- pueden no llegar a presentarlos o, en todo caso, de manera muy leve. En cambio, los niños más mayores y los adultos, sí suelen mostrar síntomas más graves. De hecho, el 70% de ellos sufre ictericia, según la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap).

Los signos y los síntomas suelen aparecer al cabo de una media de cuatro semanas tras el contacto con el virus. Además de la ictericia, los más frecuentes son:

  • Fiebre súbita, pero no muy alta.
  • Malestar general.
  • Cansancio.
  • Falta de apetito.
  • Diarrea.
  • Náuseas y/o vómitos.
  • Dolor de estómago y/o molestias abdominales.
  • Orina oscura.
  • Heces claras.
  • Picor.

¿Cómo se trata la hepatitis A?

Dado que es una enfermedad que normalmente se cura por sí sola en un periodo que oscila de tres a seis meses, la hepatitis A normalmente no se trata. Solo es necesario vigilar cómo evoluciona el paciente, que se mantenga bien hidratado, máxime si padece náuseas y vómitos, y seguir una dieta regular sin alimentos muy grasos. Ni siquiera es necesario hacer reposo, salvo en el período más agudo en el que haya malestar general, pues no está demostrado que contribuya a que el paciente se recupere antes.

Por ello, puede retomar la escuela o el trabajo cuando haya transcurrido una semana tras la aparición de la ictericia (y la enfermedad ya no puede contagiarse). De igual modo, si se trata de niños más pequeños, pueden volver a la guardería una semana después del inicio de la enfermedad, siempre y cuando no tengan fiebre y se encuentren bien.

Durante la enfermedad, sí es necesario evitar las sustancias tóxicas para el hígado como el alcohol y algunos medicamentos como el paracetamol.

Consejos para prevenir la hepatitis A

  • 1. Vacúnate. 
    Si vas a viajar a un país donde la hepatitis A es endémica o perteneces a un grupo de riesgo (por ejemplo, si convives con una persona enferma de hepatitis A, trabajas con niños pequeños o en un hospital o padeces alguna enfermedad crónica del hígado, entre otras recomendaciones), vacúnate. La eficacia de la vacuna contra la hepatitis A es casi del cien por cien, siempre y cuando se administren las dos dosis necesarias (la primera, al menos dos semanas antes del viaje y la segunda, a los seis meses). Si un miembro de la familia está ya infectado, pueden administrarse a sus familiares varias pautas de prevención, dependiendo de la edad y de las características de las personas que conviven con paciente.
  • 2. Extrema tu higiene. 
    Si hay algún caso de hepatitis A tu alrededor, es más importante que nunca que te laves las manos minuciosamente con agua y jabón, sobre todo, después de ir al baño o de cambiar pañales y antes de cocinar o comer.
  • 3. Limpia bien el inodoro. 
    Si ha entrado en casa la enfermedad, también debes limpiar el inodoro en profundidad y con frecuencia para eliminar de manera adecuada todos los residuos fecales. También es necesario limpiar aquellas superficies del hogar que se tocan con frecuencia.
  • 4. Cuando viajes, sé precavido con lo que comes y bebes. 
    Cuando visites países en los que la hepatitis A sea endémica, no tomes ensaladas o frutas sin pelar -hazlo tú mismo- ni pescado ni carne crudos o poco hechos. Evita el agua sin envasar o bebidas con cubitos de hielo. Cuando te laves los dientes, usa también agua envasada.
  • 5. Mantén ciertas precauciones. 
    Dado que el contacto sexual por vía anal es también una fuente de contagio, usar profilácticos puede reducir el riesgo de infección.

Fuentes

Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.