Isquemia arterial aguda

¿Qué es la isquemia arterial aguda?

La isquemia arterial aguda u oclusión arterial periférica aguda, es la disminución o interrupción brusca del flujo sanguíneo en las extremidades, debido a la obstrucción de la arteria que lo irriga. Aunque puede afectar a cualquier órgano o zona del cuerpo, hablamos de isquemia arterial aguda cuando afecta a las extremidades, principalmente las inferiores. También se conoce como oclusión arterial periférica aguda.

Sus principales causas son la embolia arterial y la trombosis, aunque también puede provocarla un traumatismo arterial. Los síntomas más frecuentes son la falta de pulso en la zona afectada, dolor intenso de carácter súbito que no responde a los calmantes habituales, palidez, frío en la extremidad,  parestesias (hormigueo) y una menor movilidad o parálisis.

Se trata de una urgencia médica que requiere de tratamiento inmediato. Si transcurren más de cuatro a seis horas desde que se produce la isquemia, la interrupción del flujo puede volverse irreversible. Ello puede obligar a la amputación de la extremidad y también, llegar a provocar el fallecimiento del paciente.


¿A cuántas personas afecta?

Según datos de la Universidad del País Vasco (UPV), la incidencia de este síndrome es alta, de 1,7 casos/10.000 personas al año.


¿Cuáles son los síntomas?

Como se indicaba al inicio, la oclusión arterial periférica suele producirse en las extremidades, sobre todo en las inferiores.

Los síntomas más comunes, que van apareciendo de manera gradual, son los siguientes:

  • Falta de pulso en la arteria de la extremidad afectada.
  • Dolor brusco e intenso que no responde a los analgésicos habituales, debido a la falta de sangre en el músculo. Es similar al del infarto de miocardio o de angina de pecho, pero en las extremidades.
  • Disminución de la temperatura y palidez en la piel de la zona afectada, consecuencia de la ausencia de sangre. Los pacientes suelen comentar que sienten “frío polar”.
  • Hormigueo (parestesia), debido a la reducción del flujo sanguíneo.
  • Disminución de la movilidad o parálisis. Se trata de un síntoma tardío que indica que los músculos están muy dañados y que la falta de flujo es irreversible, por lo que es probable que la extremidad requiera amputación.

Si el cuadro evoluciona, se presentan los siguientes signos tardíos:

  • Color azulado de la piel (cianosis), debido a la falta de oxígeno en la sangre.
  • Presencia de flictenas, una especie de ampollas de gran tamaño que contiene líquido seroso en su interior.
  • Edema, ya que el músculo intenta aprovechar el escaso oxígeno restante en la sangre que todavía queda.
  • Rigidez muscular. Debido a las parálisis nerviosas —producto de la falta de oxígeno—, los músculos se vuelven duros y pierden la elasticidad.
  • Necrosis de los tejidos (muerte de los mismos por falta de oxígeno. Suele denominarse también gangrena. Estos tejidos suelen presentar una alta tendencia a infectarse y puede requerir la amputación de la extremidad o, de lo contrario, existe riesgo de diseminación de la infección. Además el tejido muscular muerto libera sustancias altamente nocivas por lo que la resección del tejido muerto, incluso la amputación, puede ser necesaria para evitar un fallecimiento.

¿Cuáles son sus causas?

Aunque pueden variar, las tres principales causas de la isquemia aguda son las siguientes:

  • Embolia. Es el bloqueo súbito de una arteria sana por causa de un fragmento (émbolo) procedente de un trombo. Los trombos son coágulos que se originan dentro de los vasos sanguíneos en otra parte del organismo, normalmente, en el corazón. Un fragmento o la totalidad del trombo (émbolo) puede liberarse y recorrer el torrente sanguíneo hasta llegar a una arteria de calibre inferior, donde, debido a la disminución de diámetro, queda incrustado, lo que da lugar a la obstrucción del flujo de sangre.
  • Trombosis arterial aguda. Es una obstrucción del vaso sanguíneo causada por un coágulo sanguíneo que se ha formado en ese mismo punto. La causa suele ser el estrechamiento (estenosis) de las arterias, lo que se conoce como arterioesclerosis o aterosclerosis. A su vez, la causa de esta es el depósito de grasa y otras sustancias en las paredes de las arterias.
  • Síndrome compartimental. Una lesión en la extremidad puede comprimir los vasos sanguíneos y reducir o interrumpir el flujo sanguíneo. Entre otras causas, puede estar provocada por heridas, fracturas, aplastamientos o intervenciones quirúrgicas.

¿Qué factores de riesgo existen?

Existen ciertos factores que pueden incrementar el riesgo de sufrir una oclusión arterial periférica aguda. Factores como la presencia de placas de ateroma en las arterias, hipertensión o alteraciones de la pared arterial, son factores que contribuyen a aumentar el riesgo. Esos factores pueden alterarse por: 

  • Fumar. El tabaquismo es uno de los principales factores de riesgo de la isquemia arterial aguda, ya que este hábito interfiere en la coagulación y la circulación del flujo sanguíneo, lo que aumenta el riesgo de trombos.
  • Padecer enfermedades cardíacas y coronarias como insuficiencia cardíaca, arritmia y enfermedades de las válvulas del corazón —sobre todo, la estenosis mitral—, entre otras. Una fibrilación auricular puede causar embolismo.
  • Sufrir hipertensión.
  • Ser diabético.
  • El consumo de alcohol o seguir una dieta no saludable. La formación de placas de ateroma está relacionada con la dieta y el sedentarismo. El desprendimiento de una placa puede causar la oclusión arterial aguda.
  • La edad avanzada. El riesgo de isquemia aguda se incrementa a partir de los sesenta o setenta años, sobre todo si se cumple alguno o varios de los anteriores factores de riesgo.

¿Qué complicaciones puede tener?

Como se explicaba al inicio, la isquemia arterial aguda constituye una urgencia médica que requiere tratamiento en un periodo máximo de seis horas, si se desean evitar lesiones irreversibles.

Si el tiempo transcurrido entre el inicio de los síntomas y el tratamiento es mayor a esas cuatro a seis horas, la evolución del cuadro puede llevar a tener que amputar la extremidad e, incluso, provocar la muerte debido a complicaciones asociadas.


¿Cómo se trata?

El tratamiento puede ser médico y/o quirúrgico. En su fase aguda, busca estabilizar al paciente, aliviar sus síntomas y disolver o extraer el coágulo.

Para conseguirlo, en las fases iniciales, es necesario recurrir a fármacos anticoagulantes como la heparina, al igual que, si es necesario, a otros tipos de medicamentos como analgésicos y antinflamatorios y trombolíticos (fibrinolíticos). Posteriormente, si la causa ha sido una embolia, suele llevarse a cabo una embolectomía —la extracción de coágulos del vaso afectado mediante cirugía—.

Si la causa es una trombosis, será también necesaria en la mayoría de los casos una intervención quirúrgica, generalmente una cirugía de bypass —creación de una vía alternativa para evitar una zona de bajo flujo sanguíneo-, una angioplastia —un procedimiento quirúrgico para abrir vasos sanguíneos estrechos o bloqueados— o una endarterectomía —apertura de la arteria para limpiar sus capas internas mediante cirugía—.

En los casos irreversibles, como se comentaba anteriormente, puede ser necesaria la amputación de la extremidad.

Cómo prevenir la isquemia arterial aguda

La prevención de este síndrome se basa en el control de los factores de riesgo habituales aplicando recomendaciones como las siguientes:

  1. 1. No fumes ni bebas. El tabaco es uno de los principales factores de riesgo de la isquemia arterial aguda. También es conveniente que abandones o limites otros hábitos tóxicos o poco saludables como el consumo de alcohol.
  2. 2. Aliméntate de manera saludable. Tu dieta debe ser baja en grasas, azúcares refinados y sal, y abundante en fruta, verdura y fibra. También ha de incorporar proteínas de calidad como pescado, legumbres y frutos secos. Asimismo, resulta clave hidratarse adecuadamente.
  3. 3. Intenta no permanecer inmóvil durante largos periodos de tiempo. Evita pasar demasiado tiempo sentado y, si una cirugía te obliga a guardar reposo en cama, trata de ponerte en marcha cuanto antes. Si viajas en avión o tren, levántate cada cierto tiempo y camina por el pasillo. Si vas en coche, intenta realizar descansos cada una o dos horas y camina un poco. Si te desplazas en otros medios de transporte donde levantarse no es posible como el autobús, ejercita los músculos de la parte inferior de tus piernas: sube y baja los talones sin despegar los pies del suelo y luego levanta los dedos de los pies manteniendo los talones sobre este.
  4. 4. Practica ejercicio de manera regular. La actividad física previene el riesgo de enfermedades cardiovasculares, sobre todo la de tipo aeróbico, capaz de aumentar la frecuencia cardiaca y respiratoria, lo cual mejora la circulación sanguínea. No obstante, si sufres alguna limitación debido a tu estado de salud, consulta a tu médico qué ejercicio es el más adecuado para ti.
  5. 5. Controla regularmente tu tensión arterial y niveles de colesterol. Y, en caso de que padezcas diabetes, controla también de manera periódica tus niveles de glucemia/glucosa. Estos chequeos pueden realizarse tanto en el médico de cabecera como en la farmacia.
  6. 6. Usa compresión y/o vendaje. Los vendajes y las medias de compresión contribuyen a un mejor flujo sanguíneo en personas con edema o insuficiencia venosa crónica, lo que, además de aliviar los síntomas, reduce el riesgo de que se formen trombos. La compresión debe ser adecuada a la forma de tu extremidad por lo que es adecuado acudir a un profesional farmacéutico para que mida la extremidad y te aconseje el medio de compresión adecuado.

Fuentes

*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.