Linfedema

¿Qué es el sistema linfático?

El sistema linfático está constituido por una red de vasos y ganglios linfáticos, y en él intervienen también otros órganos como la médula ósea, las amígdalas, el timo y el bazo.  El sistema linfático tiene muchas similitudes con el sistema circulatorio, pero en lugar de transportar sangre, transporta la linfa.

La linfa es un líquido transparente que recorre los vasos linfáticos y baña nuestros tejidos. Se diferencia de la sangre en que no transporta oxígeno y carece de glóbulos rojos y hemoglobina. La linfa sí que contiene glóbulos blancos y muchas sustancias como proteínas, minerales y nutrientes. La linfa también recoge células dañadas, células cancerosas y partículas extrañas (como bacterias y virus) que pueden haber penetrado en los líquidos de los tejidos del cuerpo.

En el sistema linfático existen unas pequeñas estructuras (del tamaño de una alubia) llamadas ganglios linfáticos, por donde pasa toda la linfa para ser filtrada. De hecho, los vasos linfáticos conducen la linfa (cada día, unos dos litros) hasta los ganglios, donde hay glóbulos blancos, cuya misión es retirar de la linfa células tumorales si las hubiera, así como virus y bacterias que pudiera haber recogido. Así, los ganglios evitan la diseminación de infecciones y tumores. Algunos ganglios linfáticos se agrupan debajo de la piel, particularmente en el cuello, las axilas y la ingle y otros  se encuentran en el interior del cuerpo, por ejemplo dentro del abdomen.

De esta forma, la linfa es recogida por el sistema linfático, depurada en los ganglios y vertida de nuevo a la circulación sanguínea.

En definitiva, el sistema linfático desempeña dos funciones básicas:

  • Defiende el organismo de infecciones y enfermedades como el cáncer.
  • Recolecta la linfa que se forma en los tejidos y la transporta hasta el torrente sanguíneo.

¿Qué es el linfedema?

El linfedema es un edema (hinchazón por acumulación de líquido) que se produce cuando el sistema linfático, dañado o bloqueado, es incapaz de drenar la linfa, que se acumula en el tejido localizado bajo la piel. Aunque puede afectar a diversas partes del cuerpo como el rostro, el cuello, el torso, el abdomen y los genitales, lo más común es que esta retención de líquido se produzca en los brazos o las piernas.

El linfedema es una secuela común en pacientes de cáncer a los que se ha extirpado los ganglios de la axila o de la ingle y/o que hayan recibido radioterapia en estas partes del cuerpo. No obstante, existen otros factores involucrados en la aparición del linfedema, como el sedentarismo o la obesidad.

La prevención del linfedema es clave, porque se trata de un problema crónico, progresivo y difícil de revertir. Ante los primeros síntomas -inflamación, sensación de pesadez, endurecimiento de algunas zonas, alteraciones en la sensibilidad o dificultades en la movilidad- debe acudirse al médico inmediatamente para llevar a cabo un tratamiento precoz que lo mantenga controlado. Igualmente, el linfedema, por la hinchazón que produce,  puede provocar problemas psicológicos y sociales y afectar a la  capacidad de llevar a cabo actividades cotidianas.

El tratamiento consiste, principalmente, en drenajes linfáticos de la extremidad afectada, el uso de medias y mangas compresivas y la realización de ejercicios específicos. En algunas ocasiones, puede recurrirse a la cirugía.


¿Qué tipos hay?

El linfedema puede clasificarse de distintas maneras. Dependiendo de su causa, puede ser:

  • Linfedema primario: se debe a la ausencia o al escaso desarrollo de los vasos del sistema linfático, por lo que no es capaz de transportar la linfa. Afecta generalmente a las extremidades inferiores, es infrecuente y suele estar ligado a trastornos hereditarios. Aunque puede manifestarse desde el nacimiento o estar latente y aparecer en cualquier momento de la vida, su aparición suele coincidir con periodos en los que hay cambios hormonales, como la adolescencia.
  • Linfedema secundario: es más frecuente que el anterior. Puede estar causado por infecciones bacterianas recurrentes (generalmente en piel); por algunas enfermedades como la tuberculosis o la filariasis (infestación por un parásito tropical, siendo la causa más frecuente en el mundo); por un cáncer que obstruye los ganglios: y la más frecuente en nuestro medio, por cirugía o radioterapia en el tratamiento del cáncer. En muchos casos es necesario extirpar los ganglios linfáticos de una zona en la cirugía del cáncer (axila en cáncer de mama) o de radiar esa zona. En función del momento de su aparición, este tipo de linfedema puede ser precoz -presentarse a los pocos días de la cirugía- o tardío -lo hace meses o años después-.

¿Qué causa un linfedema?

Cuando el sistema linfático funciona correctamente, la linfa circula por el organismo y luego regresa al corazón. Cuando una de sus partes está dañada u obstruida, no es capaz de drenar la linfa adecuadamente, por lo que empieza a acumularse en los tejidos del cuerpo cercanos al lugar de la anomalía y provoca hinchazón.

Como hemos visto en el apartado anterior, algunas de las causas están relacionadas con el tratamiento contra el cáncer como la cirugía para extirpar los ganglios linfáticos o la radioterapia en zonas en las que hay vasos y/o ganglios linfáticos. Por tanto, sufrir un cáncer es un factor de riesgo para desarrollar linfedema, especialmente, si el tratamiento impide que la linfa fluya por los vasos y los ganglios linfáticos o si el tumor afecta o bloquea los ganglios o vasos linfáticos de alguna zona del cuerpo.

Otras posibles causas son infecciones que dañen los tejidos o produzcan cicatrices, enfermedades cardiovasculares, artritis y eczema, lesiones o traumatismos en determinadas zonas del cuerpo.

Por último, constituyen factores de riesgo la obesidad y el sobrepeso, el sedentarismo y llevar prendas de vestir ajustadas o accesorios que compriman en exceso.


¿Qué fases o estadios tiene?

El linfedema puede evolucionar a lo largo del tiempo de la siguiente manera:

  • Estadio I o subclínico: existe pesadez en la extremidad, pero su diámetro no ha aumentado. Puede desaparecer sin tratamiento.
  • Estadio II: la extremidad está hinchada, pero el linfedema es blando y revierte cuando se eleva la extremidad en reposo. Requiere tratamiento de fisioterapia inmediato para evitar que siga evolucionando a fases posteriores.
  • Estadio III: el linfedema es duradero y ya no es reversible y no existen cambios cuando se eleva la extremidad en reposo. La hinchazón es mayor y es imprescindible el tratamiento con fisioterapia. Puede aparecer fibrosis, lo que endurece la extremidad.
  • Estadio IV o elefantiasis: esta fase se presenta con poca frecuencia. El linfedema se endurece, la extremidad puede estar muy hinchada y puede haber cambios visibles en la piel. También pueden aparecer ampollas, fístulas o deformidades.

¿Qué síntomas produce el linfedema?

Como acabamos de ver, a lo largo de sus diferentes fases, el linfedema se caracteriza por síntomas como el edema o hinchazón, normalmente en solo una de las extremidades, la sensación de pesadez o la rigidez en el área afectada, dolores o molestias, endurecimiento y engrosamiento de la piel, aumento del volumen de la extremidad con el tiempo, dificultades en la movilidad de la extremidad afectada, asimetrías e infecciones frecuentes.

El linfedema es una secuela común en ciertos pacientes de cáncer.
La hinchazón, rigidez o pesadez en el área afectada son síntomas del linfedema.

Los anteriores síntomas pueden disminuir la capacidad de la persona para llevar a cabo actividades diarias. Todo ello, sumado al aumento del perímetro de la extremidad, puede afectar al estado de ánimo de la persona y deteriorar su calidad de vida y la manera de relacionarse con los demás.


¿Cómo se diagnóstica?

El diagnóstico del linfedema es inicialmente clínico (mediante historia y exploración del paciente). Sí es necesario investigar qué enfermedad es la responsable de su aparición. Para ello, se suelen hacer varias pruebas:

  • Ecografía.
  • TAC del abdomen.
  • Resonancia.
  • En ocasiones, también son necesarias una linfoangiografía (una radiografía tras inyectar contraste en los conductos linfáticos) y/o una gammagrafía de los ganglios linfáticos (inyectando un contraste en el tejido subcutáneo).

¿Cómo se trata?

Generalmente, el linfedema es un trastorno crónico y sin cura, ya que el daño al sistema linfático no puede repararse, sí puede tratarse con el fin de mitigar la acumulación de líquido en la extremidad afectada y controlarla para evitar que empeore. Para ello, pueden combinarse las siguientes medidas:

  • Drenaje linfático manual: son masajes manuales realizados por fisioterapeutas especializados (no tiene que ver con los drenajes linfáticos por cuestiones de belleza) con los que se evacúa el líquido fuera de la extremidad afectada. Pueden complementarse con vendajes compresivos indicados por un profesional (para que la compresión sea la adecuada), que evitan que vuelva a cumularse líquido en el área. En una primera fase, se realiza diariamente a lo largo de dos o tres semanas. Existen también mangas para compresión neumática que se conectan a un dispositivo, pero su uso debe ser supervisado por un profesional.
  • Uso de recursos ortoprotésicos: el uso de medias o mangas de compresión -conocidas estas coloquialmente como manguitos- puede contribuir a que la hinchazón no avance, ya que ayudan al líquido a circular e impedir que se acumule. A menudo, es necesario confeccionar estas prendas a medida.
  • Realización de ejercicios específicos para las extremidades: contribuyen a mantener una buena movilidad y un buen drenaje del brazo o la pierna. En general, se recomienda empezar a un nivel bajo de exigencia e ir aumentándolo gradualmente. En cualquier caso, siempre debe consultarse a un fisioterapeuta especializado antes de comenzar alguna rutina de ejercicios.
  • Cirugía: en algunas ocasiones, es posible reconducir la circulación de la linfa a venas del sistema circulatorio no obstruidas o realizar un trasplante de los vasos linfáticos mediante una intervención quirúrgica.
  • Deben evitarse las infecciones para reducir la posibilidad de linfangitis de repetición, que empeorarían la enfermedad. Para ello, es importante extremar la higiene de pies y manos y evitar cortes y quemaduras en la extremidad afectada.

Cómo prevenir y convivir con el linfedema

Para prevenir el linfedema o evitar que empeore, es necesario adoptar las siguientes medidas en el día a día:

  • 1. Mantén tu piel limpia e hidratada.
    Emplea jabones neutros y lávate con suavidad. Después de secarte minuciosamente, sin olvidar los pliegues y el espacio entre los dedos, aplica en tu brazo o pierna una crema hidratante suave, especialmente en zonas afectadas por cicatrices. Utiliza desodorantes sin alcohol y evita aquellos productos cosméticos que puedan irritar la piel. Mantén los pies limpios y usa calcetines de algodón.
  • 2. Evita las heridas, quemaduras, picaduras y punciones en la extremidad afectada. Las bacterias y sustancias nocivas pueden penetrar en el cuerpo a través de ellas. Por este motivo, mantén las uñas de manos y pies cortadas pero sé muy cuidadoso al cortarte las uñas y respeta las cutículas. Tampoco te muerdas las uñas ni te arranques los padrastros. Al depilarte, es preferible una máquina eléctrica que cuchillas o cera caliente. Usa guantes para tareas domésticas y/o de jardinería e intenta evitar los arañazos y mordeduras de animales. Evita también las vías, inyecciones, vacunas y extracciones de sangre en esa área, además de la acupuntura. Ten especial cuidado al manipular el horno, la plancha o estufas para evitar las quemaduras.
  • 3. Cura inmediatamente las heridas.
    En caso de lesiones o quemaduras, lávalas y desinféctalas inmediatamente, por pequeñas que sean, para evitar el peligro de que se infecten.
  • 4. Evita opresiones en el área.
    No lleves prendas ajustadas y, si se trata del brazo, tampoco joyas o reloj. Evita que te tomen la tensión arterial en el brazo afectado y tampoco te cuelgues el bolso en ese lado. No uses ropa interior que te comprima el pecho, los hombros o el brazo y mejor utiliza un sujetador de tirantes anchos y acolchados.
  • 5. Mantén fresco el miembro afectado.
    Sobre todo, en épocas calurosas. Evita la exposición al sol en las horas centrales del día y no tomes el sol sin la protección adecuada. Mantente debajo de la sombrilla en la playa o la piscina y, si paseas por la orilla, cúbrete con una camisa o pareo que te cubra el pecho y el brazo o la pierna. Evita la sauna y los baños calientes. Mantén una buena hidratación en la piel.
  • 6. No hagas esfuerzos con el brazo o la pierna con linfedema.
    Lleva una vida lo más normal posible, pero sin cargar peso excesivo ni realizar movimientos bruscos o forzados. Evita también las tareas que impliquen permanecer mucho tiempo con los brazos levantados como limpiar ventanas, armarios altos o azulejos, tender…
  • 7. Lleva a cabo con regularidad los ejercicios indicados por tu fisioterapeuta.
    Tanto aquellos específicos para el linfedema como otros de tipo aeróbico como pasear, bailar o nadar. Se debe huir, eso sí, de deportes que utilizan excesivamente los brazos como el tenis o el esquí.
  • 8. Vigila tu postura.
    Intenta no cruzar las piernas cuando estés sentada y ni las dejes colgando. Por las noches, intenta mantener el brazo o la pierna ligeramente elevada, sirviéndote, por ejemplo, de una almohada, y evita dormir sobre el lado afectado. Si viajas en avión, mantén el brazo apoyado sobre un cojín de manera que la mano quede un poco más alta que el hombro.
  • 9. Utiliza adecuadamente la media o manga de compresión.
    Cumple estrictamente las pautas que el especialista o el fisioterapeuta te hayan dado para su uso y mantenimiento, con el fin de que su efectividad sea la máxima posible.
  • 10. Evita el sobrepeso y cuida tu dieta.
    Sigue una dieta equilibrada rica en frutas, verduras y legumbres y limita la sal en las comidas. Si padeces obesidad, acude a tu médico para evaluar la necesidad de perder peso. Una buena opción es reducir o eliminar el consumo de tabaco y alcohol.

Fuentes

*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.