Nefropatía diabética

¿Qué son los riñones y para qué sirven?

Los riñones son dos órganos gemelos que forman parte del aparato urinario, junto a los uréteres, la vejiga y la uretra. Situados de manera simétrica a ambos lados de la columna vertebral, en la espalda, justo debajo de la cavidad torácica (el riñón derecho suele estar un poco más bajo que el izquierdo), tienen aproximadamente el tamaño de un puño y forma de alubia y pesan unos 150 g cada uno.

Estos órganos contienen más de un millón de unas estructuras denominadas nefronas, encargadas de filtrar la sangre y producir la orina. Estas son las unidades principales de filtración de nuestra sangre en el riñón. Dentro de cada nefrona hay una estructura denominad glomérulo. Cada uno de los glomérulos es un “ovillo” de capilares sanguíneos rodeado por un saco llamado cápsula de Bowman. La sangre que pasa por el glomérulo es filtrada y el líquido resultante, orina, es recogido en la cápsula y conducido para su eliminación. Los riñones realizan funciones fundamentales, entre ellas, se encuentran:

  • Filtrar los desechos y sustancias tóxicas de la sangre y producir la orina, que luego el uréter conducirá hasta la vejiga. Posteriormente, saldrá al exterior por la uretra.
  • Regular la hidratación de nuestro organismo: controlan la cantidad de líquido que hay que conservar y elimina el excedente, regulando también la tensión arterial.
  • Regular el equilibrio electrolítico: es decir, controlar la concentración en sangre de sustancias como el sodio, el potasio, el calcio, el fósforo, el bicarbonato y otros iones.

Además ayudan a la formación de los glóbulos rojos en la médula ósea (cuya carencia puede manifestarse como anemia) y contribuyen al desarrollo y buena salud de los huesos, lo que previene la fragilidad ósea.


¿Qué es la diabetes?

La diabetes es un trastorno crónico del metabolismo que se caracteriza por unos niveles de glucosa en sangre (glucemia) por encima de los límites normales. Está causada por una alteración en la producción de la insulina, una hormona que se fabrica en el páncreas, en el caso de la diabetes tipo 1 y por una resistencia a la insulina en las células lo que hace que la glucosa no penetre en la célula de la forma adecuada, en la diabetes tipo 2.

La función de la insulina y su correcto funcionamiento es mantener los valores adecuados de azúcar en sangre. Permite que la glucosa de los alimentos pase al interior de las células, donde se transforma en energía necesaria para que funcionen los músculos y los tejidos o donde se almacena.

Cuando no hay insulina, como en los diabéticos tipo 1, o no funciona correctamente, como ocurre en los diabéticos tipo 2, la persona no absorbe la glucosa adecuadamente, lo que origina una concentración excesiva de azúcar en la sangre (hiperglucemia).

Con el paso del tiempo y, si no se trata adecuadamente, el exceso de glucosa que circula por el torrente sanguíneo acaba dañando los tejidos. A su vez, este deterioro provoca alteraciones, disfunciones e insuficiencias a largo plazo en órganos como los riñones, ojos, nervios, corazón y vasos sanguíneos.


¿Qué es la nefropatía diabética?

La nefropatía o enfermedad renal diabética es una complicación grave de la diabetes tipo I y II. Se trata de una de las causas más comunes de enfermedad renal y, por tanto, que impide a uno o a los dos riñones realizar con eficiencia las funciones mencionadas en el primer apartado.

Se trata de una dolencia crónica que daña de manera paulatina a lo largo de los años el sistema de filtrado de los riñones, pero que no suele manifestarse con síntomas hasta que el daño renal es grave. Conforme progresa, puede aparecer malestar general, hinchazón de pies y tobillos, debilidad, dolor de estómago, problemas para controlar la tensión arterial, insomnio, dificultades respiratorias y confusión mental, entre otros síntomas.

En las primeras fases, la enfermedad puede tratarse con medicamentos que controlen la tensión arterial, los niveles de glucosa y colesterol en sangre. En la diabetes también es importante la dieta y el estilo de vida, especialmente en la tipo 2. Si continúa avanzando, puede evolucionar a insuficiencia renal. En este caso, es necesaria la diálisis renal o el trasplante de riñón o de riñón y páncreas.


¿A quién afecta la nefropatía diabética?

De acuerdo al Documento de consenso sobre pautas de detección y tratamiento de la nefropatía diabética en España, publicado por la Sociedad Española de Nefrología (SEN) y la Sociedad Española de Diabetes (SED), la nefropatía diabética es la causa individual más importante de insuficiencia renal en el mundo occidental, además de ser una de las más importantes de morbilidad y mortalidad prematura en pacientes con diabetes mellitus.

Por otra parte, la diabetes es la causa de insuficiencia renal que mayor incremento proporcional ha experimentado en las últimas décadas y se prevé que siga aumentando en los próximos años. La Sociedad Española de Nefrología (SEN) apunta en su publicación Nefrología al día que aproximadamente el 30% de los pacientes con diabetes mellitus tipo 1 y el 40% de los pacientes con diabetes mellitus tipo 2 la desarrollan.

Además, de acuerdo a datos publicados por el Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales (NIDDK) de EEUU, en términos generales, alrededor de uno de cada cuatro adultos con diabetes padece enfermedad renal.


¿Cuál es la causa de la nefropatía diabética?

Como se comentaba al inicio, los riñones contienen más de un millón de esas estructuras capilares llamados glomérulos. Estos son vasos sanguíneos, que, cuando están sanos, permiten a los riñones  filtrar los desechos y sustancias tóxicas de la sangre, regular la cantidad de agua y producir la orina.

Sin embargo, la diabetes mal controlada puede afectar a los vasos sanguíneos con el paso del tiempo, lo que, además de daño renal, puede provocar tensión arterial alta. Esta, a su vez, puede agravar el deterioro de los riñones, al aumentar la presión sobre su delicado sistema de filtrado. La hiperglucemia derivada de la diabetes, por múltiples mecanismos, causa daños en esos capilares que conforman el glomérulo y alteran su estructura y función de filtración. A causa de esto se produce una pérdida de proteínas a través de la orina, principalmente albúmina, y se altera la filtración de agua y minerales. Al inicio la pérdida de proteínas por orina puede ser pequeña (microalbuminuria) pero con el tiempo progresa a grandes pérdidas dando lugar al denominado síndrome nefrótico. Además, la pérdida de la función correcta de la filtración renal puede llevar a uremia que es el acúmulo de urea y otros productos que deberían ser eliminados por orina y que la insuficiencia derivada de la nefropatía no hace posible.

La enfermedad renal puede tratarse con medicamentos que controlen la tensión arterial, los niveles de glucosa y colesterol en sangre.
La enfermedad renal puede tratarse con medicamentos que controlen la tensión arterial, los niveles de glucosa y colesterol en sangre.

¿Qué factores de riesgo existen?

Tienen mayor riesgo de desarrollar enfermedad renal las personas diabéticas que padecen:

  • Nivel elevado de colesterol, triglicéridos y otras grasas en sangre (hiperlipemia).
  • Alta concentración de glucosa en sangre (hiperglucemia).
  • Tensión arterial alta (hipertensión) sin controlar.
  • Diabetes de veinte años o más de evolución o de tipo 1 que comenzó antes de los veinte años.
  • Obesidad o sobrepeso.
  • Problemas cardiovasculares.
  • Adicción al tabaco.
  • Antecedentes familiares de diabetes o enfermedad renal.

Igualmente, el sedentarismo y no llevar una una dieta adecuada para controlar la diabetes o abundante en sal constituyen factores de riesgo de la nefropatía diabética.


¿Qué síntomas tiene la nefropatía diabética?

Como se comentaba al inicio, la enfermedad renal diabética puede ser asintomática, lo que de no detectarse con los controles adecuados de diabetes puede llevar a su progresión. Posteriormente aparece la microalbuminuria (detectable en análisis de orina). Si la enfermedad progresa a fases avanzadas pueden aparecer los siguientes síntomas y signos:

  • Malestar general.
  • Hinchazón de pies, tobillos manos u ojos.
  • Debilidad y fatiga la mayor parte del tiempo.
  • Dolor de cabeza.
  • Pérdida del apetito.
  • Náuseas y vómitos.
  • Dolor de estómago.
  • Picazón constante en la piel.
  • Mayores problemas para controlar la tensión arterial.
  • Latidos cardiacos irregulares.
  • Mayor necesidad de orinar y presencia de proteína en la orina (proteinuria).
  • Menor necesidad de insulina.
  • Dificultades respiratorias.
  • Mayor propensión a infecciones.
  • Insomnio y dificultad para dormir.
  • Confusión mental o problemas para concentrarse o pensar.

¿Cómo se trata la nefropatía diabética?

Como se indicaba al inicio, la mejor manera de prevenir y, en sus fases tempranas, ralentizar la nefropatía diabética es controlar tanto la diabetes como la hipertensión. Esto exige adoptar o mantener un estilo de vida saludable, cambios en la dieta, la práctica regular de ejercicio físico y, si es necesario, el uso de medicamentos para tratar ambas patologías.

En las primeras etapas de la enfermedad, es necesario también recurrir a un tratamiento farmacológico que contribuya a regular tanto la tensión arterial como los niveles de glucosa y colesterol en sangre. Además el control dietético es clave también en esta fase de la enfermedad.

Si los pacientes consiguen controlar de manera estricta la glucemia y la hipertensión, es posible frenar o retrasar la evolución de la nefropatía diabética, pero, dada la dificultad de hacerlo meticulosamente, se produce habitualmente una pérdida paulatina y progresiva de la función renal.

Si la nefropatía diabética avanza hasta evolucionar a insuficiencia renal, será necesaria la diálisis renal para eliminar los desechos y el exceso de líquido de la sangre o un trasplante de riñón o simultáneo de riñón y páncreas. De hecho, según la Clínica Universidad de Navarra, esta enfermedad es responsable del 30% de los enfermos en diálisis periódica y la primera causa de trasplante renal en los países occidentales.

Fuentes

*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.