Ojos de gallo

Los ojos de gallo se producen cuando algún punto del pie sufre el roce o presión continuos.

¿Qué son los ojos de gallo?

Los helomas interdigitales, conocidos popularmente como ojos de gallo, son un tipo de callo o queratosis que se forma entre los dedos de los pies, en el tramo central o en el nacimiento de estos, especialmente entre el cuarto y quinto dedo.

Se trata de un trastorno común en la población adulta, que suele estar originado por el roce entre los propios dedos, causado, a su vez, por el uso de calzado estrecho o por desviaciones o prominencias en algún dedo.

Pequeños, dolorosos y molestos, el tratamiento más habitual se basa en extraer las capas de piel endurecida y el núcleo del callo. En muy pocas ocasiones es necesaria la cirugía. Usar un calzado adecuado, el cuidado diario de los pies y las visitas regulares al podólogo pueden ayudar a prevenirlos.


¿Cómo son y por qué se forman los ojos de gallo?

Los callos constituyen, en realidad, un mecanismo de defensa: cuando algún punto del pie sufre roce o presión continuos debido a una prominencia ósea o a una pisada o calzado inadecuados, la piel reacciona haciendo migrar una gran cantidad de células que contienen queratina a su superficie, lo que da lugar a la hiperqueratosis; es decir, a capas de piel engrosada en los lugares de presión o fricción. 

En general, los callos son bultos de piel endurecida que se producen como reacción a un exceso de fricción o presión en el pie. Uno de los tipos, el heloma, se caracteriza por tener un núcleo duro con los bordes bien definidos, que se forma sobre un punto óseo.

Los ojos de gallo cuya causa sea la prominencia del hueso pueden necesitar cirugía.

En general son algo más blandos que un callo típico, son blancos o amarillentos y suelen tener un núcleo enrojecido. Suelen ser pequeños, dolorosos y bastante molestos.

Como se indicaba con anterioridad, los ojos de gallos suelen ser pequeños, dolorosos y bastante molestos. Habitualmente, muestran un color amarillento oscuro.

También pueden originar su aparición prominencias o desviaciones que a veces presentan los huesos del pie, así como el tener que pasar demasiado tiempo en pie sin moverse.


¿Cómo se tratan los ojos de gallo?

El primer paso para tratar los callos consiste en aplicar diversas medidas de cuidado personal como evitar las acciones repetitivas que los provocaron, usar calzado que se adapte adecuadamente al pie y emplear apósitos especiales para ojos de gallo como protectores separadores, almohadillas amortiguadoras o plantillas protectoras, que absorben la presión y los roces del calzado, al tiempo que protegen la piel.

Si el dolor es tan intenso que impide el uso de calzado o caminar correctamente, al igual que si existen deformidades graves en tus pies, es necesario acudir a un podólogo para que exfolie el ojo de gallo -un tratamiento indoloro y que supone alivio inmediato- o lo trate de la manera que considere adecuada.

Si la causa del ojo de gallo es la prominencia del hueso o, a pesar de las exfoliaciones, los helomas vuelven a salir, puede ser necesario eliminarla mediante una cirugía que no requiere hospitalización. La recuperación total suele producirse en torno a tres semanas.

Cómo prevenir los ojos de gallo

Las siguientes recomendaciones pueden contribuir a evitar la aparición de los molestos ojos de gallo:

  • 1. Usa un calzado amplio.
    Sustituye los zapatos estrechos por otros de hormas más anchas, que te sujeten bien el pie y permitan que transpire. La suela debe absorber bien los impactos.
  • 2. Lleva calcetines cómodos.
    Sobre todo, asegúrate de que no tienen costuras que te puedan rozar y de que te los pones correctamente sin arrugas.
  • 3. Evita forzar la presión sobre el antepié.
    Es decir, a la hora de caminar, correr o realizar esfuerzos, intenta evitar la presión excesiva en la parte anterior del pie.
  • 4. No pases demasiado tiempo en pie sin moverte.
    Si no te queda más remedio debido al trabajo u otras actividades, trata de dar breves paseos cada cierto tiempo.
  • 5. Recurre a apósitos específicos para ojos de gallos y a plantillas de protección.
    De esta manera, evitarás que el calzado ejerza presión sobre la piel.
  • 6. Mantén tus pies sanos e hidratados.
    Lávalos con jabón y, después de secarlos bien, hidrátalos con una crema o loción. Si lo haces diariamente, lograrás suavizar las zonas de roce, además de mantener una higiene correcta. El uso de cremas exfoliantes o de una piedra pómez también puede ayudarte a prevenir los callos.
  • 7. Mantente en un peso saludable.
    Así evitarás que un exceso de peso corporal altere la distribución de la carga sobre las distintas zonas del pie.
  • 8. Acude regularmente a la consulta del podólogo.
    Especialmente, si tienes tendencia a sufrir helomas u otros problemas en el pie. Además de tratarte los ojos de gallos u otros tipos de callo, puede realizar un estudio biomecánico de tu pisada.