Parásitos intestinales más frecuentes

¿Qué es una parasitosis intestinal?

Una parasitosis intestinal es una infestación del tracto o tubo digestivo, a menudo asintomática, que puede estar provocada por distintos tipos de parásitos. Estos se clasifican en dos grupos: protozoos ―organismos unicelulares― y helmintos ―gusanos―.

Aunque son más frecuentes en países en vías de desarrollo, se trata de una patología presente en todo el mundo, que sobre todo afecta a la población pediátrica. En las últimas décadas, se está observando un aumento de la incidencia en los países desarrollados, debido tanto a la inmigración como a las adopciones internacionales. También un mayor número de viajes internacionales están relacionados con este incremento.

Las parasitosis pueden producirse por la ingestión de quistes o esporas de protozoos o de huevos o larvas de gusanos, así como por la penetración de larvas a través de la piel. Pueden ser asintomáticas o manifestarse con síntomas digestivos como la diarrea, aunque suelen existir peculiaridades en función del parásito que las haya causado y, en algunos casos, puede presentarse sintomatología no digestiva.

De ser necesario, el tratamiento se basa principalmente en el uso de fármacos antiparasitarios, aunque a veces puede ser necesaria la cirugía.


¿A quién afecta?

Como indican la Asociación Española de Pediatría (AEP) y la Sociedad Española de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (SEGHNP) en su protocolo diagnóstico y terapéutico sobre parasitosis intestinales, estas tienen una mayor prevalencia en países tropicales y subtropicales, aunque, como se indicaba anteriormente, el aumento progresivo de viajes y adopciones internacionales también ha incrementado la incidencia y riesgo de este problema de salud en los países desarrollados.

De acuerdo con la SEGHNP, en la actualidad, la parasitación intestinal es la afección más frecuente en niños inmigrantes y adoptados (25-75%), que, con frecuencia, padecen parasitación múltiple. Por otra parte, según esta entidad, durante la infancia, el 50% de las parasitosis se producen en niños entre 1 y 5 años de edad, a los que afectan en mayor medida los protozoos Giardia lamblia y Cryptosporidium parvum. En edad escolar, los parásitos con mayor prevalencia son los helmintos Enterobius vermicularis y Trichuris trichiura.


¿Qué factores de riesgo existen?

Entre los principales factores que aumentan el riesgo de desarrollar una infección por parasitosis intestinales, se encuentran los siguientes:

  • Vivir en entornos con condiciones higiénico-sanitarias deficientes.
  • Ingerir alimentos contaminados, poco cocinados o crudos.
  • Convivir con personas infectadas o con animales domésticos que puedan ser reservorios de los distintos parásitos.
  • En el caso de la población infantil, acudir a la guardería o residir en instituciones.
  • También en la infancia, sufrir malnutrición.
  • Tener el sistema inmune deprimido.
El tratamiento, si es necesario, se basa en el uso de medicamentos antiparasitarios, tanto para protozoos como para helmintos.
Algunas parasitosis pueden producir pérdida de peso, distensión y dolor abdominal.

¿Qué protozoos causan parasitosis intestinal con mayor frecuencia?

Los protozoos son organismos unicelulares de tamaño microscópico. Se transmiten por la vía fecal-oral o por la ingestión de quistes o esporas presentes en el agua o en alimentos contaminados. También algunos animales pueden ser reservorios de quistes de protozoos que después pueden infectar al ser humano.

Tras la ingesta de los quistes o esporas, estas se transforman en el intestino en trofozoítos (provenientes de quistes) o esporozoítos (si provienen de esporas). Ambas son las formas infectantes. En el intestino absorben nutrientes, se reproducen y luego dan lugar a quistes o esporas que serán eliminadas a través de las heces, haciendo que el portador sea infectante.

Las parasitosis provocadas por protozoos más frecuentes en nuestro medio son:

  • Giardiasis (Giardia lamblia o intestinalis o duodenalis). Es la infestación más común en el ser humano, sobre todo en climas templados y en niños que acuden a guarderías o habitan en centros de acogida u orfanatos. Además de estos niños, son grupos de riesgo las personas que trabajan cuidando de ellos, quienes residen en instituciones, los viajeros internacionales que visitan zonas endémicas, las personas con el sistema inmune comprometido o las que padecen fibrosis quística.

    Los quistes sobreviven largos periodos en ambientes húmedos y son resistentes a la cloración del agua.  Los quistes, tras la ingesta, se transforman en trofozoítos en el intestino delgado. Estos tienen capacidad de adhesión y multiplicación en la mucosa intestinal formando quistes que son excretados con las heces.

    Tras el periodo de incubación, que dura de una a dos semanas, la infección puede permanecer asintomática y durar hasta seis meses o puede padecerse una gastroenteritis aguda, que puede durar de dos a cuatro semanas. Solo el 35%-45% de los infectados presentan síntomas de forma aguda. La diarrea suele acompañarse de dolor abdominal, distensión, grasa o moco en heces (esteatorrea), pérdida de peso y fiebre en raras ocasiones. También puede desarrollarse una diarrea crónica. En este caso, puede haber otros síntomas como lesión de las vellosidades intestinales, absorción deficiente de las grasas, ralentización del tránsito intestinal, intolerancia a la lactosa, sobrecrecimiento de las bacterias intestinales, pérdida de peso, distensión y dolor abdominal.

    Algunas personas pueden desarrollar también afecciones hepáticas como colecistitis (inflamación de la vesícula), colangitis (inflamación y/o obstrucción del conducto biliar y hepático) y hepatitis granulomatosa. Igualmente, se han descrito secuelas crónicas como el síndrome de intestino irritable, fatiga crónica o urticaria.

    El diagnóstico suele hacerse por examen de parásitos en heces. Aunque no existan síntomas, se recomienda tratar la infestación en todos los miembros de la familia ―normalmente, con fármacos antiparasitarios―, debido al riesgo de propagación por las heces.
  • Criptosporidiasis (Cryptosporidium). Junto a la Giardia, es uno de los parásitos más comunes en el ser humano. Se transmite por vía fecal-oral, aunque también puede propagarse de persona a persona (por aguas, piscinas, lagos, pantanos), de animal a persona por ingestión de alimentos o animales parasitados o por contaminación de sus heces. 

    La infestación se produce por la ingesta de esporas u ovocitos que parasitan a vertebrados (como pájaros, pescados o mamíferos) o invertebrados, incluyendo insectos. Las esporas liberan los esporozoítos en el epitelio intestinal.

    De nuevo, la infección puede ser asintomática o provocar síntomas que dependerán del estado del sistema inmune de la persona afectada. En niños de guardería o instituciones suele ser asintomática. En pacientes inmunodeprimidos, tras un periodo de incubación que dura de siete a diez días, pueden aparecer fiebre, malestar, vómitos y diarrea líquida y abundante. Estos síntomas suelen desaparecer tras dos o tres días, diez como máximo. Algunas de las posibles complicaciones son la colecistitis, la colangitis esclerosante y la pancreatitis.

    En pacientes inmunocompetentes puede producir un cuadro de gastroenteritis aguda que es autolimitada. En estos casos, la infestación no suele requerir tratamiento, salvo que se produzcan síntomas graves o que dure más de dos semanas. En pacientes con el sistema inmune comprometido, se recomienda reducir la dosis de inmunosupresores. En el caso de pacientes con VIH, está indicada la terapia antirretroviral con el objetivo de restablecer la función inmune.
  • Amebiasis (Entamoeba histolytica). La infección por este protozoo tiene lugar al ingerir agua o alimentos contaminados con quistes del parásito, que son resistentes tanto a las bajas temperaturas como a la cloración del agua, a los ácidos gástricos y a las enzimas digestivas. No obstante, no son resistentes a la cocción o ebullición del agua.  Es infrecuente en nuestro medio, no así en países tropicales, por lo que es importante en la sospecha diagnóstica el antecedente de un viaje a estos países.

    Los quistes evolucionan a trofozoítos en el intestino. En la mayoría de los casos la infestación es asintomática, pero en otros invade la pared del colon produciendo úlceras y, si la invasión es importante, pueden pasar al hígado.

    Hasta en un 90% de los caso la infestación es asintomática. Pero si la extensión es importante, puede presentarse una gastroenteritis aguda con deposiciones con moco y sangre y dolor abdominal. Es infrecuente la fiebre. Puede producirse una colitis fulminante con perforación intestinal y peritonitis. En las formas crónicas se alternan las diarreas con moco con periodos de estreñimiento, dolor y distensión abdominal y meteorismo.

    El diagnóstico se realiza por examen microscópico de heces o por serología. Al igual que la giardiasis, todos los casos deben tratarse, incluso aunque no haya síntomas, dado el riesgo de enfermedad invasiva y de propagación. El tipo de fármaco diferirá, no obstante, en función de si existe o no sintomatología.
  • Otras parasitosis por protozoos, menos comunes:
    • Issospora belli: en paciente inmunodeprimidos
    • Blastocystis hominis: rara, autolimitada, hasta hace poco considerado como comensal
    • Balantidium coli: Raro. Principalmente por ingesta de carne de cerdo mal cocinada o contacto con sus heces en países endémicos

¿Qué helmintos son los más comunes?

Los helmintos son grandes organismos multicelulares. Se dividen en:

  • Nematodos o gusanos cilíndricos
  • Cestodos o gusanos planos segmentados
  • Trematodos o gusanos planos no segmentados.

Los que infectan al ser humano con mayor frecuencia dentro de cada tipo son:

Nematodos:

  • Enterobiasis u oxiurasis (Enterobius vermicularis). Popularmente conocida como lombrices intestinales, esta infección afecta, según la AEPED, a entre el 40% y el 50% de los niños en edad escolar. El oxiuro, un tipo de nematodo, puede llegar a alcanzar los diez milímetros de longitud y se caracteriza por su forma fina y alargada, así como por su color blanco, por lo que recuerda a una lombriz.

    Esta parasitosis se propaga con facilidad, sobre todo por la vía fecal-oral. Uno de los principales vehículos de transmisión de los huevos son las manos de los niños, que se rascan en torno al ano debido al picor. De esta manera, los huevos microscópicos se adhieren bajo las uñas y los dedos contaminados pueden llevarlos otra vez hacia la boca, desde donde vuelven a entrar en el organismo. Este proceso se denomina autoinfección y perpetúa el circuito de transmisión. También puede haber infestación por objetos personales contaminados y menos frecuentemente por inhalación de polvo conteniendo huevos.

    Los huevos fecundados eclosionan en el interior del intestino delgado y maduran localizándose en la región ileocecal. Las hembras durante la noche depositan sus huevos en la región perianal produciendo prurito (picor) en esa zona, intranquilidad nocturna, y sobreinfección por rascado o vulvovaginitis por emigración genital. En caso de que la cantidad de parásitos sea muy elevada, puede aparecer también dolor abdominal. En adultos, las infecciones pueden ser asintomáticas.

    Los huevos pueden sobrevivir hasta dos o tres semanas en las superficies donde acaban depositados, como ropa sucia, ropa de cama, alimentos infectados, juguetes, el váter y/o el lavabo, pupitres, arena de los parques e, incluso, en el polvo atmosférico.

    La infección por lombrices se cura fácilmente mediante la ingesta de un fármaco antiparasitario. Pueden prevenirse siguiendo estos consejos. El tratamiento farmacológico debe realizarse a toda la familia.
  • Tricuriasis o tricocefalosis (Trichuris trichiura). Se trata del parásito con mayor prevalencia en la edad escolar después del Enterobius vermiculari. Sus huevos se ingieren a través de agua, alimentos o tierra contaminados, aunque también pueden llegar al organismo a través de contaminación de las manos.

    Posteriormente, las larvas maduran en el ciego y el colon, donde permanecen en la mucosa y pueden causar inflamación local, edema y hemorragia. Desde la propia mucosa, producen nuevos huevos fértiles, que son excretados a través de las heces.

    Los síntomas dependen del grado de parasitación: la infestación puede ser asintomática, producir dolor cólico y diarrea ocasional o llegar a provocar cuadros de disentería con deposiciones con sangre y moco -sobre todo en pacientes inmunodeprimidos-, así como prolapso rectal. Las infestaciones intensas pueden llegar a causar retraso del crecimiento y retraso cognitivo, entre otros problemas. Debe valorarse el tratamiento farmacológico a toda la familia.
  • Ascaridiasis o ascariasis (Ascaris lumbricoides). El ascaris lumbricoides un nematodo de gran tamaño (35-40 cm) y constituye la causa de infección por helminto más frecuente a nivel mundial. Se transmite a través de la ingesta de huevos fértiles presentes en agua o alimentos contaminados. Los huevos no resisten la filtración ni la ebullición del agua pero son viables durante años en el suelo en las condiciones adecuadas.

    Tras la ingestión del material contaminado, las larvas incubadas eclosionan en el intestino delgado, donde atraviesan la mucosa intestinal, y por vía hematógena o linfática llegan a los pulmones (también lo pueden hacer a corazón, riñón, vías biliares o cerebro). Permanecen en los alveolos pulmonares durante 10 días pasando después a los bronquios, tráquea y faringe, siendo deglutidas o expulsadas por la tos.

    Posteriormente, por medio de la deglución, el parásito vuelve a aparecer, ya en su forma adulta, en el destino delgado, donde habita durante uno o dos años. Durante este periodo, los huevos son expulsados a través de las heces.

    Durante la fase pulmonar, pueden presentarse síntomas como fiebre, dificultad para respirar -disnea-, sibilancias e infiltrados pulmonares, entre otros. Durante la fase intestinal, la persona afectada puede permanecer asintomática o sufrir diarrea leve e intermitente, dolor abdominal, náuseas y/o vómitos.

    El tratamiento es farmacológico y deben hacerse controles de heces a los 2-3 meses ya que los medicamentos actuales actúan contra el gusano adulto pero no contra las larvas, por lo que podría ser necesario un nueva administración del fármaco.
  • Anisakiasis (Anisakis simplex, Anisakis physeteris, Anisakis pegreffli y Pseudoterranova species). Son también nematodos, cuyos huéspedes naturales son los grandes mamíferos marinos como las ballenas, leones, focas, marsopas y morsas. No obstante, esta infección es frecuente en humanos en países donde se ingiere de manera habitual pescado crudo o poco cocinado o en escabeche. En España, la principal vía de transmisión es la ingesta de anchoas y boquerones en vinagre infectados.

    En las doce horas posteriores a la ingesta del pescado contaminado, se produce una gastritis aguda y urticaria en todo el cuerpo. El tratamiento consiste en la extirpación mediante vía endoscópica de las larvas, así como en el uso de antihistamínicos en caso de urticaria. La prevención consiste en evitar la ingesta de pescado fresco si antes no ha sido congelado o cocinado durante 20 minutos al menos a 60ºC.
  • Otras infestaciones por nematodos:
    • Strongyloides stercolaris y ancylostoma duodenale: frecuentes en países cálidos y tropicales. La infestación es por penetración de larvas a través de la piel, desde donde pasaran a los pulmones a través del torrente circulatorio, siendo después deglutidas para finalmente localizarse las formas adultas en el intestino delgado

Cestodos o tenias:

  • Teniasis (Taenia solium y Taenia saginata). La teniasis humana es una infestación producida por un parásito llamado tenia, que es un tipo de cestodo o gusano plano de gran tamaño (varios metros de longitud). Puede llegar al sistema digestivo por la ingesta de carne de vacuno o de cerdo cruda o mal cocinada que contenga quistes infecciosos. Aunque está presente en todo el mundo, la incidencia de esta infección parasitaria en los países desarrollados es baja, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

    La tenia es un gusano plano en forma de cinta, de color blanquecino. Existen dos especies principales para las cuales los humanos son los únicos huéspedes definitivos, la Taenia saginata (bovina) y Taenia solium (porcina). Cuando es adulta, coloniza el intestino de su huésped y puede llegar a medir entre dos y ocho metros en el caso de la tenia porcina y, entre seis y doce metros, en el caso de la bovina.

    La tenia está compuesta por la cabeza (escólex) que tiene 4 ventosas que le permiten adherirse a la pared intestinal; el cuello, capaz de regenerarse; y el resto del cuerpo del gusano. Este está integrado, a su vez, por muchos segmentos, una especie de tiras blancas y aplanadas, llamados proglótides, que el humano huésped expulsa por las heces.

    Posteriormente, las vacas o cerdos se infectan al ingerir vegetación contaminada por estos huevos y, una vez en su organismo, evolucionan a quistes o cisticercos, que, tras ser ingeridos por el ser humano, liberan larvas en el intestino, en el que se fijan. En este momento, la tenia inicia la formación de anillos y llega al estado adulto después de dos a cinco meses. Estos anillos migran al ano y se eliminan por las heces.

    La mayoría de las personas con teniasis no padece síntomas o estos son leves, aunque los pacientes con infección por Tenia saginata (bovina) pueden presentar problemas digestivos como dolor abdominal, pérdida del apetito, pérdida de peso y malestar estomacal. No obstante, los síntomas más visibles son la eliminación de proglótides a través del ano y de las heces. En ocasiones pueden presentarse anorexia, náuseas, dolor epigástrico, ansiedad, cefaleas y urticaria.

    Las infecciones por Tenia solium (porcina) pueden ocasionar cisticercosis humana, que se caracteriza por la formación en el organismo de quistes con larvas de tenia en su interior. Puede ser muy grave si se enquistan en músculos o en el sistema nervioso, desde donde pueden llegar a causar daños en los músculos afectados, en los ojos o convulsiones epilépticas.

    El diagnóstico es por la detección microscópica de huevos o proglótides en las heces, siendo habitual que el propio paciente observe las proglótides en las heces.  La teniasis se trata con fármacos antiparasitarios y, en el caso de que haya quistes en el cerebro, puede emplearse cierta combinación de fármacos. En cualquier caso, es muy importante eliminar la cabeza y el cuello de la tenia, porque, de lo contrario, puede volver a formarse todo el gusano.
  • Otras infestaciones por cestodos:
    • Hymenolepsis nana: muy frecuente en todo el mundo. Transmisión por alimentos contaminados o de persona a persona. Los huevos pasan la mucosa intestinal donde pasan de nuevo a la luz intestinal en forma de parásito adulto de 15 a 40 mm
    • Dyphyllobothrium latum: puede medir hasta 5 metros de longitud. La infestación se produce por consumo de pescado crudo o mal cocinado procedente de lagos o ríos con presencia endémica.

¿Cómo se tratan las parasitosis intestinales?

El tratamiento, si es necesario, se basa en el uso de medicamentos antiparasitarios, tanto para protozoos como para helmintos. No obstante, como hemos visto, en casos como el del anisakis, puede ser necesaria la extracción del parásito por endoscopia o cirugía. En algunos casos, puede requerirse el uso de corticoides o de antihistamínicos.

Por otro lado, la prevención debe ir encaminada a mejorar las condiciones higiénico-sanitarias y de nutrición en los países en vías de desarrollo. A nivel individual, el lavado de manos es la mejor medida preventiva para evitar la propagación de parásitos intestinales.

Es importante, especialmente en viajes a países cálidos o tropicales, que el consumo de agua sea en forma embotellada (evitando el hielo) y en caso de consumir agua corriente, su ebullición.

En los casos en los que hay parasitación de un individuo es crucial estudiar al resto de la familia y, en su caso, iniciar el tratamiento en todos los miembros.

El consumo de carnes o pescados crudos o mal cocinados es una fuente de infección e infestación, de ahí la necesidad de una correcta cocción en todos ellos y de congelación en caso de pescados crudos.