Reflujo faringolaríngeo

¿Cómo es el reflujo faringolaríngeo?

El reflujo faringolaríngeo (RFL) es la inflamación del tracto aerodigestivo superior, que está formado por órganos y tejidos de las vías respiratorias y de la parte superior del aparato digestivo como la garganta, las cuerdas vocales, la laringe, la faringe y parte del esófago.

Se estima que el 10% de las personas que acuden a las consultas de otorrinolaringología presenta alguna problemática atribuida a este trastorno y que, aproximadamente, el 55% de los pacientes con disfonía presentan reflujo faringolaríngeo.

Este problema se produce como consecuencia del retroceso del contenido gastrointestinal (ácido, bilis y enzimas digestivas como la pepsina) a la faringolaringe, debido a alteraciones en el funcionamiento del anillo muscular que separa el estómago del esófago, así como a anomalías en el esfínter que se encuentra en la parte inferior de la faringe. Suele manifestarse con disfonía -ronquera- y tos seca, entre otros síntomas, aunque rara vez presenta ardor de estómago, principal síntoma de una dolencia llamada enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE). Además, el reflujo faringolaríngeo suele darse estando de pie y durante el día, mientras que la ERGE es más habitual tumbado y durante la noche.

El tratamiento del RFL se basa en la modificación de la dieta y determinados hábitos de vida, así como en la administración de inhibidores de la bomba de protones (IBPs) -con ciertas limitaciones- y alginatos.


¿Cuáles son las causas del reflujo faringolaríngeo?

Normalmente, la válvula o anillo muscular localizada en el extremo inferior del esófago, llamada esfínter esofágico inferior (EEI), se cierra una vez ha pasado la comida y mantiene el ácido en el estómago y fuera del esófago.

En personas sanas puede producirse un reflujo fisiológico tras las comidas por insuficiencia intermitente del EEI, que puede considerarse normal y no produce daño a la mucosa.

Pero si este anillo no se cierra por completo o si se abre con demasiada frecuencia, puede producirse un movimiento no natural de retroceso del contenido ácido y alcalino estomacal por el esófago hacia la faringe.

Por otra parte, en la unión de la faringe al esófago se encuentra el esfínter esofágico superior (EES), que, si tampoco funciona correctamente, permite a ese contenido gástrico llegar al tracto aerodigestivo superior. Si esto ocurre, dado que la faringe y la laringe no cuentan con los mecanismos de defensa antirreflujo del esófago, la mucosa de la zona se acaba lesionando y causando sintomatología.

Se ha demostrado experimentalmente que tres episodios de reflujo a la semana o incluso menos pueden dañar de manera severa el tejido que recubre la faringe y la laringe.


¿Cuáles son los síntomas del reflujo faringolaríngeo?

Los síntomas principales del reflujo faringolaríngeo son ronquera (disfonía), tos seca, dificultad para respirar (disnea), dolor al tragar (odinofagia), halitosis y aumento de las secreciones nasales.

Igualmente, puede haber sensación de tener un nudo o bulto en la garganta (globus faríngeo) y aclaramiento (carraspera) de ésta.

La mejora de los síntomas del reflujo faringolaríngeo lleva tiempo e implica cambios de alimentación, gestión del estrés y la ansiedad.
La mejora de los síntomas del reflujo faringolaríngeo lleva tiempo e implica cambios de alimentación, gestión del estrés y la ansiedad.


¿En qué se diferencia del reflujo gastroesofágico?

Como se indicaba al inicio, los síntomas del reflujo faringolaríngeo se presentan más habitualmente durante el día y en posición vertical, al contrario que los del reflujo gastroesofágico, más comunes durante la noche y mientras se está acostado en posición decúbito supino.

Por otra parte, uno de los principales síntomas del reflujo gastroesofágico es la pirosis o sensación de ardor en la mitad del tórax, así como el dolor detrás del esternón. En ocasiones, también pueden producirse regurgitaciones y sentirse un gusto agrio o amargo que invade la garganta y la boca. Estos síntomas no aparecen en el reflujo faringolaríngeo, que, como hemos visto, se caracteriza por una disfonía o ronquera que no se presenta en caso de la ERGE, al igual que la tos seca, la halitosis y el aumento de las secreciones nasales. Sí puede haber acidez y dificultad para tragar en ambos trastornos.


¿Cómo se trata el reflujo faringolaríngeo?

El tratamiento del reflujo faringolaríngeo se basa en las siguientes líneas de tratamiento:

  • Modificaciones en la dieta y cambios de hábitos de vida como las que se recomiendan en el apartado de Cinfaconsejos.
  • Uso de inhibidores de la bomba de protones (IBPs) o antagonistas receptores H2. Su administración una o dos veces al día continúa siendo el tratamiento farmacológico de elección. No obstante, actualmente se recomienda limitar su uso indiscriminado, especialmente en pacientes sin síntomas de reflujo gastroesofágico o sin alteraciones en la laringe producidas por reflujo, debido a los posibles efectos secundarios de este fármaco y a una tasa de éxito incierta.
  • Uso de alginatos. Este tipo de activos forma una barrera que flota sobre el contenido gástrico y cubre de una biopelícula protectora la mucosa del esófago y, potencialmente, el tracto aerodigestivo superior. Este efecto contribuye a reducir el número de veces en que se produce el reflujo ácido.
  • Protectores y reparadores de la mucosa. Activos que protegen y favorecen la regeneración de la mucosa dañada, como el ácido hialurónico y la queratina. No solo es importante tratar las causas del RFL, sino también ayudar a la regeneración y reparación de la mucosa dañada.

Consejos para evitar el reflujo faringolaríngeo

Modificar nuestro estilo de vida y cuidar la alimentación puede ayudar a prevenir y controlar el reflujo faringolaríngeo. Para lograrlo, es recomendable seguir las siguientes recomendaciones:

  • 1. Cuida lo que comes.
    Aprende a conocer qué alimentos pueden desencadenar o agravar los síntomas. En concreto, debes evitar el café, el alcohol, el chocolate, las frutas ácidas, el tomate, el vinagre, los picantes y las bebidas con gas. Igualmente, reduce el consumo de leche entera y derivados como la mantequilla, así como los fritos y las comidas procesadas.
  • 2. Y cuida cómo lo comes.
    Trata de evitar las comidas copiosas. En su lugar, realiza comidas frecuentes -cinco o seis diarias- que incluyan una cena ligera entre dos o tres horas antes de irte a dormir.  Recuerda también comer lentamente y masticando bien.
  • 3. Combate el estreñimiento.
    El aumento de presión abdominal que produce el estreñimiento favorece el reflujo. Para lograrlo, toma agua y fibra en abundancia todos los días con el fin de que tu tránsito intestinal mejore.
  • 4. No fumes.
    El tabaco puede relajar el músculo entre el esófago y el estómago, por lo que, si fueras fumador, es conveniente que abandones este hábito.
  • 5. Mantén un buen tono muscular.
    Medicamentos como la aspirina, los AINE (antiinflamatorios no esteroideos), los anticonceptivos y los antidepresivos pueden favorecer el reflujo.
  • 6. Lleva prendas de ropa holgadas a la altura del abdomen.
    Sobre todo, evita los cinturones o pantalones demasiado ceñidos alrededor de la cintura, así como fajas y corsés. 
  • 7. Vigila tu postura al dormir.
    No te tumbes después de las comidas y, por la noche, acuéstate sobre el lado izquierdo de tu cuerpo.
  • 8. Eleva la cabecera de la cama.
    Una inclinación de unos quince centímetros reduce la posibilidad de que el contenido del estómago vuelva al esófago. Para ello, puedes poner unos libros o bloques de madera bajo las patas de la cama de una manera segura o una almohada con forma de cuña bajo el colchón. Dormir con almohadas extra no es una medida eficaz, pues pueden moverse durante la noche.
  • 9. Evita o aprende a manejar las situaciones de ansiedad o estrés.
    Aprende a relajarte y a afrontar los problemas e imprevistos con calma. Practicar disciplinas como el yoga o la meditación puede ayudarte, al igual que la actividad física, aunque es preferible que no la realices después de comer.
  • 10. Controla tu peso.
    El sobrepeso influye de manera negativa en el curso de la enfermedad. Para tener un peso saludable, puedes acudir a un nutricionista y, también, realizar ejercicio físico de manera regular.

Fuentes

*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.