SIBO

¿Qué es el SIBO?

El sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado (SIBO, por sus siglas en inglés –“Small Intestine Bacterial Overgrowth”-) se produce cuando existe un crecimiento anormal de las bacterias presentes en el intestino delgado, que habitualmente pueblan el intestino grueso. Esto supone un cambio en el equilibrio de especies individuales de la microbiota en el intestino delgado y causa síntomas gastrointestinales.

El SIBO afecta, especialmente, a mujeres de entre 30 y 50 años, según la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria.

El intestino, especialmente el grueso, contiene bacterias y otros microorganismos que viven en equilibrio en cantidades variables. Es lo que se conoce como microbiota. El intestino delgado suele contener una cantidad de bacterias inferior al grueso, por debajo de 105 bacterias por mL. En ocasiones se produce un crecimiento atípico de estos microorganismos o crecen en intestino delgado bacterias que de forma común no se encuentran en el sistema digestivo. Las especies más comunes en el sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado incluyen estreptococos, bacteroides, escherichias, lactobacilos, klebsiellas y aeromonas.

Este exceso de bacterias conlleva el excesivo consumo de nutrientes incluyendo hidratos de carbono y vitamina B12. Esto redunda en una privación de calorías y déficit de vitamina B12. En cambio, como las bacterias producen ácido fólico, esta deficiencia es rara. Las bacterias desconjugan sales biliares, lo que provoca un fallo en la formación de micelas con la consiguiente malabsorción de grasas. La proliferación bacteriana intensa también lesiona la mucosa intestinal. La malabsorción de grasas y el daño de la mucosa pueden causar diarrea.

Entre los síntomas más comunes del SIBO se encuentran la pérdida de apetito, el dolor abdominal, náuseas, hinchazón o sensación incómoda después de comer, la diarrea o la malnutrición.

Cuando alguno de ellos se daña, aparecen diferentes problemas que causan en el paciente dolor y dificultades para caminar.


¿A quién afecta el SIBO?

Como se mencionó anteriormente, el SIBO afecta aproximadamente al 15% de la población española, en especial a mujeres de entre 30 y 50 años, según la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria.


¿Cómo se diagnostica?

Para el diagnóstico del SIBO, la prueba más específica es a través de un cultivo del líquido de la zona intermedia del intestino delgado, la parte correspondiente al yeyuno. Sin embargo, para conseguirlo es necesario realizar una gastroscopia, que es un procedimiento invasivo. Los test de determinación de hidrógeno y metano en respiración, tras la administración de glucosa o lactulosa, están actualmente en entredicho por su baja sensibilidad y especificidad.

Se están desarrollando nuevos métodos basados en cápsulas que miden hidrógeno y dióxido de carbono en el intestino delgado o cápsulas que toman muestras de la microbiota en el mismo.

Si se sospecha una alteración anatómica, no debida a cirugía previa, se puede realizar una serie de radiografías con tránsito del intestino delgado para identificar lesiones anatómicas predisponentes. También es posible que se indique un TAC o una resonancia magnética.


¿Cuáles son sus síntomas?

Los síntomas que provoca el sobrecrecimiento bacteriano son similares a los de otras afecciones gastrointestinales, por lo que en ocasiones el diagnóstico puede ser confuso. Entre los más comunes, se encuentran:

  • Pérdida del apetito
  • Malestar y dolor abdominal
  • Náuseas
  • Distensión o hinchazón
  • Diarrea
  • En ocasiones, estreñimiento
  • Flatulencia excesiva
  • En casos extremos, esteatorrea (grasa en heces), pérdida de peso involuntaria y malnutrición

También es necesario consultar con un profesional médico si aparecen los siguientes síntomas tras haber pasado por una cirugía abdominal, ya que podrían ser indicativos de SIBO:

  • Diarrea persistente
  • Pérdida de peso rápida
  • Dolor abdominal que dura varios días

¿Cuáles son las causas del SIBO?

Las causas que pueden llevar a un sobrecrecimiento de bacterias en el intestino delgado son:

  • Alteraciones anatómicas del intestino, que producen estancamiento (estasis) del contenido intestinal, lo que induce proliferación bacteriana. Estas alteraciones pueden ser: diverticulosis del intestino delgado, asas ciegas por cirugía previa, estados tras gastrectomía, estenosis u obstrucción parcial
  • Trastornos de la motilidad intestinal. Pueden estar asociados a diabetes, esclerosis sistémica, amiloidosis, hipertiroidismo y seudoobstrucción. En personas de edad avanzada también puede deberse a falta de secreción de ácido clorhídrico en estómago (hipoclorhidria o aclorhidria) y alteraciones diversas de la motilidad intestinal.
  • El uso excesivo de IBPs (inhibidores de la bomba de protones, omeprazol, esomeprazol, pantoprazol, rabeprazol o lansoprazol) parece tener también una relación con la aparición de SIBO por modificación del pH intestinal y un cambio en la composición de la microbiota a largo plazo en tratamientos crónicos o uso excesivo de estos.

¿Cómo se trata el SIBO?

El SIBO suele estar relacionado con una afección primaria, por lo que es preciso diagnosticar esta correctamente y realizar un tratamiento de base para remitir los efectos del sobrecrecimiento bacteriano.

El uso de antibióticos parece una de las herramientas terapéuticas más útiles y extendidas. No obstante, dado el cambio que inducen en toda la microbiota y la aparición cada vez más frecuente de resistencia a antibióticos, su uso debe estar ligado a un correcto diagnóstico de ese SIBO en particular y de sus causas. Además, los últimos ensayos clínicos ponen en duda su validez como tratamiento de uso general.

Una medida totalmente aconsejable, dado que estas bacterias metabolizan principalmente hidratos de carbono, es llevar una dieta baja en productos fermentables, especialmente rica en grasas y baja en hidratos y fibra y carente de polioles y endulzantes como la sucralosa.

La dieta baja en FODMAP (Oligosacáridos fermentables, Disacáridos, Monosacáridos y Polioles) parece mejorar los síntomas aunque los últimos ensayos parecen no demostrar su completa eficacia y menos para las dietas libres de gluten (salvo pacientes con celiaquía).

También deben corregirse las deficiencias nutricionales subyacentes, si las hubiera, por ejemplo, vitamina B12.

El uso de probióticos y prebióticos puede estar indicado para restablecer la microbiota, una vez hallada la causa y establecido el tratamiento y no en todos los casos.