Trastorno bipolar

¿Qué es el trastorno bipolar?

El trastorno bipolar (antiguamente conocido como enfermedad maniaco-depresiva) es una enfermedad mental crónica que se caracteriza por oscilaciones más o menos drásticas en el estado de ánimo. Deteriora la calidad de vida de quien lo sufre y, muchas veces, llega a interferir en su funcionamiento cotidiano, tanto en el ámbito académico y laboral, como en el familiar y social.

Estos cambios en el estado de ánimo no obedecen a estímulos o causas externas -aunque estas puedan actuar en algunas ocasiones, como factores desencadenantes-, sino que se originan porque los mecanismos que regulan el ánimo están alterados y la persona ha perdido el control sobre su humor. Ello le lleva a vivir periodos en que siente una euforia desorbitada (manía) a los que siguen otros depresivos o mixtos. A menudo, uno de los dos estados -el maníaco o el depresivo- predomina sobre el otro, aunque ambos suelen alternarse con periodos de cierta normalidad.


¿A quién afecta?

El trastorno maniacodepresivo afecta a las personas de todas las edades. Según estudios recientes, parece que la edad de aparición del episodio maníaco es claramente menor en hombres que en mujeres, es decir, que en ellos se manifiesta antes. El trastorno bipolar suele comenzar alrededor de la adolescencia o en la juventud temprana y se prolonga a lo largo de la vida, si bien parece que se da una disminución del riesgo de aparición a partir de los cincuenta años. Se trata de una enfermedad relativamente frecuente y puede afirmarse que, en general, según se menciona en la Guía de Práctica Clínica sobre el Trastorno Bipolar de 2012 publicada por el Ministerio de Sanidad, entre el 3% y el 6% de la población desarrolla alguna forma leve de bipolaridad.

Por fortuna, a pesar de ser un trastorno crónico, se trata de una de las enfermedades mentales más tratables, tanto mediante fármacos, como con psicoterapia u otras estrategias terapéuticas como complemento o cuando fracasan las anteriores.


¿Cuáles son sus causas y factores de riesgo?

Se desconoce la causa exacta por la que se producen estas alteraciones del estado de ánimo típicas del trastorno bipolar, peropodríamos decir que, en líneas generales y a modo de resumen, se considera que el trastorno bipolar es el resultado de la combinación de una serie de factores genéticos, psicológicos y bioquímicos.

En cuanto a los factores genéticos, parece que la herencia podría desempeñar un papel importante. Aunque no se ha demostrado la conexión genética, la Mental Health America (MHA) afirma que, según diferentes estudios, del 80% al 90% de las personas que sufren trastorno bipolar tienen familiares con alguna forma de depresión. Otra hipótesis es que se podría heredar la tendencia a desarrollar la enfermedad, es decir, una predisposición, que luego podría verse desencadenada por factores ambientales.

Por otra parte, otras investigaciones sugieren que el trastorno bipolar puede estar causado por un desequilibrio bioquímico, provocado, a su vez, por una producción irregular de hormonas y cambios en las concentraciones de los neurotransmisores cerebrales -sustancias químicas en el cerebro que actúan como mensajeros entre las neuronas-.

También pueden estar involucrados como desencadenantes factores de índole psicosocial, como episodios vitales negativos o acontecimientos estresantes, que parecen estar asociados tanto al desarrollo de los síntomas iniciales como a las exacerbaciones posteriores.

Igualmente, podrían desencadenar el trastorno bipolar otros factores como algunas  enfermedades de causa orgánica, cambios de ritmo vigilia-sueño, el uso de algunos fármacos (corticoides, ciertos antidepresivos…) o el consumo de drogas como el alcohol, la cocaína o las anfetaminas.


¿Qué síntomas caracterizan a las fases del trastorno bipolar?

El trastorno bipolar se caracteriza por la alternancia de periodos maniacos o eufóricos, que se suelen prolongar durante las dos semanas y los cuatro a cinco meses, con otros períodos o episodios depresivos, cuya duración aproximada es de seis meses.

Este es un trastorno crónico.

La duración del ciclo es variable y también la frecuencia y el número de veces de los episodios. Por ejemplo, algunos enfermos de trastorno bipolar pueden sufrir unos pocos a lo largo de su vida, mientras que otros pueden padecer una forma de ciclado rápido y experimentar cuatro o más ciclos en un solo año.

Otros cuadros de trastorno bipolar son de tipo  mixto y se caracterizan por combinar simultáneamente síntomas maníacos y depresivos.

Esta enfermedad mental suele iniciarse con una fase en que los síntomas son más agudos, a la que siguen otras de remisiones y recaídas. También cabe destacar que solo una pequeña parte de las personas con trastorno bipolar alterna en cada ciclo episodios de manía y depresión, ya que, en la mayoría de los pacientes predomina uno de los dos estados en un mismo ciclo.

A continuación, conoceremos las características y síntomas que definen los diferentes episodios que pueden encontrarse dentro de las variedades clínicas del trastorno bipolar:

1. Manía: Este estado de ánimo, caracterizado por la euforia, se mantiene elevado de manera persistente entre dos semanas y cuatro-cinco meses y se acompaña de un aumento de energía e hiperactividad. También puede darse autoestima y confianza exageradas, una menor necesidad de dormir, mayor locuacidad de la habitual, actividad mental acelerada, fuga de ideas, facilidad para distraerse, un comportamiento agresivo e irritabilidad extrema.

En este episodio de manía puede haber, así mismo, negación del problema, descuido del aspecto físico o uso de indumentaria extravagante, así como abuso de drogas -sobre todo, de la cocaína-, del alcohol y de fármacos para dormir.

Las personas que se encuentran en este estado pueden hallar dificultad para desempeñar sus funciones en el ámbito doméstico, académico o laboral. No obstante, al sentirse llenas de energía, tienden a pensar que están en su mejor estado mental. Esto, combinado con un mayor nivel de actividad, puede derivar en conductas de alto riesgo, que pueden tener graves consecuencias. Por ejemplo, llevar a cabo compras compulsivas, deportes peligrosos, proyectos laborales demasiado ambiciosos, inversiones financieras imprudentes o actividad sexual promiscua.

En los casos más graves (psicosis maniaca), las personas en estado maníaco pueden presentar síntomas psicóticos como delirios o alucinaciones de tipo persecutorios o megalómanos (ideas grandiosas sobre uno mismo como que poseen poderes o se tiene una importante misión que cumplir). Estos síntomas pueden ser a veces difíciles de diferenciar de los de la esquizofrenia.

2. Hipomanía: Se trata de una variante moderada o menos extrema de la manía, que dura al menos cuatro días. Sus síntomas son similares pero de menor intensidad y entre ello se encontrarían al menos tres de los síntomas que definen el episodio de manía según la clasificación del MDE (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, DSM-IV por sus siglas en inglés)utilizada para los trastornos mentales.

En este episodio de hipomanía, el estado de ánimo está exaltado y también hay mayor actividad y menor necesidad de dormir. Algunas personas funcionan muy bien en este periodo, lo que las lleva a no querer abandonar este estado de ánimo y a negar el problema. En otros pacientes, sin embargo, la hipomanía los lleva a distraerse fácilmente y a una gran irritabilidad.

3. Depresión: Aunque algunas personas experimentan períodos de ánimo y comportamiento normales tras una etapa maniaca (estado de ánimo eutímico), la fase depresiva acabará teniendo lugar en muchos casos. Para que pueda considerarse como tal, hemos de tener en cuenta que es un estado de ánimo depresivo que se prolonga durante la mayor parte del día y puede durar hasta seis meses. Esta fase se caracteriza por una pérdida de interés en todas o casi todas las actividades diarias, incluyendo la sexual.

Otros posibles síntomas son cansancio o pérdida de energía, así como la sensación de ser más lento; ansiedad, apatía y pesimismo; aumento o pérdida de peso o del apetito; trastornos del sueño como el insomnio o una mayor necesidad de dormir (hipersomnia); inquietud e irritabilidad; sentimientos de culpabilidad o desvalorización; menor capacidad para concentrarse o tomar decisiones; dolor crónico u otros síntomas no causados por enfermedades físicas; sentimientos de desesperanza o pesimismo hasta ideas recurrentes de muerte o suicidio. De hecho, también puede haber intentos de suicidio.

Y, como ocurría en la fase maniaca, si un episodio depresivo es muy severo, pueden surgir síntomas psicóticos como alucinaciones o sentirse peor que nadie, extraordinariamente culpable o, incluso, pensar que se ha dejado de existir.

4. Episodios mixtos: Se considera que un episodio es mixto cuando combina síntomas maníacos y depresivos. Por ejemplo, la persona puede presentar al mismo tiempo hiperactividad, bajo ánimo, irritabilidad, insomnio e ideas de culpa.

En este caso, el pronóstico suele ser peor que en el caso del estado maníaco o hipomaníaco puro. Además, el riesgo de suicidio durante las fases mixtas es mucho mayor.


¿Qué tipos de trastorno bipolar existen?

En función de los episodios que predominen, los trastornos bipolares pueden ser de varios  tipos. Todos ellos implican los cambios en el estado de ánimo, la energía y los niveles de actividad que hemos visto anteriormente. Habitualmente, la mayoría de los trastornos bipolares se pueden clasificar en:

  • Trastorno bipolar I: incluye al menos un episodio maníaco completo que dura siete días como mínimo e interrumpe la función social y laboral normal de la persona que lo padece o requiere atención hospitalaria, así como, habitualmente, episodios depresivos, que suelen durar al menos dos semanas. También pueden sufrirse episodios mixtos, que, como hemos visto, se manifiestan con síntomas depresivos y maníacos al mismo tiempo.
  • Trastorno bipolar II: se producen episodios depresivos mayores con al menos un episodio hipomaníaco, pero no hay fases maníacas completas. No se trata de una forma más leve, sino que está asociada también a una gran limitación de las funciones del paciente.
  • Trastorno bipolar no especificado o ciclotímico: son aquellos que muestran características bipolares, pero no coinciden con ninguna de las anteriores categorías. Sin embargo, según algunas guías, hoy en día se considera un trastorno anímico independiente del trastorno bipolar Otros trastornos bipolares especificados y especificados afines: esta categoría se refiere a aquellos que cursan con síntomas del trastorno bipolar que no coinciden con ninguna de las categorías reconocidas.

¿Qué consecuencias tiene esta enfermedad mental?

El trastorno bipolar se considera una enfermedad grave, que a menudo repercute muy negativamente en la salud del paciente. Según datos aportados en la Guía de Práctica Clínica del Ministerio de Sanidad, las personas con tratamiento bipolar presentan unas tasas de mortalidad por cualquier causa mayores que en la población general. Esto se debe tanto a los factores de estilo de vida asociados al trastorno -que a menudo incluyen el consumo y el abuso de drogas-, como a las mayores tasas de hipertensión arterial, obesidad, tabaquismo o enfermedades pulmonares, entre otras afecciones.

Independientemente de lo anterior, la probabilidad de estos pacientes de morir por suicidio es 15 veces mayor que en la población general -se estima que entre el 7% y el 15% de los pacientes con trastorno bipolar cometen suicidio, según la misma fuente-.

Además, como ya hemos comentado anteriormente, la mayoría de las personas diagnosticadas de esta enfermedad experimentan dificultades laborales o en sus relaciones personales. El trastorno maniaco-depresivo constituye, además, una causa importante de discapacidad.


¿Cómo se trata el trastorno bipolar?

Por todas estas razones, es fundamental tratar el trastorno bipolar con el fin tanto de controlar los síntomas de las fases maníacas y depresivas como de mantener estable el ánimo del paciente durante largos periodos de tiempo y, de esta manera, aumentar la calidad de vida en el día a día del paciente.

La principal línea del tratamiento se basa en la administración de fármacos, que deben ser prescritos por un psiquiatra. Generalmente, se recurre al principio a medicamentos estabilizadores del estado de ánimo. Uno de los más conocidos y utilizados es el litio, que puede ayudar a reducir la gravedad los episodios anímicos si aparecen o incluso a evitar que lo hagan. Sus niveles deben controlarse estrecha y periódicamente por el médico, ya que un exceso en sangre puede resultar tóxico y un nivel bajo, ineficaz. A veces, en función de la sintomatología, es necesario añadir otros, como antidepresivos, antipsicóticos u otros para facilitar el sueño o disminuir la ansiedad.

También la psicoterapia es una parte fundamental del tratamiento del trastorno bipolar. Puede realizarse tanto de forma individual como en familia o en grupo y existen varias opciones: la terapia interpersonal, la de ritmo social, la cognitivo conductual o  la psioceducación, por ejemplo.

En cuanto a otras estrategias de tratamiento, podemos mencionar la terapia electroconvulsiva, utilizada en algunos casos graves, cuando han fracasado los tratamientos anteriores y se precisa una mejoría rápida o la situación en la que se encuentra el paciente supone una amenaza para la vida. Por otra parte, el ejercicio regular ayuda con la depresión y la ansiedad y promueve el sueño profundo, al tiempo que llevar un diario que contemple la evolución de la enfermedad puede ayudar tanto al paciente como al médico para un mejor seguimiento y un mejor ajuste del tratamiento.

10 consejos para convivir con el trastorno bipolar

Algunos hábitos saludables y cambios en el estilo de vida pueden ayudar a reducir los síntomas y aumentar la calidad de vida de la persona diagnosticada con trastorno bipolar:

  1. Establece rutinas equilibradas para dormir, comer y hacer ejercicio.
    Fija horarios regulares para cada una de estas actividades y haz un esfuerzo por respetarlos, ya que la disciplina disminuye el riesgo de recaídas y la estabilidad aumenta el equilibrio de la persona. Si tienes problemas para dormir, consulta con tu médico cómo solucionarlo.
  2. Lleva una dieta equilibrada.
    Intenta evitar los regímenes alimenticios estrictos y pasar hambre, ya que puede aumentar tu ansiedad, lo que conlleva el riesgo de una nueva descompensación de tu estado de ánimo.
  3. Practica ejercicio moderado.
    Llevar a cabo en torno a veinte minutos de ejercicio moderado tres veces por semana beneficia el estado de ánimo. Hazlo siguiendo horarios regulares y sin rebasar el umbral de fatiga.
  4. Aprende a reducir el estrés.
    Te ayudará a conseguirlo dosificar tus tareas y ocupaciones del día a día: intenta ser organizado y mantener el equilibrio entre el trabajo, el ocio y las relaciones familiares y sociales, ya que el exceso de actividad puede desencadenar los episodios. Aprende a relativizar los problemas y a mantener la calma en las situaciones difíciles. Intenta, igualmente, evitar los conflictos y discusiones innecesarios y reserva también en tu día a día momentos para llevar a cabo actividades que te gusten y entretengan. Otra opción es disfrutar de la naturaleza tan a menudo como sea posible.
  5. Abandona el alcohol y drogas.
    Estos pueden actuar como desencadenantes de nuevos episodios. Si tienes dificultades para dejarlos por tu cuenta, pide ayuda.
  6. No dejes la medicación.
    Ni siquiera, si te sientes mejor, ya que el abandono repentino de los fármacos o su uso sin control médico incrementa en gran manera el riesgo inmediato de recaída. Consulta a tu médico antes de tomar medicamentos prescritos por otro especialista o de venta libre, ya que podrían interferir en tu tratamiento o actuar como desencadenantes de nuevos episodios.
  7. Obsérvate a ti mismo.
    Invierte esfuerzo en convertirte en un experto sobre tu enfermedad, aprende a manejarla y a reconocer los signos que alertan de que tu estado de ánimo empieza a descontrolarse. De esta manera, podrás informar sobre ellos a tu médico. Puede ayudarte a lograrlo llevar un registro diario de tus estados de ánimo, que te ayudará a identificar qué factores de tu vida cotidiana contribuyen a controlar la enfermedad y cuáles no.
  8. Crea y mantén relaciones personales saludables.
    Intenta rodearte de personas que sean una influencia positiva y busca apoyo, cuando lo necesites, entre tus amigos y familiares. Confía en ellos si detectan el inicio de nuevos episodios, es posible que lo hagan antes que tú.
  9. No tomes decisiones importantes en los periodos de recaída o sin estar recuperado.
    La depresión y la euforia no son buenos consejeros para tomar decisiones sensatas. En estos momentos de recaída, puede ser bueno contar con una persona de confianza y establecer un plan para ayudarte a realizar la elección más adecuada para ti.
  10. Únete a un grupo de apoyo.
    Es una buena idea porque te permitirá tanto compartir tus experiencias y conocer las de otras personas como obtener información sobre tu enfermedad.

Fuentes

*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.